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Tenía que admitir que le dolía.

De una vez por todas, tenía que admitir que simplemente le dolía verlo sonreír así. Verlo feliz, aun si aquella felicidad no parecía ser la más plena o la más perfecta. Jackson estaba sonriendo, estaba alegre y lleno de esperanza.

Y Jaebum estaba odiando eso.

Estaba odiándolo con toda su alma. A pesar de los años, y del sinfín de veces que se mintió a si mismo diciéndose que Jackson no le importaba, que todo había quedado en el pasado, ahora no podía evitar tragar en seco y fingir alegría. ¿Qué otra cosa podría hacer mientras lo veía con aquella sonrisa tan hermosa, dejando que otra persona lo abrazara mientras le daban aquella noticia?

Porque sí.

Jackson se iba a casar.

Se iba a mudar a América con aquel tipo que nunca debería haber aparecido en su vida. Iban a irse y se casarían allá. Comenzarían toda una nueva vida en la cual él dejaría de tener un lugar de una vez por todas.

En ese momento, justo allí, en aquel restaurante donde habían compartido tantos momentos, supo que se arrepentía. Por primera vez fue capaz de admitirlo.

Yugyeom propuso un brindis y todos los demás brindaron, igual de alegres, asumiendo que algo que había dejado de ser hace ocho años no tenía importancia alguna ahora. Jaebum también brindó, también sonrió, pero fue la cosa más hipócrita que alguna vez hizo en su vida. Sintió la mirada de Jackson en él, y por un momento le pareció que su sonrisa se desvanecía un poco. Solo fue un instante, justo el tiempo que le tomó a Mark, su prometido, volver a agarrar su cintura y dejar un cariñoso beso en su mejilla.

Jackson había sido suyo hace ocho años.

Había sido la cosa más preciosa que había tenido en su vida. Aun hoy, no podía pensar en algo que le hubiera hecho más feliz que tenerlo a su lado. Sin embargo, todo eso había acabado hacía ocho años. Y ahora la situación era aquella.

Después de lo que sucedió entre ellos, era lógico que siguieran adelante. Jackson había seguido con su vida y él con la suya. Habían terminado sus estudios, habían encontrado trabajo, habían madurado y habían cambiado en tantos aspectos que estaba seguro que ya no eran ni remotamente aquellos chicos de dieciocho años que iban juntos a la preparatoria. Sin embargo, Jaebum nunca pudo olvidar aquel tiempo. Nunca se fue de sus manos la sensación del cuerpo de Jackson, ni olvidó el sonido de su voz mientras murmuraba, ni el olor de su cabello en la mañana. No había olvidado nada. Y aun si creía que todo estaba superado, que ya Jackson no le importaba, el dolor que estaba sintiendo ahora le demostraba que no era así.

No había otro remedio que admitir que no era así.

-Bummie...- sintió la voz suave de Youngjae a su lado y un pequeño tirón en su manga. Se giró a ver a su novio, notando en su rostro algo preocupado como su sonrisa se iba borrando.- ¿Estás bien? ¿Te pasa algo?

Jaebum notó en ese momento que estaba apretando su vaso con demasiada fuerza. Su mano temblaba haciendo que el contenido de este se removiera. Probablemente en su cara hubiera una expresión extraña, tan extraña como se estaba sintiendo.

Se forzó a sonreír nuevamente y negó, sacudiendo su cabeza con suavidad.

-No, estoy bien. No te preocupes.

-Estás extraño.- Youngjae frunció el ceño y se inclinó para dejar un casto beso sobre sus labios.

-Solo estoy conmovido.- Jaebum acarició su mejilla y trató de dejarse envolver en los dulces ojos de Youngjae.- Ya Jackson se casa... y aún se siente como si justo ayer hubiéramos estado holgazaneando en el gimnasio de la escuela.

Chance «JackBeom» ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora