Una vez bajamos observé el lugar a mi alrededor. Una enorme puerta principal con seguridad privada aislaba el lugar de cualquier posible visitante y una enorme mansión se alzaba detrás de ésta.
-Los hombres de mi padre no viven aquí, claramente, pero su seguridad privada si. Tienen un complejo de departamentos en la parte trasera, allí te dirán cómo funciona todo- dijo Bruno y se dispuso a entrar a su hogar.
-Espera, ¿A dónde vas?- pregunté. Bruno Denver me miró con sorpresa.
-A mi casa- contestó antes de darse media vuelta y marcharse.
Me golpeé mentalmente, por supuesto que no vendría conmigo, yo era un empleado, no un amigo. Tampoco quiero ser su amigo. Pensé.
El complejo de apartamentos era simple y aburrido pero definitivamente más lujoso que cualquier casa de mi antiguo barrio. Era un edificio gris con puertas y ventanas grises y básicas, muy parecido a las casas que el gobierno hacía para los Planes Sociales.
-Ésta es tu habitación- dijo el guardia que había llevado mis valijas. Estábamos en la planta baja y me dió una llave con el número seis en ella.
-Genial- comenté aceptando la llave. Mi vida podría ser una mierda pero por primera vez tenía un lugar para mi y totalmente gratis.
Abrí la puerta del lugar y solté un silbido. Una pequeña sala de estar con un sillón u una televisión pequeña que estaba conectada con la cocina y el comedor que constaba de una mesa para dos personas y dos sillas. Habían dos puertas más, una llegaba al baño y la otra a la habitación, que tenía una cama individual, una mesita de luz, un armario pequeño y un perchero. Sabía que no era la gran cosa pero era más de lo que había tenido nunca.
Desempaqué mis cosas y las de mi madre. Puse sus fotos en la mesita de luz y guardé el resto de las cosas en la repisa superior del armario. Colgué la poca ropa que había llevado y revisé mis mensajes: Vanesa y su familia ya estaban en un vuelo hacia la Patagonia.
Borré él mensaje y suspiré, aliviado, algo menos de qué preocuparme.
Entonces alguien tocó la puerta. Me preparé mentalmente, sabía que los siguientes minutos tendría que hacer un gran esfuerzo por controlar mi bocata. Mi madre solía decir que era muy impulsivo y que eso me jugaría en contra algún día, quizás hoy era ese día.
Para mi sorpresa, era Bruno. Lo miré con desgano.
-¿No te ibas a tu casa?- pregunté. Él se cruzó de brazos y me miró de la misma manera.
-Mi padre me pidió que viniera a buscarte- contestó con fastidio. Sonreí burlonamente.
-El nene de papá.
Y de pronto se abalanzó sobre mí. Me aparté hacia atrás instintivamente para luego comprender que él no tenía la suficiente fuerza como para hacerme daño. Me aclaré la garganta.
-No me das miedo.
-Debería- contestó y por su mirada supe que hablaba en serio. Bruno dió media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la mansión- vamos, a mi padre no le gusta que lo hagan esperar.
Lo seguí a regañadientes, no me gustaba la idea de que me diera ordenes pero, pensándolo mejor, si no me acostumbraba a recibir órdenes de él no sabía cómo sería capaz de obedecer al asesino de mi madre.
La idea me hizo comprender la gravedad de la situación, debía mentalizarme antes de verme frente a frente con ese hombre o terminaría partiéndole el cuello.
Me troné los nudillos y pude ver como Bruno Denver espiaba en mi dirección.
-No hagas eso, da artritis- comentó. Alce una ceja pero no dije nada.
Una vez adentro, contuve el impulso de soltar una exclamación. La mansión de los Denver era moderna y tecnológica, por todos lados habían toda clase de cosas que no había visto jamás y todas las cosas brillaban como si hubieran sido limpiadas segundos de que atravesáramos la puerta.
Una mujer de unos veintitantos apareció con una funda y una caja y me los dió.
-Vístete en aquel baño y luego Eliana te llevará a su despacho- me dijo. Noté como Eliana se sonrojó cuando Bruno pronunció su nombre. Asaltacunas.
-Te veré allí en cinco minutos- me dijo y se acomodó el traje- Un minuto después y estás despedido.
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Thunder
ActionDaniel Cuzis es el típico estereotipo del chico malo. Se emborracha hasta perder la conciencia, fuma como si quisiera morir a los treinta y carga una navaja en el bolsillo. Pero en todo cliché está el mismo dilema, ¿Por qué es un chico malo? Daniel...