Capitulo 15: Señora Harrison

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Rosalia terminaba de arreglar el buque de flores mientras la peluquera terminaba de arreglarse el moño y la modista el vestido de novia. Se veía despampanante. La novia más hermosa pero su rostro era el más triste. Rosalia pidió a las mujeres que salieran de la habitación y quedando sola con su sobrina intentó levantarle la mirada.

— ¿Todo bien?

— Nada está bien. Allá abajo me espera un hombre que no amo para que sea su esposa, cientos de personas que solo buscan un chisme más que contar. Mil frivolidades y yo..., yo solo quiero desaparecer.

— Estás a tiempo de detener todo esto. No porque no crea que no sientas nada por Alejandro, te conozco y sé que en el fondo él no te es indiferente, sino porque lo que empieza mal, termina mal Isabella.

Ella bajó la mirada negando con la cabeza rotundamente

— Si cancelo esta boda, iré a la cárcel y no..., no es opción eso tía. Estoy en manos de ese imbécil hasta que le dé la gana. Solo te voy a pedir que no me dejes sola, acompáñame hasta ese altar, no me creo capaz de ir sola.

Rosalia abrazo fuertemente a su sobrina. La quería tanto como a una hija y sentía su sufrimiento como si fuera propio. Más le dolía no poder hacer nada por ella, no poder lograr que su corazón alcanzara algo de paz. Sabía que ese matrimonio sólo desencadenaría más conflictos y sinsabores en la vida de Isabella pero de una forma u otra, ella se lo había buscado.

— Murió...

— ¿De qué hablas?

— Aurora. Todo este tiempo he buscado una hija que murió hace años. Ahora me doy cuenta que yo he muerto con ella también y no importa nada. Ya no importa si me caso o no si vivo o muero. Ya no importa nada porque ya todo da igual.

Agarró el ramo de flores y caminando hacia la salida de la casa respiro profundo mirando al cielo. Estaba despejado, era un día hermoso, parecía que toda la lluvia se encontraba dentro de ella. Cerró los ojos exhalando el aire que había respirado buscando en ella misma el valor para ir y casarse con un hombre que detestaba. El coche la esperaba enfrente y el chofer la ayudó a subir al mismo. Todo aquello era como revivir su tragedia de hace años. Pero Isabella no dejaba de pensar en su hija, en aquella pequeña de la cual lo único que tenía era su nombre. Tenía la esperanza de al menos conocerla hecha una mujer pero aquella esperanza había muerto totalmente. Alejandro también estaba algo nervioso. Recibía los invitados en el inmenso jardín de su casa fingiendo seguridad y serenidad pero por dentro estaba muriendo del miedo. Nunca se había casado, no quería hacerlo. El era libre, no se hacía en un matrimonio y mucho menos con Isabella McCarthy. Renata se acercó a su hijo y mirándolo con cariño preguntó

— ¿Estas bien?

— ¿Porque lo preguntas?

— Te conozco, estás nervioso. Pero más bien diría que estás indeciso. ¿Realmente estás enamorado de Isabella?

Alejandro asintió con la cabeza para evadir a su madre.

— Si Mamá, mira llegaron tus amigas de Italia ve a recibirlas.

Se alejó un poco del resto de los invitados para conseguir algo de paz pero no le duró mucho tiempo. Anabel se acercó a él pero esta vez no le reclamó y mucho menos intentó hablar mal sobre la que sería su esposa.

— Te deseo lo mejor, creo que lo vas a necesitar.

— Gracias

— Te ves tenso

— Uno no se casa todos los días, debe ser eso.

Anabel sonríe mirándolo a los ojos fijamente. Por minutos ambas miradas se cruzaron y se estudiaron unas a las otras. Ella tomó las manos de él y suspirando comentó.

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