Antes | Amanda

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 El entrenamiento era exigente y ser parte de los Cephei le agregaba presión extra. Incluía clases de historia, culto, valores, biología, botánica, defensa personal, educación física, rastreo, entre otras, que armaban un balance de conocimientos y habilidades físicas y mentales. En la teoría me iba regular, el problema era la práctica, sobre todo aquellas con exigencias físicas.

Todavía no controlaba mi transformación.

Suspiré tocando la marca en mi hombro, el recordatorio de la noche que le dio un vuelco a mi existencia.

Como si mi pensamiento lo hubiese invocado, detuve mi andar al ver a Drake del otro lado del pasillo, saliendo de la habitación de Corinne. Nuestras miradas chocaron y un estremecimiento me recorrió. Mis piernas temblaron. Un breve instante bastó para causar estragos.

En cuanto pudo desvió la vista. Caminó hacia mí, con los ojos hacia el frente, mas sin observarme. Contuve la respiración cuando pasó a mi lado. Y me mantuve ahí quieta incluso varios minutos luego de su partida.

Ahora en lugar de despertar su interés, como Paula señaló, parecía que me aborrecía. Mi horario había cambiado, por lo que nuestras coincidencias eran más frecuentes. No obstante, hacía lo posible por esquivarme o ignorarme.

Todo el recorrido desde ese lugar hasta mi recamara me olió a él.

Según Arthur me explicó, la necesidad que tuve de él se debió a lo que se denominaba vínculo de conversión, un lazo casi obsesivo del mordido hacia su atacante, volviéndolo capaz de hacer lo que sea por complacerlo. Era peligroso y se recurría al aislamiento para desvanecerlo. Quizá Drake todavía se sentía culpable por haberme transformado.

—Hueles a él

Di un brinco al escuchar la inesperada voz femenina. Mi espalda chocó contra la puerta que acababa de cerrar. Estuve tan distraída pensando en él que no me percaté de la señora sentada sobre mi cama.

—¿Quién es usted?

Era una señora con una larga melena plateada ondulada. Las arrugas bajo sus ojos púrpuras y pómulos eran pronunciadas. Su figura esbelta se encontraba envuelta en un vestido azul manga larga tejido y unas medias grises hasta las rodillas. En su regazo tenía una orquídea blanca.

—Seguirás oliendo a él durante mucho tiempo, niña. Llorarás lágrimas de sangre. Un amor prohibido, sufrimiento, lucha, decepción, sacrificio. Te creerás derrotada, pero la luz de la diosa brilla fuertemente sobre ti.

No le hallé coherencia a lo que dijo. Me preocupé cuando agitó las manos cerca de sus oídos, como si intentara espantar algo.

La manilla de la puerta giró y pretendieron abrirla. Me aparté para cederle el paso a la persona. Se trataba de Paula. Y no estaba sola, Lisa, la hija de la encargada de los impuros jóvenes, la acompañaba.

—Por fin te encuentro, Amanda —dijo Lisa acercándose a la desconocida. Extendió su mano—. Ven, Arthur te está buscando.

La señora miró de Lisa a mí y viceversa, decidiendo qué hacer.

Paula se quedó parada junto a mí con los brazos cruzados.

—Cuando regresé de bañarme ella estaba aquí. Nunca la había visto —susurró—. Comenzó a decir cosas sin sentido, así que fui por Melina, pero está de expedición.

—Vámonos, Amanda. No quieres que Arthur se ponga triste, ¿o sí?

Amanda negó. Dejó la flor sobre el edredón y aceptó agarrar la mano de Lisa poniéndose de pie. La guió hacia la salida.

—Esto debe quedar entre nosotras. No le comenten a nadie sobre Amanda, ¿entendido? —nos pidió la pelinegra antes de partir.

Mi amiga y yo asentimos. Lisa era una pura, debíamos obedecer.

No tuve que mencionarlo para enterarme, tiempo después, de detalles sobre aquella inesperada visitante. Lisa tuvo que informarle al alfa del encuentro y él mismo me habló de Amanda cuando estuvimos a solas.

A Amanda la hallaron en una expedición por el bosque, cerca del manantial, a escasos metros de la Montaña de las Almas, inconsciente. La trajeron a las instalaciones y atendieron, pero cuando despertó lo hizo sin saber quién era y sin recordar absolutamente nada de su pasado. Olía como una de los nuestros, se corrió la voz por las manadas de la región, mas nadie la conocía. Al poco tiempo descubrieron que escuchaba voces y también tenía episodios agresivos. Arthur no tuvo corazón de abandonarla, así que decidió mantenerla oculta y vigilada.

Comprendí que se trataba de una persona enferma, por lo que paré de intentar descifrar el significado de sus palabras. No fue hasta que Drake empezó a adentrarse poco a poco en mi vida que su predicción fue cobrando sentido.  

  

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La Desertora | Trilogía Inmortal I [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora