Antes | La protegida de la reina

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Cada vez que posaba sus ojos ensangrentados en mí, un escalofrío fantasma me recorría

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Cada vez que posaba sus ojos ensangrentados en mí, un escalofrío fantasma me recorría. Fantasma porque no le permitía a mi cuerpo dar señales de ello, mas una ligera sensación del mismo se reflejaba en la boca de mi estómago. Esa vocecita enemiga, de la que siempre habló Rinc, susurraba en mi mente que Monique, la reina del Clan del Norte, sabía que yo era una infiltrada, enviada para vigilar el crecimiento y las actividades de los vampiros a su cargo. Cuando se movía, me imaginaba que en el siguiente segundo tendría las manos en mi cuello con el fin de arrancarme la cabeza.

Aunque la paranoia se suavizara, continuaba latente, porque estaba expuesta al peligro constante. En eso se había convertido mi vida, en esos meses que acepté espiar para los Cephei, poniendo en práctica lo aprendido con Rinc. Normalmente, en la región, los Arcturus eran quienes asignaban más misiones de ese estilo a sus integrantes, sin embargo, no estaba de más tener ojos propios recopilando información. No se trataba de desconfianza, sino de ser precavidos. Las alianzas existían, pero las rivalidades también. Por eso, aunque contara con un aliado de Arcturus en esas instalaciones, Kevin, no podía fiarme por completo de él. En conclusión, me encontraba por primera vez sola y en un nido de monstruos despiadados.

—¿Sabes lo que me gusta de ti, Vanessa? —me preguntó un día Monique.

Estaba de pie admirando el fuego procedente de su chimenea, mientras yo limpiaba los rastros de sangre en mis brazos con agua de una vasija. Horas antes tuve que descuartizar a tres humanos para repartir sus partes entre los que fueron a la cacería. Había sido una prueba, lo sabía. Quiso cerciorarse de que fuera capaz de hacerle atrocidades a inocentes.

—No sabría decirle —admití en voz baja.

—Que, aunque disfrutes lo que haces, nunca pierdes el control. No somos animales, así que no podemos cegarnos por la sed, o ceder ante nuestros impulsos. Esa es una cualidad que le hace falta a Thomas.

—Es difícil no beber sangre con tal de preservar mi imagen de Hija de Diana, pero sé que podría serle útil en cualquier momento.

Esa fue la excusa para evitar que me obligaran a tomar sangre. Agarré la toalla junto a la vasija para secarme.

—Agradezco tu sacrificio. No quiero verte como una Maldita de Aithan. —Se apartó de la chimenea y vino hacia mí. Posó la mano en mi mejilla para fijar mi mirada en ella—. No quiero que mi futura mano derecha se transforme en una bestia.

—¿Su mano derecha?

—Si sigues así, en eso te convertirás. Ya formas parte de mi círculo de confianza y a Thomas no le caería mal un poco de ayuda. El clan está creciendo.

—Sería un gran honor.

En los labios de Monique se reflejó la sombra de una sonrisa. Luego, se apartó y dirigió a su escritorio, donde tenía carpetas que le permitían mantener el control de su gente y recursos.

La Desertora | Trilogía Inmortal I [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora