Capítulo 11. Cicatrices.

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En el cielo nocturno y estrellado todo parece perderse entre la oscuridad y la infinidad del firmamento; cada parpadeo brillante que representa una estrella puede que al día siguiente, o incluso en unas horas, ya no esté. Es algo complejo, pero a la vez muy sencillo; las cosas se crean y se destruyen para dejar paso a otras nuevas, y así constantemente. Nada ni nadie recuerda luego lo que fue de ese astro que hasta hace un momento brillaba.
Lydia piensa todo eso mientras observa en silencio la noche, y por un momento se pregunta con frustración por qué no pueden funcionar así los recuerdos, por qué no pueden irse tan rápido como se crean y no dejar rastro en la memoria; o al menos, por qué no funciona así con los malos recuerdos.
Al cabo de un rato que a ella le parecen segundos y no los minutos que en realidad la chica lleva callada, nota como Warren hace chocar su hombro con el de ella para llamar su atención.

  - ¿Estás aquí?- pregunta él tras comprobar que su amiga tiene la mente en otro sitio.

Ambos se encuentran de nuevo en su lugar secreto, su querida azotea; Lydia le pidió si podían subir allí esa noche tras el experimento que realizó esa misma mañana. Los dos siempre acuden allí cuando están alterados o necesitan un tiempo sin ser interrumpidos, y ese es el caso de la chica esa noche.
Lydia suspira tras mirar a su amigo, que la observa con curiosidad y algo de preocupación por lo que pueda entristecerla. Ella, sin duda, quiere contarle a Warren que es lo que le ocurre, pero no sabe como empezar; es una de esas cosas que no le ha contado a nadie en toda su vida, ni siquiera a Charles esa misma mañana cuando le ha preguntado sobre su pasado.
Nadie lo sabe, solo será él quien pueda conocer la verdad; y Lydia quiere buscar las palabras adecuadas para semejante historia.

- Hoy he vuelto a estar en el laboratorio.
- ¿Y qué tal?
- Hemos... descubierto algo nuevo.

Warren ahora observa a Lydia elevando las cejas y con evidente expectación por lo que pueda venir a continuación.

- ¿El qué?
- Digamos que, si me cabreas mucho, soy capaz de dislocarte un hombro con solo darte una palmadita.
- Vale, me he perdido- termina por decir el chico al no entender nada de su explicación, y Lydia ríe ligeramente por su expresión confundida.
- Charles dice que tengo una especie de súper fuerza, y que de momento solo sale a la luz cuando estoy en situaciones de mucho estrés o me enfado muchísimo.
- Eso no está mal, ¿no?

El chico se da cuenta de que algo falla cuando Lydia le mantiene la mirada de forma inexpresiva pero sin contestarle. Al notar eso, él elimina la poca distancia que les separa para quedar junto a ella y mirarla aún más fijamente a los ojos.

- ¿Qué pasa?- tras esa pregunta, la chica suspira pesadamente y pasa una mano por su cabello.
- También me ha preguntado si en algún momento de mi pasado hice algo parecido estando agobiada o algo así... y lo cierto es que si, fue así. Nada más entrar al antro ese en el que estaba.

Cuando Warren escucha esas palabras y ve el gesto amargo de Lydia, se gira para quedar por completo mirando hacia ella y se inclina un poco para prestarle toda su atención.

- ¿Quieres contarlo?

Ella asiente repetidas veces, y finalmente acaba por tragar saliva antes de comenzar con su monólogo.

- Como ya sabes, yo llegué allí con trece años. Era una niña, estaba muy asustada y no sabía a dónde me había llevado ese hombre ni por qué mi padre no había hecho nada por mi. Apenas podía articular palabra; bueno, si es que me quedaba aún voz después de gritar durante todo el camino en busca de ayuda- la chica relata todo esto con cierto desprecio hacia esa época de su vida, pero sacude la cabeza y trata de continuar con su historia sin que le pueda la amargura al recordarla-. Aunque yo siempre me negué, y luego nunca llegué a verme en esa situación, lo primero que ellos buscaron de mi fue el negocio seguro. Ya sabes... prostituirme.
- ¿Qué?- interrumpe Warren tras escuchar esas palabras- ¿Estás de coña?
- No, aunque me gustaría- asegura la chica riendo con sorna.
- Serán imbéciles...- con cada palabra que el chico pronuncia, este nota como un odio intenso se empieza a desarrollar en su interior hacia esos explotadores que ni siquiera conoce, y su mandíbula se tensa cada vez más.
- Si, y unos enfermos al intentar hacerle eso a una niña de trece años- y, además de todo eso, para Warren también es importante el hecho de que intentaron hacerle eso precisamente a ella, a Lydia; le pone de los nervios si quiera imaginarlo-. Bueno, el caso es que ellos lo tenían todo preparado: la ropa, los zapatos, me maquillaron, me dijeron que tenía que hacer... en fin, todo repugnantemente planeado. Aunque yo me resistía, al final acabé con ese mini vestido en una habitación con un par de hombres, que eran los que me esperaban para... en fin, eso- a Lydia le cuesta explicar lo que tenían pensado hacer con ella, y nota como un escalofrío le recorre la espalda-. Se acercaban a mi cada vez más, y en el momento en el que me vi acorralada empecé a defenderme tan inútilmente como sabía, con algún puñetazo débil o patadas sin fuerza. Pero para mi sorpresa, tras atinar un par de veces en sus pómulos con mis puños y en sus costados con mis rodillas, los dos hombres se quedaron tirados en el suelo, retorciéndose de dolor, y con la cara totalmente entumecida por el puñetazo que a mi me había parecido pésimo a la hora de propinarlo. Yo no lo entendía, y mi "jefe" tampoco; en realidad nadie lo entendió, pero supongo que se lo tomaron como una advertencia de que no iba a dejar que me hicieran lo que quisieran. Vieron que era buena peleando, y a eso me dediqué. En realidad, todo lo que logré hacer después lo hice porque con el tiempo me entrené y acabé siendo hábil y rápida, porque algo como aquello no me volvió a suceder hasta esta mañana. Supongo que en la primera ocasión me vi totalmente acorralada y en peligro, y los poderes salieron. Hoy sería porque me enfadé hasta un punto extremo.

Wingless || Ben HardyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora