Llegué a mi casa de malhumor. Hoy era uno de esos días en los que Vanesa no podía quedarse en casa o yo no podía ir a la de ella porque tenía una cita.
Sin nada que hacer y sin ganas de tener que soportar a mis padres, agarré tres cervezas de la heladera, me puse la capucha y salí a la calle.
Deambulé por las calles de tierra hasta que anocheció. A estas horas todos ya se encerraban en sus casas y cualquiera que estuviera por la calle tenía dos objetivos: hacer daño o ser dañado. Yo entraba en la segunda categoría.
Había un club de pelea a unas cuadras de mi casa. Había entrado allí por primera vez a los diez años. Mi madre estaba enferma y en cama así que mi padre aprovechó la oportunidad para llevarme a hacer una salida de chicos. Por supuesto que solo quería llevarme allí para hacer dinero. Fue la primera y última vez que salimos como padre e hijo.
El objetivo era pelear hasta que uno de los dos no pudiera levantarse o se rindiera. No había ningún tipo de regla excepto que no se podían usar armas de fuego.
Desde que entré hasta hoy permanecí invicto, increíblemente siguen apareciendo hombres dispuestos a pelear contra mi, creyendo que tienen una oportunidad. El ego de los hombres a veces es más grande que su coherencia.
Estaba un poco borracho cuando llegué al lugar y me adentré. Ya habían dos hombres peleando así que debía esperar. Me acerqué a Jonatan, el tipo que manejaba el lugar y le dije que yo iba siguiente, sus ojos se iluminaron cuando me vieron, como siempre lo hacían: yo era dinero fácil.
Fui a la "barra" y pedí una jarra de fernet con coca. Debido a las ganancias que le daba al lugar, me daban bebidas gratis si peleaba durante algún momento de la noche.
No tardé en estar rodeado de chicas. Una de ellas parecía ser mayor, al menos veintidós años y la otra parecía de mi edad. Las dos eran morochas, con el pelo muy negro y unos ojos muy bonitos.
-Hola Thunder- me saludaron. Trueno. El nombre me lo había puesto un borracho perdido. Le decíamos a así a los chetos que se emborrachaban hasta tal punto que terminaban acá de alguna manera. La primera vez que me llamó así nadie comprendió y algunos estuvieron a punto de cagarlo a piñas, ¿Quién era este que aparecía de la nada hablando en Inglés como si pudiéramos entenderlo? Muchos ni siquiera sabían que estaba hablando en inglés.
Pero resulta que los chetos cuando están ebrios son más graciosos y no tardó en ganarse la simpatía de casi todo el lugar. La verdad es que la mayoría lo trataba como un perro, un perro muy caro y varios estaban intentando calcular cuanto dinero podrían pedir por su recompensa.
Nunca supe que le pasó pero desde que él me puso ese apodo todos aquí me llaman así. Me lo puso porque según él yo era como un Trueno: aparecía de la nada, a la velocidad del sonido y te destrozaba antes de que pudieras siquiera entender que estaba sucediendo.
Mis oponentes creían que era un apodo digno y definitivamente era más original que los que usaban el resto.
-Hola, chicas- las saludé usando mi sonrisa más encantadora- ¿Quieren algo? La casa invita- les dije. Ellas sonrieron.
-Claro- dijo la mayor, la otra simplemente se quedó allí mirándome. Sabía lo que quería así que la tomé de la mano y la llevé entre la multitud hasta el baño. Si es que se le puede llamar baño.
El estado de ese lugar era asqueroso pero uno con el tiempo se acostumbra y de todas maneras no veníamos a usar los inodoros. La chica me empujó contra la pared y me bajó el pantalón.
Comenzó a chupar con fuerza y la sujeté del cabello mientras lo hacía, era bastante buena. Cuando acabé me subí el pantalón y la levanté hasta dejarla encima del lavamanos. Llevaba una pollera así que no fue difícil meter mis dedos entre su ropa interior e introducirlos dentro de ella. La chica jadeó con fuerza y me sujetó de los hombros mientras movía mis dedos dentro de su cuerpo.
Cuando por acabó dejó caer su cabeza en mi pecho, jadeando.
-Metemela- me rogó pero justo oí que me llamaban por el parlante en la distancia.
-No puedo, linda- le dije dándome un corto beso en los labios. La bajé del lavamanos y le acomodé la pollera- otro día será- mentí. No creía volver a verla otro día.
Volví a tomarla de la mano y nos adentramos de nuevo en la multitud. La llevé hasta la barra donde estaba la otra chica y me despedí de ellas.
-¡Ahí está nuestro campeón!- gritó la voz a través del micrófono. Me metí en el ring de pelea y un montón de voces rugieron a mi alrededor.
Otro hombre subió al ring.
y una oleada de carcajadas inundó el lugar. Era más bien otro chico, uno de mi edad y vestía de traje, nunca había visto uno en persona. Fruncí el ceño, eso sí que era extraño. Solían enfrentarme hombres de al menos cuarenta años. Frente a mí tenía a un chico más bien delgaducho y escuálido, hasta podría decir que desnutrido. Tenía ojos marrones y su cabello brillaba de un color azul eléctrico. Llevaba un piercing en el labio y, cuando se quitó el saco y la camisa y los dejó sobre una silla, pude ver que tenía un tatuaje en el brazo con una reina de ajedrez. Fruncí el ceño, aquel símbolo me sonaba familiar.-¿Quién es el...valiente...que se anima a enfrentarse a nuestro campeón esta noche?- preguntó Jonathan poniendo el micrófono al lado de la boca del chico, aunque sabía que más que valiente quería decir estúpido.
-Blue- dijo. Su voz era tan profunda que me sorprendió, no esperaba que una voz tan grave proviniera de un cuerpo tan pequeño.
-Otro nombre en inglés- comentó Jonathan- bien. Vamos gente hagan sus apuestas, ¿Quién ganará la pelea? ¿Nuestro campeón, Thunder o el novato, Blue?
Ahora teníamos un tiempo antes de que todos comenzaran a apostar. Me acerqué a él.
-No tienes porqué hacer esto- le dije. Él me miró con escepticismo.
-¿Por qué?- me preguntó cruzándose de brazos. Cuando lo hizo unos pequeños músculos se marcaron en sus delgados brazos, parecía un escarbadientes al lado mío.
-Porque voy a herirte- le dije. Él alzó una ceja y dió un paso hacia adelante, yo era mucho más alto que él así que tuvo que mirar hacia arriba.
-¿Por qué irías a herirme?- insistió y clavó sus ojos en los míos. Una electricidad me recorrió de pies a cabeza. Fruncí el ceño, ¿Qué carajo?
-Ésto es un club de pelea, se supone que tengo que hacerlo- le dije. Pero no quería, realmente no quería, una cosa era pelear contra hombres adultos y borrachos y otra cosa era destrozarle la cara a él. Además tenía una cara demasiado bonita. Apreté los puños.
-Andate ahora que no terminaron las apuestas- le dije. Blue sonrió de medio lado y un hoyuelo se formó en su mejilla.
-No- contestó, desafiante. Chasqueé la boca, indignado, bueno si quería que lo destrocen no era mi problema, ¿Verdad?
Me aparté de él y aquella sensación extraña desapareció. Esperamos a que las apuestas terminaran y cuando lo hicieron Jonathan volvió a tomar el micrófono.
-¡Ahora si damas y caballeros, las apuestas están sobre la mesa y la pelea entre el campeón y el novato puede comenzar!- se escuchó una campaña y suspiré, probablemente me iba a arrepentir de esto.
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Thunder
ActionDaniel Cuzis es el típico estereotipo del chico malo. Se emborracha hasta perder la conciencia, fuma como si quisiera morir a los treinta y carga una navaja en el bolsillo. Pero en todo cliché está el mismo dilema, ¿Por qué es un chico malo? Daniel...