Capítulo Veintiocho

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Al llegar al hospital, Cassandra la madre de Damién abrazó muy fuerte a Sebastian, lloraba tan desconsolada que le puso a Hope los nervios de punta, con el mero pensamiento de que su desgarrador llanto se debía a que había ocurrido lo peor.

— Gracias por venir, hijo. — Le decía la pobre señora hipando.

— ¿Se ha sabido algo?

— Lo están operando. — Se separó de él y reconoció la presencia de Hope que retorcía sus manos nerviosa. — ¿Qué rayos hace ella aquí?

— No es el momento para esto, Cassandra. ¿Qué ocurrió?

— Después de visitarme, iba en camino a despedirse de unos amigos, y según lo que me comentaron, una niña se atravesó en su camino persiguiendo a un cachorro y para evitar golpearla se desvió, estrellándose contra un árbol. Oh, mi pobre bebé...— Retomó su llanto. — Nadie me dice nada, no sé si va a sobrevivir; el golpe fue horrible. Hablé con la abuela de la niña y me dijo que había sangrado mucho.

— Tranquila, todo va a salir bien. Él no va a morir. — Levantó la mirada hacia Hope, su expresión era de completa desolación, esas dos mujeres estaban sufriendo porque el hombre más importante de sus vidas se debatía entre la vida y la muerte, él se empezó a sentir agobiado, entonces le dijo a Cassandra que se quedara con Hope a lo que la señora se negó en redondo, la detestaba después de todo lo que había pasado. Sebastian en ese momento no tenía las ganas, ni la paciencia para hacer de intermediario y evitar conflictos. Con expresión dura le exigió a Cassandra que entonces se quedara en la sala de espera y a Hope que se fuese al cafetín para evitar riñas, él, por su parte, quería salir y coger un poco de aire.

Caminando por los pasillos del hospital, su mente trajo el recuerdo de tantos malos momentos y se sintió peor aún, tenía muchos sentimientos encontrados. ¿Cuándo tendría él paz? Al parecer la respuesta a eso era cuando se muriera porque en vida no acertaba una. Ese pensamiento lo sacudió, él sabía que no debía pensar así, pero el abatimiento lo enloquecía.

Divisó la capilla del hospital y se detuvo en seco. Muchos decían que Dios era la respuesta, él no estaba seguro, desde hace años había perdido gran parte de la fe y la esperanza. ¿Pero si fuese verdad? ¿Sí Dios era la respuesta para mejorar su vida? Estaba muy sumido en sus consideraciones y caminó por inercia entrando en la capilla. Un destello pelirrojo llamó su atención, una pequeña niña vestida de blanco, en sus manos se veía un rosario, la niña arrodillaba estaba llorando. Su corazón se retorció, a veces se olvidaba que otras personas también sufrían, personas más jóvenes y con dolores más profundos de lo que se podía imaginar.

Se sentó detrás de ella, y miró alrededor. Pensando en que no sabía que decir ni como pedirlo, hace años, tantos años que no pisaba un templo que ya ni se acordaba.

— Hola. — Fue el susurro de la pequeña pelirroja.

— Hola, pequeña. — Él la miraba enternecido.

— ¿Vienes a pedirle algo al señor? Te veo muy desorientado. — Diciendo esto se sentó a su lado.

— Es que... guao... esto me avergüenza un poco, no sé cómo rezar.

Ella sonrió tiernamente. — Dios no necesita que le pidas con grandes rezos si no sabes y menos en un momento de profundo desaliento, solo quiere que confíes en él, en su amor y misericordia. Con tener fe en que te está escuchando, en que se preocupa por ti y te ama, es suficiente. Puedes arrodillarte y pedirle lo que tenga atormentado a tu corazón en tus propias palabras, él entenderá y responderá. Luego, si gustas, te acompaño a rezar.

Él se arrodilló y después de muchos años decidió confiar en una fuerza sobrenatural, en aquel que miles amaban y confiaban. — Dios. — Oró bajito. — Tú todo lo sabes, sabes que tengo años en que ni te pienso, sabes en todo lo que he pasado y lo que siento, perdóname. Sabes que no sé pedírtelo de otra forma. Ayuda a Damién, sálvalo, por favor, te lo ruego. Dale la oportunidad de observar un nuevo día, de tener una familia. Sabes que en este momento no estoy de buenas maneras con él, pero no quiero enterrarlo. Por favor, ayúdalo. Y ayúdame, a perdonar y a sanar.

— Dale las gracias de una vez. — Susurró la pequeña. — Dale las gracias porque confías en él.

— Gracias. — Continuó él habiendo escuchado a la niña. — Gracias por escucharme y por responderme.

— Bien. — la pequeña le susurró. — Ahora recemos. — La niña rezó con él un buen rato, estaba impresionado de la fe de esa niña, en pocos minutos le enseñó mucho y cuando terminaron de rezar la niña le preguntó.

— ¿Cómo te llamas?

— ¿Sebastian y tú?

— Sarah.

— ¿Con quién estás, Sarah? — Le preocupaba que una niña tan pequeña estuviese sola por ahí.

— Con mi abuela, está allá atrás. — Respiró aliviado, de reojo había visto hace rato a la señora, que bueno que no estaba sin supervisión la niña.

— ¿Tú mamá está enferma? — Preguntó con curiosidad la niña.

— No, cariño. Mis padres murieron hace tiempo. Es un amigo que tuvo un accidente.

— Mis papás también murieron hace tiempo. — Sus ojitos reflejaron una profunda tristeza. — Yo estoy aquí porque por mi culpa alguien está lastimado, le estoy pidiendo a Dios por él

— ¿Por tu culpa? — Sebastian ya sabía quién era la niña.

— Rose, mi cachorra se escapó, en un momento la tenía cargada y en otro se sacudió y escapó. — Sus ojos se llenaron de lágrimas e hizo un puchero, su linda carita en forma de corazón se arrugó acentuando más sus pecas. — Salí a buscarla y no vi que venía un auto, para no arrollarme chocó contra un árbol... Y está muy mal, todo es por mi culpa.

— Fue un accidente, no tienes la culpa. Son cosas que pasan.

— Mi abuela está muy mal, no tenemos para pagarle...

— No te preocupes por nada pequeña, por absolutamente nada. Solo sé más cuidadosa a partir de ahora, ¿De acuerdo?

— Sarah, ven aquí. — Llamó la señora. — Deja de molestar al señor. — La niña lo miró avergonzada y se limpió sus lágrimas con el dorso de su mano. Sarah se estaba yendo cuando él le preguntó.

— ¿Por qué me pediste que diera las gracias antes? — Le dio mucha curiosidad.

Ella le sonrió y le respondió con voz congestionada. — Hay un pasaje en la biblia que expresa. "Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán." Las cosas buenas y puras, claro — Se despidió agitando su mano. Sebastian salió de la capilla rato después, yendo a la sala de espera se encontró con Hope sentada en el piso acurrucada y a Cassandra parada al otro lado de la sala.

En cuanto se acercó a Hope, se sentó a su lado y ella le tendió un vaso con café. A pesar de toda la tormenta que estaba atravesando, hablarle a Dios le dio una tranquilidad inexplicable. Tenía confianza en que todo iba a pasar e iba a estar bien, claro, seguía preocupado y molesto, pero ya no sentía esa opresión en el pecho que te hace hasta nublar la razón.

Varios minutos pasaron y Hope habló con voz temblorosa. — Espero que algún día me puedas perdonar.

Él cerró los ojos. — Hoy no. — Se iba a quedar en silencio, pero no pudo. — Me duele el corazón Hope, la traición fue doble y no sé cuándo deje de doler. — Ella estaba muy callada y el decidió confesarse. — Me di cuenta de que te estaba perdiendo. Nunca imaginé que por mi mejor amigo, pero lo sentía. Te propuse matrimonio para mostrarte lo magnífica que podría ser nuestra vida, pero en contra del amor no puede nadie. — Se puso de pie y se dirigió hacía Cassandra, ella lo abrazó fuerte.

Cuatro horas después el médico salió, y les dijo que Damién estaba vivo, pero que lastimosamente entró en un estado de coma debido al fuerte impacto; traumatismo craneoencefálico fue el diagnóstico del médico. Cassandra gritó y Hope lloró desconsolada. Sebastian se estaba esforzando por no desfallecer, aunque no lo demostraba el también sentía un gran desasosiego.

Que el cielo los ayudara.

Por siempre tuyo, mi amor ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora