[Advertencia: contenido sexual]
Desperté con la agradable sensación de un cálido cuerpo sobre el mío. Hacia frío y podía sentir su piel contra la mía, desesperada por algo de calor. No abrí los ojos, sin embargo, pretendí que seguía dormido y aproveché la oportunidad para acomodarme de costado y ubicar su cuerpo entre el mío. Era tan pequeño que podía rodearlo completamente con mis piernas y brazos, casi como si fuera una bolsa de dormir. Escondí mi nariz en su nuca y suspiré. Hacía algo de frío pero realmente no quería moverme.
-Daniel- dijo su voz. Se me erizó la piel cuando oí aquel sonido. El simple hecho de oír mi nombre pronunciado en aquel tono grave y ronco, su voz recién levantado, provocaba sensaciones en mi cuerpo completamente nuevas.
No me moví y me agradaba la idea de saber que él no podría salir de entre mi cuerpo peleando. Lo tenía cautivo y me gustaba. Olía a perfume masculino, al igual que mi mamá, que solía usar el de mi padre ya que él no lo usaba y no tenía dinero para comprarse uno para ella misma.
-Daniel- insistió. De nuevo aquella voz. Lo abracé con más fuerza y me acurruqué contra su suave cabello, hundiendo más mi cara en su cabello.
Bruno luchó y luchó para zafarse hasta que se rindió. Pude sentir sus esfuerzos para voltearse hacia mi. Yo seguía con los ojos cerrados pero podía sentir su cálida respiración contra la mía.
-Tienes un aliento espantoso- susurré. Casi pude imaginarme la cara de fastidio de Bruno. Abrí los ojos y estaba haciendo exactamente aquella cara. Reí y él volvió a contorsionarse para escaparse de mi agarre.
-Lo de anoche fue un desliz- se quejó mirando mi cuello con fastidio- sigo siendo tu jefe y ni siquiera recuerdo lo que hicimos.
Alcé una ceja y acto seguido lo tumbé sobre el sofá poniéndome a horcajadas sobre él.
-¿No recuerdas esto?- le pregunté. Bruno rehuía mi mirada, pero sus labios que jadeaban entreabiertos decían otra cosa- estabas sobre mí, te acercarse y...- Lo volví a besar sin importarme su aliento. Bruno jadeó en mi boca y no se resistió- estuvimos más tiempo en eso- le dije mordiendo el piercing de su labio, separándome. Bruno frunció el ceño, como un niño al que le terminan de quitar una paleta- me tomaste con sorpresa cuando comenzaste a quitarme la ropa- le dije besando su cuello, ninguno de los dos estaba vestido así que simplemente comencé a descender por su pecho, tal y como él lo había hecho la noche anterior- y bajaste- dije besando su vientre. Bruno se contorsiono bajo mi boca y sus manos sujetaron mi cabello- y bajaste- insistí y metí su miembro en mi boca.
Luego de darle placer por tan sólo unos minutos, Bruno acabó rápidamente. Cuando subí hasta su rostro, pude ver el extasis en su rostro: sus ojos cerrados, los labios abiertos, la respiración lenta.
-Eso fue rápido- me burlé. Incluso en aquel momento, Bruno frunció el ceño.
-Eres bueno- dijo, enojado por mi broma- ¿Dónde aprendiste eso?
-Trabajando- contesté. La expresión en el rostro de Bruno se relajó.
-Oh, eras...
-Si- Lo interrumpí limpiándome la boca- fueron unos años duros en casa, pero no tengo ninguna enfermedad, lo prometo.
Bruno no dijo nada y, por un momento, creí que lo había asustado. Él estuvo con prostitutos de los caros, yo era uno de la villa. Una peste caminante para la gente como él. Debía pensar que traía encima más enfermedades que el Riachuelo.
El chico se incorporó hasta estar sentado. Ambos nos quedamos enfrentados, en silencio, por un largo rato.
-¿Por cuánto tiempo?- preguntó, mirando el suelo.
-Un año- contesté.
-¿Qué edad tenías?
-Catorce.
-¿Te obligaron?
No contesté.
-Contesta.
-Por supuesto que me obligaron- solté y Bruno me miró a los ojos, lucía muy enfadado.
-Podrías haberlos detenido- me espetó con enojo- con una mano en la espalda si querías.
-¡No si quería ganar algo de dinero!- grité.
-¡Eras un niño, no debiste venderte así!- me gritó Bruno.
-No lo entenderías- le dije, levantándome. Me puse el pantalón y me dispuse a caminar hacia el baño cuando Bruno me tomó de la mano, deteniéndome.
-No, no lo entiendo- contestó y suspiró- pero eso ya pasó. Te creo y no te juzgo- dijo y, creo que aquello sería lo más amable que saldría de su boca.
No dijo nada más, sin embargo, seguía sujetando mi mano. Me volteé hacia él. Se encontraba observando mi cuerpo.
-Lamento los golpes- comentó mirando los moretones que recién ahora estaban comenzando a desvanecerse.
-No lo lamentas- contesté.
-Es cierto- dijo con una sonrisa triunfal. Sonreí y lo atraje a mí acorralándolo contra la pared.
-¿Así que soy bueno?- pregunté. Bruno asintió.
-Muy bueno- contestó- No me sirves para pelear, pero para esto podría encontrarte un buen uso.
Apreté mi vientre contra el suyo y Bruno jadeó, sujetándose de mis hombros.
Lo levanté del suelo y había empezado a masturbarlo mientras Bruno se entretenía con mi cuello cuando de pronto el sonido de mi celular en la mesada nos interrumpió.
Me detuve y Bruno gruñó contra mi cuello incorporándose.
-No pares- casi rogó.
-Espera- dije y caminé por la habitación con él todavía en mis brazos- Es Pablo.
Bruno volvió a poner los pies en el suelo.
-Contesta.
Atendí el teléfono y Pablo habló por el aparato. Me mordí el labio y miré a Bruno.
Había llegado el momento de matar a su padre.
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Thunder
ActionDaniel Cuzis es el típico estereotipo del chico malo. Se emborracha hasta perder la conciencia, fuma como si quisiera morir a los treinta y carga una navaja en el bolsillo. Pero en todo cliché está el mismo dilema, ¿Por qué es un chico malo? Daniel...