Capítulo 1. Libertad.

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A pesar de ser apenas mediodía, la oscuridad ya inunda el pequeño local en el que la gente se amontona y habla mientras una fuerte música retumba en sus oídos, únicamente iluminados por algunos focos y luces de neón; algunos guardias fornidos observan el lugar parados junto a cada una de las puertas, pero eso no parece importarle a la gente, ya que cada uno se centra en sus negocios; porque allí, todo el mundo va para negociar algo, ya sea sobre drogas, sexo, armas, dinero... en ese sitio solo se juega con los intereses de cada uno.

Ella ya se ha vestido como todos los días, con sus pantalones y su top negros, unas botas altas y su pelo largo suelto, cayendo por toda su espalda; se maquilla y mira su serio reflejo una última vez en el espejo antes de salir a enfrentar otro día más en ese antro.

Lydia camina entre la gente con paso decidido y la vista al frente, sin fijar la mirada en nadie y evitando a toda costa a cualquiera que se quede mirándola a ella. A diferencia de otras mujeres que andan por allí, a ella no la toca nadie nunca; nadie se atrevería, y si alguien que no conoce ese lugar intenta siquiera rozarla, se arrepentiría bastante. Finalmente, la chica llega junto a la barra y pide algo para beber, cualquier cosa con alcohol; lo necesita para ganar paciencia y seguir allí un día más sin perder los papeles.

Apenas le da tiempo a pegarle dos sorbos a una velocidad normal cuando uno de los guardias llama su atención tocando ligeramente su hombro; cuando la muchacha se gira y lo ve capta perfectamente lo que quiere, y termina su vaso casi lleno de un solo trago antes de seguirle. De nuevo comienza a esquivar a gente para dirigirse a su destino, y es al fin cuando llega a un pasillo totalmente despejado cuando puede volver a respirar plenamente; pero esa sensación no dura mucho más de unos segundos.

Cuando Lydia abre la puerta de la sala a la que tiene que ir y ve al hombre que la espera sonriendo falsamente desde su mesa, la chica nota como su respiración se vuelve a agitar. Lleva siete años viendo esa cara a diario, pero sigue produciéndole escalofríos.

- Pasa, siéntate- le dice el hombre. Ella entra y toma asiento frente a su mesa. Al hacerlo, repara en que hay otros dos guardias tras él, y en la puerta está el que le ha acompañado hasta allí -. ¿Qué tal has pasado la noche?
- No sé, estaba durmiendo- se limita la chica a contestar con su habitual tono cortante y dirigiéndole una mirada penetrantemente al hombre. Este ríe con sorna mientras niega con la cabeza.
- En fin, nunca cambiarás.

La chica solo pone los ojos en blanco cuando oye ese comentario, y suspira con cansancio antes de volver hablar bruscamente:

- Lo que sea dilo rápido. ¿A quién tengo que sobornar ahora?- él niega con la cabeza.
- Nada de eso, Lydia.
- ¿Drogar?
- No.
- ¿Robar?

El hombre sigue negando y ahora pasa a sonreírle maliciosamente, algo que a la chica le da una muy mala sensación.

- Piensa en el pecado mayor, chica. De eso se trata esta vez.

Lydia piensa por unos segundos frunciendo el ceño, y cuando cae en la cuenta de lo que le está pidiendo abre los ojos ampliamente; ahora es ella la que niega repetidas veces.

- No pienso matar a nadie- niega rotundamente, soltando las palabras en un susurro lleno de odio-. Me niego a hacerlo.
- ¿Ah, si? ¿Crees que puedes negarte?
- He accedido siempre a tus misiones de mierda, pero cuando no quiero hacer algo no lo hago, y lo sabes- explica la chica tajantemente-. Esta vez no va a ser diferente. No lo voy a hacer.
- Ya tienes 20 años, no vas a seguir siendo una niña siempre. Ahora vas a tener que afrontar otras situaciones.
- ¿O qué?- le pregunta Lydia de mala gana, retándole.

El hombre ahora cambia el gesto y también se pone serio, pero aún curva sus labios en una ligera sonrisa de suficiencia que solo le provocan a la chica ganas de pegarle un puñetazo en ella.

Wingless || Ben HardyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora