Capitulo 17: Dos corazones se consumen

9.7K 959 96
                                    

Isabella una vez más había puesto el orgullo por encima de sus deseos. Estuvo a punto de dejarse llevar y dejar que fuera su cuerpo quien hablara por ella. Alejandro regresó a su habitación acalorado, excitado y sobre todo cabreado. Isabella lo había dejado con las ganas; él podía conseguir cualquier mujer para bajar la calentura pero solo quería a Isabella. Comenzó a desvestirse con rapidez y abriendo el grifo de la ducha se metió en el agua helada tratando de quitarse de la cabeza su esposa. Isabella había quedado igual, caliente y deseosa. Comenzaba a arrepentirse de haberlo rechazado. Cubriéndose con el albornoz, salió del cuarto caminando en cuclillas hasta el cuarto de Alejandro. Entró sigilosa y al escuchar la ducha se acercó al baño procurado no ser descubierta. Era la primera vez que veía a Alejandro desnudo. Su cuerpo era fornido, atlético, morboso a la vista de cualquier mujer. El morbo de ella había comenzado a despertar mientras miraba cómo su marido se masturbaba. A su edad se suponía que el sexo fuera algo descubierto, sin tabúes, algo normal pero el sexo era una de las cosas que Isabella aún no lograba conquistar por completo. Ver a Alejandro tocándose despertó en ella más que deseo, más que pasión, despertó una sed insaciable. Se sentía sucia, morbosas al sentir el calor ardiendo entre sus piernas. Intentando mirar más, resbalo con la puerta haciendo un pequeño ruido y casi corriendo se devolvió para su cuarto con el corazón en la boca. Se metió en su cama y fingió estar dormida. A los pocos minutos escuchó la puerta de su habitación abrirse y literalmente sintió que el corazón se paralizaba. Su cama se hundió con el peso de Alejandro al sentarse. El descubrió a Isabella mirando la espalda de la mujer con deseo, con ganas de hacerla suya en aquel mismo momento. Rozó su dedo índice por su espalda seguido de besos ligeros sobre la piel de la mujer.

— No sabes fingir, no estás durmiendo...

Isabella intentó engañarlo pero su temblar la delató. Sus respiros acelerados y el calor de su piel terminaron por traicionarla.

— ¿Qué hacías mirándome?

— Tenia que..., tenía que...

— Querías verme desnudo, ver cómo me daba placer, porque en el fondo mueres por sentirlo tu.

— Sal de mi cuarto, quiero dormir

Haciendo caso omiso a lo que ella había pedido. Se acercó a ella rozando su erección contra la espalda de Isabella mientras llenaba su cuello de besos y pequeños mordiscos.

— ¿Lo sientes? ¿Ves lo duro que me tienes? De hoy no pasas, voy a llevarla a las estrellas señora Harrison.

Isabella se volteó para encararlo y sin poder resistirse más, aquella vez, Isabella acercó sus labios a los de Alejandro para besarlo con pasión y el deseo que su carne aclamaba.

— Has ganado, quiero..., necesito que me hagas tuya, cógeme.

Alejandro sonrió victorioso, al fin había conseguido lo que quería, había salido de los labios de Isabella el deseo de sexo, del placer. Mirando los pechos de su mujer, Alejandro preguntó.

— Lo haré— Aflojando el nudo del albornoz de Isabella añadió — ¿Cuando fue la última vez que tuviste sexo?

— Eso que te importa

— Responde

Algo apenada bajó la cabeza

— Tenía quince años. Ay sabes que mejor vete, fue uña estupidez lo que te he pedido.

Entre risas la sujetó con fuerza suspendiendose sobre ella. La desnudó y ver el cuerpo desnudo de su esposa lo deslumbró. No podía comprender cómo una mujer tan hermosa, tan sensual no haya tenido vida sexual prácticamente. Ella lo miraba con falta de experiencia. No sabía cómo actuar y mucho menos que hacer. En los negocios era una fiera pero en la cama era una total novata. Los labios de él dibujaron besos por sus pechos, luego por sus curvas y poco a poco fue separando sus piernas deseoso por hundirse entre ellas. Isabella intentó detenerlo rápidamente pero solo consiguió que la sujetara aún con más fuerzas acomodándose entre sus piernas. Estaba mojada, húmeda, la vagina de su esposa lo había dejado enloquecido. Era perfecta, apetecible, morbosa tal como Alejandro fantaseaba. Besando la hendidura de los labios vaginales de Isabella susurró.

CautivameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora