4✨

1.3K 221 128
                                    

Jaebum correteó por toda la escuela, esperando que su memoria no lo traicionara.

Sabía que al mediodía, Jackson solía estar en el gimnasio techado, en la práctica del club de esgrima. Esperaba encontrarlo allí, como tantas veces lo había encontrado antes. No podía quitarse aquella imagen de la mente, ver aquel Jackson de ojos llorosos que simplemente había mantenido la calma mientras él estaba  siendo un perfecto imbécil, le había dejado una impresión demasiado profunda.

Y pensar en ello solo lo empeoraba.

Porque Jaebum recordaba aquella discusión  en específico, y recordaba que había sido el principio del fin. Después de eso, había estado casi una semana sin volver a cruzar palabras con Jackson,  hasta que finalmente, fue el menor quien se dignó a acercarse a él, con intenciones de disculparse.

Ahora que Jaebum reflexionaba, no había razón alguna para que Jackson se disculpara con él. Sin embargo, había sido un perfecto idiota, pues pensó, en su inmadurez, que si quería hacerse respetar por su novio, debía ser inflexible.

Y lo hizo.

Al punto que  provocó que Jackson terminara ahogando su llanto, y se fuera a casa sin decir nada más que una cosa:

“¿Por qué me aceptaste si ibas a ser así?”

Dios. Eso no podía sucederle dos veces.

No podía hacer que Jackson se sintiera culpable por su imbecilidad, ni que  pensara que debía disculparse. Jackson no tenía culpa de nada, nunca la había tenido, y si le molestaban sus celos en el  pasado, ahora entendía que era su forma de aferrarse a él, de luchar por su amor.

Sí, Jackson había sido quien se había confesado primero, y si bien Jaebum nunca había considerado una relación seria con otro chico, tuvo que admitir para sí mismo que le gustaba Jackson.

Le gustaba lo salvaje y tierno que era, le gustaba que hubiera tenido el valor de decirle lo que sentía, y le gustaba como Jackson parecía entenderlo mejor que ninguna otra persona. Jackson despertaba instintos que no sabía que tenía, sensaciones nuevas y emociones desconocidas. Conocerlo poco a poco, había sido la experiencia más maravillosa que había tenido en su vida. Enamorarse  de él, sin embargo, había sido simplemente algo que no pudo evitar. Simplemente no pudo.

Aun así, el Jaebum del pasado creía firmemente que nadie debía decirle qué hacer o meterse en su vida. Estaba harto de las novias celosas y posesivas, de las escenas en público y de los gritos. Realmente no estaba dispuesto a permitir que Jackson hiciera lo mismo.

Pero Jackson nunca hizo una escena. Nunca le gritó en frente de todos y siempre respetó a Jaebum  y su deseo de mantener su relación fuera de la vista pública.

Jackson había aceptado tantas cosas, había soportado tanto, que Jaebum cometió el estúpido error de darlo por sentado.


Llegó al gimnasio con lo último de su aliento. No le molestaron las miradas curiosas. Para él, en ese momento, solo eran mocosos chismosos. En su cabeza, seguía teniendo veintiséis, y a esa altura, había cosas que francamente le importaban un comino.

No tardó en divisar a Jackson a unos metros de la entrada. En la esquina del gimnasio habían acomodado los colchones para la práctica de esgrima. A Jaebum siempre le había fascinado que Jackson realizara un deporte así, pero nunca se tomó el tiempo de verlo, de disfrutarlo.

Se acercó, con pasos suaves, tratando de no interferir en la práctica, dejando que sus oídos se inundaran con las voces de los entrenadores y los ruidos que  hacían  los demás equipos que estaban entrenando.

Chance «JackBeom» ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora