Los cambios que tuve en el tiempo que viví con Rinc no los percibí de inmediato. Se fueron dando poco a poco, desapercibidos, hasta que de un momento a otro me descubrí actuando, pensando y viendo el mundo de manera distinta. Se transformaron en parte de mí, tanto que en lugar de cambios se sintieron como conductas que siempre estuvieron ahí. La Vanessa rota de antes parecía una persona ajena a mí.
De igual forma sucedió con la visión de Rinc acerca de mí. Demoró unas semanas, pero gradualmente dejé de estar en período de prueba y pasé el examen de admisión. Su trato mejoró. Se tornó más explicativo e inició el arduo entrenamiento.
Me acostumbré a las caminatas entre los árboles, al ruido del río y a la sensación de libertad. Me volví consciente de cada célula de mi cuerpo, de cada latido de bombeo de mi corazón, de cada contracción y expansión de mis pulmones, de cada doblar de mis articulaciones. Logré pensar con mayor claridad, manteniéndome serena incluso bajo presión. Llegué al punto de sonreír con ganas mientras experimentaba dolor. Pude mentir sin reflejar ni la más mínima señal de ello.
Me sentía lista para enfrentar cualquier desafío y no dudé en decírselo a Rinc. Ese día me lo dio como libre y lo pasé acostada bajo un árbol disfrutando del viento. Esa noche fue la primera vez que me acosté y no me quedé dormida de inmediato debido al cansancio. Mantuve la vela encendida un rato para ojear un libro de historia romana que tenía Rinc en su colección. Con la llegada del sueño, apagué la llama con un soplido y cerré los ojos.
También fue la primera vez desde que llegué que Drake se coló en mis pensamientos. Mi subconsciente lo trajo a escena y no me permitió despertar. Lo imaginé ya casado con Corinne y con tres niños correteando a su alrededor. Parte de la visión fue poco probable porque apenas llevaba casi un año lejos de la manada. Me miraban con caras de burla y alrededor se oían murmullos de lo ilusa que fui.
Esa pesadilla fue el inicio de un pésimo descansar que se convirtió en un peligro para mi vida. Lo que consiguió regresarme a la consciencia fue un fuerte olor que inundaba la habitación. No pude evitar toser y sentir que me faltaba el aire. Mis ojos y nariz ardieron. El humo proveniente de la quema de acónito ingresaba a la cabaña por la única ventana de la misma.
Hice la sábana a un lado y llamé a Rinc. Cuando salí de la cama aún no recibía respuesta. Mi cuerpo estaba pesado, mis movimientos torpes. Aunque el espacio era reducido, el camino hacia la puerta lo percibí como kilómetros de distancia. Pude poner la mano en la manilla y girarla, sin embargo, la puerta terminó de abrirse debido a mi peso cayendo sobre ella. Me desmoroné en el césped, desesperada por oxígeno.
Mientras batallaba contra el cierre de mis párpados, tres siluetas aparecieron en mi campo visual. Cubrieron mi cara con una bolsa y, a pesar de mis intentos por liberarme, lograron cargarme sin problemas. No tardé en perder la consciencia.
Al recuperarla, me encontré a oscuras, sin un solo rayo de luz para distinguir figuras. Percibí hallarme sentada y encadenada a una silla. Del resto, absolutamente nada. No había olores. No había sonidos. Solo estaba cada espacio cubierto por negrura.
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La Desertora | Trilogía Inmortal I [COMPLETA]
Hombres LoboVanessa regresó para salvarlo, sin imaginar que quedaría atrapada en medio de una lucha de poder, envuelta en más mentiras y rodeada de traidores. *** El pasado siempre regresa y Vanessa lo tuvo claro el día que decidió huir. Fue consciente de que n...