18. Lo que no te mata

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Bruno sacó un pequeño control del bolsillo y apretó un botón. Miré a mi alrededor pero nada cambió. Él debió notar mi duda puesto que se explicó.

-Las cámaras de seguridad. No querrás que vean lo que está por suceder.

Nunca había tenido más preguntas en toda mi vida, no me atacaría, ¿Verdad? No podía hacerme daño...¿O si? Quizás sabía alguna de esas técnicas que conocen los Brasileros y el servicio secreto que pueden inmovilizarte los brazos golpeando en un lugar específico...

Bruno avanzó hacia mí con una confianza que me resultaba casi abrumadora, me costó mantener ambos pies quietos en su sitio. El chico avanzó hasta estar peligrosamente cerca. Se inclinó hacia mí, como si quisiera susurrarme algo y tuvo que ponerse en puntas de pie.

-¿Sabes qué haces aquí?- me preguntó y su aliento contra mi oído me produjo escalofríos. Era uno de los puntos débiles.

-Para entrenar- contesté intentando mantener un tono casual. Bruno volvió a apoyarse sobre las plantas de los pies y me observó, como si esperara que dijera algo más. En cambio, le devolví la mirada. De cerca podía ver como su cabello no era completamente azul. Sus raíces se estaban poniendo negras y entre el azul eléctrico se colaban algunos mechones verdes y turquesas. Reprimí el impulso de pasar mis dedos por su pelo.

-No eres un cualquiera, Daniel- dijo él con seriedad- Mi padre no lo sabe, pero no puedo permitir que humilles a sus hombres peleando contra ellos, debes entrenar con alguien a tu nivel.

Fruncí el ceño, ¿De qué hablaba?

-Nadie es más fuerte que yo- respondí con soberbia- a menos que conozcas a alguien que pueda levantar un camión con una mano.

-Yo lo soy- Bruno sonrió de la misma actitud. Hasta el momento no había conocido a alguien que tuviera un ego superior al mío, quizás Bruno era ese alguien.

Sin poder evitarlo, estallé en carcajadas. Me estaba riendo tanto que tuve que sujetarme el estómago mientras lágrimas caían por mis mejillas. Pasó un rato hasta que me calmé. Bruno no dijo nada ni se movió. Suspiré, agotado.

-¿Ya está?- me preguntó como si fuera un niño, lo cual me fastidió. Me tragué el fastidio y le sonreí con arrogancia.

-Si.

-Apostemos- me dijo. Bufé, pan comido.

-¿Qué?- pregunté.

- Si te derribo sin que me toques, me deberás un favor y si no lo hago...haré lo que quieras.

Alcé una ceja, ¿Tener al hijo del mafioso a mi disposición? Me gustaba esa idea.

-Bien- accedí y extendí mi mano hacia él. Bruno estrechó su mano con la mía y me sorprendió la seguridad con la cual lo hacía, por un momento dudé, ¿Era posible...? No, no lo era. Sin embargo, en vez de acercarse a mi, Bruno se alejó unos pasos.

-Puede que así evites que te toque pero también evita que me derribes- me burlé. Bruno guardó las manos en los bolsillos, fingiendo inocencia.

-¿Estás seguro?- preguntó y no se movió de su sitio. Esperé un momento, pero a Bruno no hizo nada. Reprimí el impulso de mirar a mi alrededor, ¿A caso habían trampas escondidas en las paredes como en las películas? Con él todo parecía posible.

-¿No vas a hacer nada?- pregunté, impaciente. Bruno negó.

-No- dijo y sonrió, arrogante.

No entendía cuál era su objetivo. Ninguno de los dos podría ganar quedándose en su sitio.

Tenía muchos defectos y la impaciencia era uno de ellos. Empecé a caminar hacia él lentamente. Bruno no se inmutó, ni siquiera se quitó las manos de los bolsillos.

La duda me carcomía y quizás era por eso que tarde tanto en llegar a su lado, ¿Qué tramaba?

Estaba a unos centímetros cuando la sonrisa de Bruno desapareció y con ella, toda mi confianza.

De la nada el cabello azul del chico se elevó en el aire provocándome un brinco en el pecho, ¿Qué carajo? Era como si un globo invisible estuviera electrificando su cabello.

-¿Bruno?- pregunté y de pronto salí despedido a través de la habitación, estrellándome contra la pared del fondo.

La pared se hizo trizas a medida que mi cuerpo atravesaba el material y, por primera vez en mi vida, sentí un verdadero dolor.

Para cuando logré salir de la pared, tambaleante, Bruno a Denver ya había atravesado toda la habitación.

-¿Cómo estás?- preguntó con desinterés. No contesté, estaba demasiado adolorido y sorprendido como para poder procesar lo que acababa de pasar. Lo miré con otros ojos- si, fui yo.

Él era como la hermana de Vanesa. Era como yo.

Un bicho raro.

-Kinesis- dijo y de pronto su cuerpo se elevó en el aire. Bruno cruzó las piernas como un indio y me miró burlonamente- me debes un favor.

Ni siquiera podía enojarme. No entendía nada, me sentía...humano. Eso era el dolor que todos sentían, por primera vez en mi vida.

-De nuevo- le dije limpiándome el polvo de la ropa y aquello desconcertó a Bruno, que volvió a apoyar los pies en el suelo.

Por fin había encontrado un contrincante a mi nivel. Alguien que de veras podía herirme y usaría a mi favor.

Ya conocen el dicho: lo que no te mata, te hace más fuerte.

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