Capitulo 1: Una nefasta condicion

23.9K 1.3K 74
                                    




— Licenciada McCarthy, tiene llamada

Ella no levantó la mirada, ignoró a la recepcionista como solía hacer con todo el personal de su empresa. No había nada más importante que ella, que lo que le pudiera afectar solamente a sus intereses. La recepcionista insistió y esta vez mirándola con enojo preguntó:

— ¿Que no ves que estoy ocupada? Fuera de mi vista.

— ¿Pero y la llamada? Dicen que es de carácter urgente.

Tomó la llamada de forma brusca y violenta. Cada vez se hacía más intolerante, menos humana. Pero a ella no le importaba ser tolerable y mucho menos humana, solo le importaba hacer crecer el imperio que estaba a punto de heredar.

— Licenciada McCarthy, habla Marcos Freed, abogado de su padre.

— ¿Que quiere?

— Su padre ha enfermado gravemente, necesito que venga cuanto antes. El quiere verla.

Sin responder, terminó la llamada con frialdad, como si no hubiera escuchado nada. De momento no tenía intenciones de ir, pero luego pensó, pensó solo en lo único que la movía en la vida desde aquel fatal suceso, el dinero. Se levantó de la ejecutiva agarrando su bolso con firmeza. Al salir todos los empleados corrían a sus puestos, como si le temieran, ver a Isabella McCarthy era como ver a Hitler para todos en presidencia. Su chofer la llevó hasta la mansión lujosa pero al mismo tiempo, fría y vacía donde vivía junto con su tía. La única que parecía aguantar su mal genio y su constante actitud déspota. 

— ¿Temprano en casa?

— No tengo que darte explicaciones, ¿O si?

Su tía la miro con indigno. Cada vez se hacía menos tolerante la arrogancia y prepotencia de su sobrina. Dando unos pasos hacia ella fijamente la fulminó con la mirada.

— Que no se te olvide a quién le estás hablando, soy tu tía y me debes respeto. No soy ni tus criados y mucho menos soy tu empleada. Que te quede claro.

Isabella tragó saliva, alejándose subió un escalón y antes de subir a su habitación, respondió gélida.

— No te metas en mis cosas, y no se me olvidará quién eres ni a quien le estoy hablando.

Se encerró en su habitación. Así era todos los días, todas las noches, todas las fechas especiales. Isabella parecía querer alejarse del mundo cada vez que podía hacerlo. Teresa, su tía se sentó en el comedor a comer, sola como era de costumbre. Con ella vivía su única hija, Meredith pero era como si no estuviera. Una chica alocada, viciosa y sobretodo egoísta que apenas recordaba que su madre existía pocas veces se reunía a cenar con ella. Isabella se miró al espejo un par de veces, lo hacía con enojo, como si quisiera sacar hasta el último noble sentimiento de su ser. Entre aquellas alhajas que guardaba en su joyero, escondía aquella única joya que le recordaba una vida que tuvo que abandonar por culpa de las impurezas del mundo.

— Eres Isabella McCarthy, dueña de un imperio, dueña de la vida de muchos, eres dueña de lo que te propongas. — Levantó una ceja — Ya no te destruyen a ti, ahora te toca a ti destruir y jamás ser vencida Isabella, jamás.

Se lo repetía una y otra vez cada que podía hacerlo. Mientras ella se sumía en su soledad, su tía buscaba mil maneras de hacer que su sobrina fuera la misma de antes, pero cada vez lo veía más difícil. 

— Señora Rivadeneira, ¿desea un poco de té?

— No, Eva. Muchas gracias. Mi sobrina, ¿Ha comido algo?

— No señora, intente llevarle algo de comer pero me ha corrido.

Justo antes de que pudiera responder, Isabella se apareció en el comedor con seriedad sentándose junto a su tía. Pidió un poco de té con tono déspota como era de su costumbre.

CautivameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora