Capitulo 21: Dolorosas verdades

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Abrió los ojos lentamente y todo le daba vueltas pero lo primero que le había venido a la mente fue la imagen de aquel hombre que había visto antes de desvanecer. Creía que había sido solo un espejismo, sus ojos buscaron rápidamente al hombre pero no lo veía por ninguna parte.

— Dónde..., ¿Dónde está?

Alejandro algo confundido replicó

— Se ha ido, dijo que no era mejor momento para que lo atendieras. ¿Lo conoces? ¿Por que has reaccionado así?

Isabella se levantó aturdida del diván y sentía que el corazón se le salía del pecho. Se apoyó del escritorio y solo pensaba en que después de veinte años volvía a ver al hombre por el que había sufrido su primera y más dolorosa desilusión. No era cualquier hombre, era también el padre de su hija, una hija de la que no sabía más que el nombre y haberlo visto era como haber vuelto al pasado.

— Necesito un trago

— No vas a tomar más alcohol y me vas a contestar ahora mismo lo que te he preguntado.

— ¿Tengo que recordarte que no eres nadie en mi vida como para opinar?

— Soy tu esposo aunque eso te reviente y no vas a tomar una sola gota de alcohol. Dime quien es ese tipo y porque se fue de esa forma.

Isabella se quedó callada por unos segundos indecisa entre el confiar o seguir en su absurda actitud desafiante con Alejandro.

— ¿Por que te empeñas en saber de mi vida? Por que no solo dejas que pase este año sin meterte en mi vida, haz la tuya.

— Te hice una pregunta

— No se quien pueda ser.

Caminó hacia la pequeña reserva de bebidas que tenía en su oficina y al ver que no estaban las botellas de coñac refutó.

— ¿Donde están las botellas?

— Las mande a sacar. Si sigues tomando no solo vas hacer el ridiculo, también vas a perder negocios y por ende tu empresa. Crece, madura. Y si no quieres decirme quien era ese hombre bien, buscare la información por otra parte. Que tengas buen día, licenciada.

Alejandro no insistió más, salió de la oficina harto de tener que lidiar con las majaderías e inmadureces de Isabella. Sofocado agarró su saco y salió de la empresa para tomarse un café cerca del lugar. Aquel nombre no dejaba de darle vueltas en la cabeza, "Adrian Céspedes" Ese nombre había puesto a Isabella muy mal y por alguna razón él quería saber de dónde había salido ese tal Adrián. Agarró el móvil y llamó a uno de sus amigos para pedirle ayuda.

— ¿Germán? Oye ¿estás ocupado?

— No, ¿dime que necesitas?

— Pues te necesito esta vez como investigador privado. Quiero que investigues todo lo que puedas sobre un tal Adrián Céspedes. Lo único que sé es el nombre y necesito información de ese hombre.

— Vale, dame un día y tendrás la información.

— Gracias, me urge.

Terminó la llamada y era como si fuera un karma, un fantasma que lo seguía a todas partes y no tenía manera de sacárselo de encima. Anabel se sentó frente a él y curvando la comisura preguntó.

— ¿Me invitas un café?

— ¿Qué haces aquí?

Encogió los hombros

— Pues, es mi receso y pensé en tomarme un café y me llevo la sorpresa de que estás aquí. Pensé que podíamos tomarnos unos juntos.

— Anabel, no...

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