Capitulo 16: El deseo comienza a vencer

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Era el momento más incómodo en la vida de Isabella. Ella trató por todos modos de evitar aquella luna de miel pero no le fue posible. Iban rumbo a São Paulo y lo único que quería Isabella era que aquel mes pasara volando.

— ¿A dónde vamos exactamente?

— Mi familia tiene una isla privada a las afueras de São Paulo. Estaremos ahí dos semanas, las otras dos semanas haremos un crucero por Sudamérica.

Isabella se rió con sarcasmo

— ¿Dos semanas en una isla privada? ¿Que demonios vamos hacer los dos ahí?

— Tengo bastante trabajo que hacer, me dedicaré a eso, además en esa isla vive gente, mayormente gente que trabaja para mis padres. Puedes salir y hacer lo que quieras.

— Y tú..., ¿no saldrás?

— Eso no te importa

Isabella se quedó callada. Horas en los que el silencio reinó entre ambos. Alejandro se sentía extraño, eso de tener esposa y ahora tener un anillo en su anular le resultaba un tanto incómodo. Al llegar a São Paulo, tomaron un yate hasta la isla privada de los Harrison. Todo era distinto a lo que Isabella estaba acostumbrada a ver. Llegaron tarde en la noche, tenían de frente una enorme casa de playa pero con un toque rústico y hogareño. Isabella entró a la casa admirando cada detalle. Alejandro entró con las maletas y cerrando la puerta comentó.

— El servicio de la casa está de vacaciones. Solo somos nosotros dos.

— ¿Cuál será mi recámara?

— La casa tiene ocho recámaras. Elige la que quieras. Estoy cansado, voy a dormir.

Con indiferencia la dejó sola en el vestíbulo y se encerró en la recámara principal. Isabella no tenía ni idea de dónde quedaban las habitaciones. Subió con sus maletas con algo de temor y rebuscando cada puerta dio con una habitación enorme, amplia y hermosa con una vista estupenda al mar. Salió al balcón de la habitación y sacando un cigarrillo de su bolso lo encendió. Dio una calada y al mirar hacia el lado, logró mirar a lo lejos la habitación que Alejandro estaba ocupando. Observó a Alejandro recostado sobre la cama exhausto y sonrió sin darse cuenta. En el fondo le agradaba ver al que ahora era su esposo en su habitación sin ninguna otra mujer. Termino de fumar el cigarrillo y entró nuevamente a la habitación. Comenzó a desvestirse y al quedar desnuda frente al espejo, mirar sus curvas, su vagina que hace dos décadas no sentía ni se estremecía en orgasmos sintió pena, vergüenza. Sentía pena de desear tener sexo, sentía extraño que su cuerpo se calentara al pensar en sexo. Era algo que no quería sentir pero no podía controlar. Era una de las pocas cosas que podía controlar. Se duchó con agua helada para intentar esfumar aquellos deseos de sexo que la comenzaban a atormentar. Estaba lista para dormir, recostada en aquella cama enorme donde podían pasar tantas cosas y sin embargo solo dormiría como era de costumbre. Apagó las luces e intentó dormir pero no podía, sentía no alcanzaba el sueño de ninguna manera. Al rato escuchó ruidos, puertas abriéndose y unas risas en el pasillo. Se levantó rápidamente y se asomó a la puerta. Vio una mujer hermosa subiendo las escaleras junto a Alejandro. El besó a la mujer entre risas y caricias dando bandazos hasta llegar a la puerta de su habitación.

— Pensé que estarías de luna de miel...

— La mujer con la que me he casado no despierta absolutamente nada en mi. Además, está dormida. Vamos a divertirnos un poco. Hace mucho que no nos vemos preciosa.

Alejandro la cargó en brazos entrándole a su habitación. Isabella sintió cómo su infierno comenzaba a hacerse sentir. Le dolía saber lo que allá dentro pasaría. Dio unos pasos hacia la puerta de Alejandro y solo se escuchaban gemidos y risas. Quería llorar, sentía unas ganas inmensas de llorar pero sin embargo no lo lograba. Se volteó para entrar a su habitación y al cerrar la puerta se sentó en el suelo recostandose en la pared. Miró el anillo en su anular y al verlo se dio cuenta que viviría un calvario siendo la mujer de Alejandro.

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