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La cara de Jackson podía ser comparada con una obra de arte.

Labios húmedos y rosados, las marquitas de sus dientes dejando pequeños relieves en su piel, desapareciendo, suaves, a medida movía su boca. Sus ojos miraban con una mezcla de sorpresa y deseo, inocentes y urgidos a la vez. Las sombras casi color miel de su iris, ahora un poco más oscuro, como si todo lo que sintiera se viera reflejado allí.

Jaebum adoraba verlo así. Adoraba ese rostro lleno de tanto qué decir, adoraba el color de su piel y la forma de sus labios, sus pestañas pobladas y su nariz tan tierna en un rostro tan varonil. Toda una armonía de perfección.

Adoraba aún más verlo perderse. Sus ojos girarse en blanco a medida que su boca se llenaba más y más, gemidos ahogándose en la llenura que le brindaba. El miembro de Jaebum se hundía en aquellos labios, impune, como si fuera su genuino territorio. Todo su ser estremeciéndose en lo lánguido y pausado de los movimientos de Jackson. En la forma golosa en la que chupaba, lento, separándose cada pocos segundos y relamiéndose, admirando su obra:

El miembro de Jaebum entre una de sus manos, totalmente húmedo en presemen y saliva, una erección llena, venas hinchadas, el placer redundante en cada vello erizado de su cuerpo.

Y se volvía a hundir, sonidos de placer atravesando temerosamente la habitación. El mayor miraba desde arriba, contemplaba su arte. La belleza de Jackson en esos momentos, su suave respirar y sus cabellos, algo desarreglados, enredándose en su rostro, en sus pestañas…

Jaebum estiró sus manos, las enredó en su pelo, pero no tiró ni agarró, solo dejó que sus dedos se hundieran en las hebras, retirándolas, revelando por completo el rostro del menor, sus mejillas sonrosadas y sus ojos cerrados en éxtasis.

No recordaba momentos como ese, no recordaba una intimidad tan placentera y llena de confianza. Jackson aun escondía secretos, aristas y paisajes. A medida que su miembro se hundía dentro de él, poseyendo hasta su garganta, supo que quería descubrirlo todo. No se trataba solo de arreglar, también debía encontrar, y estaba amando la textura de su lengua, el vaivén que marcaba su cuello y la presión de sus labios alrededor de su piel.

Un suspiro suyo.

Un jadeo de Jackson.

El placer viajando por todo su cuerpo a medida que el ritmo aumentaba. Sin querer, aumentó la fuerza, los cabellos de Jackson se estremecieron en su puño cerrado. No quiso ser brusco, pero solo le bastó mover sus caderas una vez para que Jackson abriera los ojos y se quedara quieto, sus ojos mirándolo desde allá abajo, sumisos, casi rogándole porque lo hiciera una vez más.

Jaebum ahogó una maldición contra sus propios labios y comenzó a moverse. Jackson seguía sentado frente a él, sus manos aferrándose a sus caderas, su boca abierta y dócil recibiéndolo dentro. El ritmo marcado por su cuerpo fue primero lento y profundo, se metió tanto como pudo, hasta que sentía a Jackson luchar por aire y contener leves arcadas. Le gustaba el sonido de su voz ahogándose, así que lo repitió. Salía casi por entero, su propia piel tan húmeda y oscura asomándose a la vista, para luego hundirse, en un suave empuje, hasta que el fondo de la garganta de Jackson se encontraba con su glande en un roce aterciopelado y electrizante.

Jackson gimió, ansioso, sus manos aferrándose con más fuerza, suplicante, cosa que Jaebum entendió muy bien. Aumentó el ritmo, poco a poco, sus penetraciones volviéndose cada vez menos amplias y más fuertes, su caderas agresivas. Jackson lucía extasiado, aun si una mueca adornaba sus rasgos. Sus gemidos cada vez más altos, pero no lo suficiente como para preocupar. Jaebum amó verlo enrojecerse, desde la base de su cuello hasta la punta de sus orejas y sintió su orgasmo anunciarse, aun en la distancia, pero avanzando con firmeza.

Chance «JackBeom» ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora