Antes | Prueba de amor

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—No tienes que hacer esto por mí —dije—

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—No tienes que hacer esto por mí —dije—. No puedes hacerle esto a Arthur.

—Ya está hecho, Vanessa. Desde el instante en que descubrí que te amaba, supe que ya no podría ser alfa y no me arrepiento. Además, sé que Josh hará un buen trabajo.

A pesar de conmoverme por haberme escogido por encima de todo, no pude evitar sentirme culpable por haberlo orillado a renunciar a su derecho de nacimiento. ¿De verdad yo significaba tanto para él como para renunciar a todo? Sus padres murieron y Arthur fue quien terminó de criarlo, ¿lo decepcionaría por mí?

Drake dio un paso y luego otro hasta tener sus brazos envolviéndome. Había notado mis dudas, como siempre detectaba lo demás. Me relajé contra su hombro, disfrutando de sus caricias en mi cabello.

—No diré que será fácil, porque sabes que no será así. Pero te prometo que lucharé contra quien sea para que podamos estar juntos. No tienes idea de lo que soy capaz de hacer por ti.

—¿Y Corinne? —murmuré.

Todavía conservaba fresca en mi mente la conversación que tuvimos en el templo.

—Mañana vienen sus padres y hablaré con ellos. No pasaré el resto de mis días con alguien que no amo. Solo puedo imaginarme a una persona caminando hacia mí vestida de blanco.

Sonreí ante la idea. Me aparté un poco y deposité un beso en sus labios.

—¿Sí apoyas mi idea de hablar con Los Tres entonces?

Tan solo su mención me erizaba la piel. No los había visto en persona, pero sí leído de ellos y de sus habilidades. Estar en su presencia debía ser escalofriante.

Iba en serio y ya no quería retrasarlo. Eso tenía claro, mas no que me pidiera que lo acompañara.

Los Tres no se encontraban en la usual Sala del Consejo, sino en el templo.

En la entrada de madera con acabados de metal, había dos cuidadores de Los Tres. Drake se acercó e intercambió unas palabras con ellos. Los sujetos me miraron de reojo, tardando demasiado en cedernos el paso. No fue sino hasta que una voz del interior les ordenó abrir las puertas que nos dejaron ingresar.

—¿Qué te trae por aquí, nieto de Arthur? —preguntó una voz.

—Eso ya deben saberlo —replicó Drake.

En la primera fila de los bancos, se encontraban tres figuras encapuchadas. Se pusieron de pie y nos encararon, dejando sus rostros al descubierto. Permanecí detrás del castaño, intimidada.

—No pudimos ponernos de acuerdo si tendrías la valentía de hacerlo o no.

Supe que Sira era la que hablaba. Era la más hermosa y a la vez la más perturbadora de contemplar. Carecía de la vista. Sus ojos eran órbitas completamente blancas sin iris y sin pupilas. Era su marca celestial de nacimiento, el precio que pagar por tener la habilidad de espiar el futuro de vez en cuando. Cada uno de los hermanos poseía una deficiencia en un sentido vital para el desenvolvimiento pleno en una sociedad.

La otra mujer era Minerva. Se decía que tenía una sabiduría infinita. Los dioses susurraban en sus oídos, y como lo hacían todos a la vez, ella no era capaz de escuchar las palabras de los mortales. Por suerte era excelente en la lectura de labios.

Y el menor, por haber nacido unos minutos después, era Catriel. Una tela cubría su boca, mas yo sabía lo que ocultaba. Sus labios estaban sellados por una extraña cicatriz que le impedía hablar. Algunos aseguraban que poseía la habilidad de entrar en la mente de los demás.

Como dije antes, mi fuerte era la teoría.

—Bueno, aquí estoy —continuó Drake. Extendió el brazo hacia atrás y sujetó mi mano—. Ya tomé mi decisión. Vengo a...

Los tres alcanzaron sus manos en unísono para silenciarlo.

—Que la chica espere afuera —indicó Sira—. No es digna de estar aquí.

Ese fue un fuerte golpe. No se trataba de una simple pura, sino de la consejera de los alfas de la región, vinculada con los dioses. Una vez más, el universo me gritó que Drake y yo éramos de peldaños diferentes en la escalera de clases.

Drake apretó mi mano y supe que contraatacaría, por ende, me anticipé. Solté su mano.

—Está bien. Me retiro —dije—. Solo quiero que sepan que yo no le pedí que hiciera esto por mí.

—Te equivocas, niña. Tú pudiste haberlo evitado todo.

 Tú pudiste haberlo evitado todo

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La Desertora | Trilogía Inmortal I [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora