Capitulo 8: Futura señora Harrison

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Todos en presidencia hablaban de lo que había ocurrido con Alejandro. Sin duda, Isabella había logrado poner su hombría en duda y por eso; Alejandro comenzaba a sentir odio y rechazo hacia ella. Aquella apuesta comenzaba a ser más una venganza. El orgullo de Isabella era más que su sensatez. Sabía que había creado un problema innecesario pero aún así no le importaba. Apretó los dientes y agarrando su bolso salió de su empresa. Su chofer la esperaba en la entrada del edificio y antes de que ella pudiera subir al coche vio a lo lejos a Alejandro hablando por el móvil en el vestíbulo de la empresa. Lo miraba con una mezcla terrible de emociones. Por momentos se dejaba llevar y deseaba ser menos dura, pero terminaba sin conseguirlo. Como todos los días, tenía que lidiar con Meredith y los problemas que ella significaba. Entró a la casa y una de las domésticas le dio la correspondencia. Entre tantas cartas habían estados de cuenta de docenas de tarjetas de crédito.

— ¡Meredith!

Isabella enojada llamó a Meredith mientras miraba indignada los estados de cuenta. Se cruzó de brazos mirando bajar a su prima y solo quería hacer una cosa, correrla.

— ¿Me puedes explicar en qué demonios gastaste quinientos mil dólares? Ya me hartas con tus gastos excesivos y tu manera irresponsable de vivir la vida.

— Shhh no grites que me duele la cabeza.

— Y para colmo borracha, es que no tienes remedio.

Con intención de herir y lastimar Meredith se sonrió

— Mira quién habla..., la que se acababa toda la cava y andaba borracha las veinticuatro horas del día. ¿O que no te acuerdas los espectáculos que nos dabas a mi y a mi madre? La única alcoholica eres tú querida prima.

— ¡Basta ya! — Intervino Rosalia — No voy a permitir que sigas lastimando a  tu prima de esta manera Meredith.

— Tu siempre defendiéndola a ella, es más, creo que te hubiera encantado que está huérfana con suerte fuera tu hija en vez de que lo fuera yo.

Isabella la miró a los ojos y sin mostrar que esas palabras de Meredith en el fondo le hirieron le dijo con firmeza.

— Si es cierto, soy huérfana. También es cierto que soy alcohólica. Está huérfana alcohólica es quien te mantiene tus gastos, la que te tiene que estar soportando en su casa. ¿Pero sabes que? Se acabó, ya no vas a tener mi dinero a manos llenas para que te lo gastes como si fueras la reina del país.

—  Vete al diablo pobre infeliz. No necesito de tu dinero querida. Tengo cómo conseguirlo, hombres que encantados me lo darían. Pero claro, tú no sabes lo que es que alguien se enamore de ti, nadie te quiere, nadie te toma en serio, mira..., tu padre solo te vio como un estorbo, aquel hombre con el que te ibas a casar te dejó bien plantada en el altar por fortuna para el. ¿Ves que nadie, nadie te quiere?

Rosalia golpeó a su hija en la mejilla indignada por la falta de tacto que tenía con su prima. Pero por más que la regañara la envidia y el odio que Meredith le tenía a su prima era inmenso. Meredith volvió a encerrarse en su habitación. Isabella se quedó callada mirando todo a su alrededor. Tenía lujos por todas partes, una enorme mansión y en su cuenta bancaria más de cien millones de dólares más sin embargo se sentía cada vez más sola y vacía. Avanzó a su estudio y miro las botellas de coñac bajo llave. Aquella necesidad de tomar comenzaba a asomarse y a quemarla por dentro. Sacó la llave de de la gaveta de su escritorio y sin pensarlo mucho abrió la barra para sacar una de las botellas. Agarró una copa y sirvió un poco de alcohol. Se llevó la copa a la nariz y el solo olor del coñac comenzó a despertarle nuevamente la adicción. No quería echar a perder cinco años de sobriedad, cinco años de no probar alcohol, pero cada vez se le hacía más difícil.

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