Antes | Sacerdotisa

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Asistir al templo de había vuelto incómodo

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Asistir al templo de había vuelto incómodo. De hecho, estar en el mismo sitio que Corinne lo era. Y peor si Drake también lo estaba. Los rumores de lo nuestro ya se habían esparcido y era obvio cómo él la desplazó. Lo nuestro no era algo público todavía, pero su lejanía con Corinne sí.

Pese a ello, la rubia estaba por terminar su formación como sacerdotisa. Pronto sería su ascensión, Emir se iría y ella asumiría el cargo de guía espiritual. Era un puesto que le correspondía a la pareja del alfa y para eso fue educada a lo largo de su vida. Esa era la tradición y supuestamente el mandato de Diana, pues ella le susurraba al oído a las elegidas como sacerdotisas. Entonces, ¿qué ocurriría si las promesas de Drake eran ciertas?

Mi curiosidad me llevó a buscar casos similares en la biblioteca, mas no encontré nada útil. Ninguna historia de una sacerdotisa impura, ni de un alfa con una esposa con esa característica. Ni en las manadas de la región, ni en el resto del mundo. ¿Cómo no tener más dudas así? No me sentía con la suficiente fortaleza para ser parte de un hecho inédito y hacer historia.

Mientras asistía a esas charlas sobre la diosa y los ocasionales eventos para rezarle o encender velas, le pedía algún tipo de señal. Así fuera una simple brisa sobrenatural. Necesitaba algo que me afianzara su existencia o fuera una respuesta a lo que le preguntara en ese momento referente a ni relación con Drake. A pesar de ya llevar meses siendo una de sus hijas, todavía no había nacido mi fe. Sin embargo, una parte de mí temía que quisiera castigarme por interferir en el orden natural de la manada.

—No, Vanessa. Tú quédate, por favor —pidió Emir impidiendo que saliera junto al resto del grupo de chicas del templo.

Paula volteó para mirarme, pero le hice una seña para que se fuera.

Obedecí a la sacerdotisa suplente y me acerqué a ella.

—Dígame.

Guardó silencio por unos instantes, tiempo en el que no pude evitar palpar mi remordimiento. Haya sido o no mi intención, la relación de años de su pupila se acababa en parte debido a mí.

—Corinne —fue lo que dijo antes de retirarse a la habitación de la sacerdotisa.

La rubia dejó de encender las ramas de artemisa en el otro extremo del templo y se acercó a mí. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Siéntate conmigo —indicó siguiendo de largo y ocupando la banca más cercana.

No me observó, sino que mantuvo su vista fija en la estatua de Diana.

Me mantuve callada. No podía imaginar qué iba a decirme. ¿Acaso me insultaría? ¿Me exigiría que me alejara de Drake?

Y, ¿yo le haría caso?

No. Drake no era de su propiedad y me había escogido a mí.

—Se va a cansar de ti —soltó Corinne de un momento a otro—. Lo hará. Lo conozco. Así que, ¿por qué no te ahorras el sufrimiento y a mí la amargura? Él no va a darle la espalda a su derecho de nacimiento por ti. No le hará eso a Arthur.

Me quedé mirándola perpleja. No creí que fuera a ser tan directa.

—Eso no depende de mí —murmuré.

Pensé en todo lo que Drake había insistido para que confiara en lo nuestro. Él era quien me había hecho no desistir. Él era quien me daba la fortaleza para ignorar lo que comentaban a mis espaldas.

Corinne sonrió como si le pareciera divertido lo que acababa de decirle. Todavía no giraba a mirarme.

—¿Y de quién, entonces? ¿De Diana? Solo no me digas que es el amor, porque alguien como Drake necesita más que eso.

Me puse de pie.

No quería estar en esa situación. Entendía que estuviera herida y que creyera que enfrentarme de esa manera le daría así fuera una pizca de calma, pero no iba a convencerme.

—Ya no me habla.

Demoré mi partida para saber a qué se refería.

—¿Quién? —pregunté—. ¿Drake?

Retiró los ojos de la estatua para posarlos en mí. Tenía lágrimas en ellos.

—La diosa. Antes podía escucharla, pero ya no. Emir dice que es por el rencor que te tengo y por eso debía tener esta conversación contigo, pero no creo que funcione. No había odiado antes a nadie —admitió.

Me costó saber cómo reaccionar. Tal vez más que perder el cariño de Drake, le carcomía el hecho de estar quedándose sin el resto de las cosas que creyó seguras en su vida, como el de ser sacerdotisa. ¿Acaso sí era por ese sentimiento negativo hacia mí, o porque Drake de verdad ya decidió que ella no sería su compañera?

—Corinne, yo no sé cómo...

Pasó los dedos por sus ojos. Suspiró.

—Eres una impura, por eso nunca entenderás. La diferencia entre ustedes y nosotros es que nacemos y crecemos en esta realidad, por lo que nos pertenece. No importa lo que hagas, jamás estarás a la altura de Drake.

 No importa lo que hagas, jamás estarás a la altura de Drake

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La Desertora | Trilogía Inmortal I [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora