Capitulo 29: Renace el rencor

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Cientos de invitados estaban disfrutando de una velada lujosa y espléndida. Alejandro hablaba con varios invitados mientras Isabella estaba sentada en una de las mesas tolerando las ganas enormes que tenía por probar alcohol. Eran tan fuertes que estaba sintiendo escalofríos por todo su cuerpo. Rosalía se acercó a su sobrina y dándole un jugo de frutas se sentó a su lado.

— ¿Qué te ocurre?

— Nada

— Traes pésima cara

— Alejandro me dijo que tenía que hablar conmigo de algo muy importante después de la fiesta. Tengo miedo tía. Mucho miedo.

— ¿Por que tienes que tener miedo? Quizá es algo bueno para ambos.

Apretó los dientes cerrando los ojos

— Necesito una copa, no puedo aguantar más.

— Tú no puedes tomar Isabella y lo sabes, ahora menos con ese embarazo.

Isabella seguía observando a su alrededor a todos sonreír y platicar. Era su fiesta pero no se sentía a gusto en aquel lugar. Las náuseas y cambios hormonales la tenían al borde de la locura. Cerró los ojos y sin mucho que hacer asintió con la cabeza.

— Estaré bien, lo estaré. Solo necesito descansar un poco.

Con una sonrisa prefabricada, Meredith se acercó a su prima y madre con una copa de champaña. Llevaba puesto un vestido algo atrevido, negro brillante con unos tacones rojos al igual que sus labios. Todos la miraban más que por admiración, sino por indigno. Estaba vulgar para la ocasión pero muy poco le importaba.

— Querida prima... va ser una gran lástima que por nueve meses le seas menos atractiva a tu marido. ¿No crees?

— ¡Meredith no empieces!— Regañó Rosalia.

— Mamá es la verdad, cuando esa panza le empiece a crecer, las piernas se le hinchen, comience a quejarse por todo y este con sentimentalismos absurdos.

— ¿Por que tienes que ser tan odiosa y venenosa?

— No prima, soy realista. Bueno mientras tú ahí te quedas toda sentadota, yo voy por ahí a entretenerme.

Meredith se fue y aunque ella no quería demostrarlo, lo que su prima le había dicho le había dolido. Quedándose callada se puso en pie al ver que todo el mundo se aglomeraba frente a un enorme proyector. Alejandro algo nervioso quería mostrar un detalle que había preparado para su esposa en aquel proyector pero todo se le salió de las manos. En aquel momento los sueños, la esperanza, el amor había quedado destruidos. A modo de burla, comenzó a correr un video donde se podía escuchar la conversación de Alejandro y sus amigos apostando a Isabella unos meses atrás. Para ellos, el corazón de ella valía dos millones, para ellos eso era lo que valía los sentimientos de Isabella. Todos comenzaron a mascullar entre sí. Alejandro había quedado petrificado, no sabía que estaba pasando. Seguido pasaron imágenes de la noche en la que Anabel había obligado a Alejandro a tener sexo. Más aún comentaron, Isabella en aquel momento era el hazme reír de todo el lugar. Fue un golpe terrible enterarse allí que Damián era hermano de Alejandro. Más traicionada se había sentido. Se supone que derramara lágrimas pero no, sólo miraba fijamente a Alejandro. Lo miraba con odio, con dolor, con deseos de matarlo. Antes de que todos se voltearon a buscar a Isabella con la mirada ella salió del salón y casi corriendo subió a su suite pero su letanía aún no terminaba. Dentro de la habitación la esperaba Anabel sentada sobre su cama con una sonrisa victoriosa.

— Hola, Isabella.

— Lárgate de mi vista antes de que te reviente imbécil.

— Por supuesto que me voy, pero antes quiero hacer una obra de caridad. Quiero abrirte los ojos de una vez.

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