Capítulo Veintitrés

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Dos semanas después Hope estaba saliendo de darse una ducha, una toalla rodeaba su cuerpo, mientras tanto tocaban la puerta insistentemente.

— Ya voy, ya voy. — Seguro era Bianca que la había llamado hace poco para encontrarse, iba tarde, muy tarde. Al ver quien estaba al otro lado de la puerta abrió los ojos sorprendida y musitó. — Tú no eres Bianca. — La última vez que se vieron no había terminado bien.

Damién que estaba frente a ella con unas bolsas de comida china en las manos, la miró de arriba abajo y su sonrisa se desvaneció. — No...Yo... Oh, vine en mal momento. Lo siento. Traje esto para disculparme, es una ofrenda de paz y de amistad.

Se estaba girando para irse y ella le dijo. — No te vayas... Solo dame unos minutos para cambiarme, pasa. — Él entró al apartamento y ella se dirigió a su cuarto, Damién apartó la mirada, pero supo que no fue lo suficientemente rápido. Joder, es la novia de tu mejor amigo, grandísimo imbécil, pensó torturado. Sentándose en el sofá pasó las manos por su cabello despeinándolo.

Los siguientes minutos fueron bastantes terribles para él, sus sentimientos. No podía creer lo fácil que era perder el control cerca de ella. Se discutió a si mismo su presencia allí, ¿Para qué exponerlos a ambos a tal tontería? ¿Qué motivo lógico tenía para ir a su casa? Es que definitivamente no paraba de meter la pata. Se levantó y dejó la comida en la mesa, preparándose para irse. Estaba llegando a la puerta del apartamento, cuando escuchó su dulce voz.

— ¿Estás huyendo de mí?

Él se giró para mirarla y plasmó una sonrisa falsa. — No estaba huyendo, estaba observando la decoración. — Ella estaba preciosa, no por nada ese era su apodo para ella, cualquier cosa que se pusiera se le veía increíble, eso acompañado de su hermosa cara y amable sonrisa. En esta oportunidad tenía un vestido azul cielo a medio muslo, unas sandalias bajas y su cabello en una coleta. Estaba sencilla, pero para él se veía espléndida.

— La puerta por la que ibas a salir no se destaca en la decoración, Damién. — Ella sonrió cínica.

— Está bien, me atrapaste. No quería incomodarte, cuando noté que estaba cometiendo una locura ya estaba sentado en tu sofá, así que...

— Tranquilo Damién. — Ella le sonrió tranquilizadora, dudó un momento y luego le dijo. — Sé que no vamos a ser mejores amigos, pero, podemos llevarnos bien y tener la mejor relación posible. No más gritos ni reclamos. ¿Te parece?

— Estoy de acuerdo.

— Trajiste comida, comamos. — Se dispusieron a comer y aunque estuvieron en silencio no fue incómodo en lo absoluto.

— ¿Qué planes tienes para hoy? — Le preguntó Hope.

— Nada realmente, pensé en ayudarte a terminar de arreglar tu nuevo hogar, pero por lo visto no necesitaste mi ayuda. Todo quedó genial.

— Gracias. Bueno podemos salir y hacer algo.

— ¿Por ejemplo?

Ella le sonrió de una manera muy tierna. — No tengo idea, pero quiero salir.

Damién se rió fuerte. — Está bien, vamos, yo conduzco. — Terminaron de comer y salieron, se subieron al auto de él y partieron por las calles de Vancouver, iban pasado por una tienda donde vendían dulces, ella le pidió que se detuviera. Hope perdió el control y compró de todo, desde caramelos hasta chocolate, se comportaba como una niña el día de navidad y él la veía encantado, verla así de nuevo era lo mejor, su comportamiento cuando relajado era un bálsamo para todo lo que había pasado. No podría negarle algo a ella, nunca.

Por siempre tuyo, mi amor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora