23. Beben y olvidan

897 117 24
                                    

Dedicado a @Meg_Alovania

Para mi fortuna hombre 2, también llamado Pablo no mentía. Efectivamente envió alguien a la casa de Vanesa.

-Eres un idiota, Daniel- se quejó Bruno y salí volando contra la pared. Me las arreglé para frenarme con el pie antes de golpearme. El chico se desvaneció por el esfuerzo.

¿Quien es el idiota ahora?

-Tiene razón- comentó Roja. Era la chica del gimnasio- literalmente le dijiste donde se esconden al grandote, ambos podrían estar muertos en este momento. Tenes suerte de que decidió no traicionarte. Si el Rey supiera algo de todo esto...

Apreté los labios, sabía que había sido algo sumamente estupido pero sabía que no tenía tiempo que perder, había estabilizado a Bruno pero no sabía nada sobre medicina, ni siquiera sabía si había hecho bien las suturas o si los instrumentos que usé estaban lo suficientemente limpios...

-Déjame un rato mientras lo curo-me pidió Roja y me miró de arriba abajo, ésta vez la chica hizo una mueca- Ve a darte un baño- me dijo. Inspeccione mi ropa: estaba cubierta de la sangre de Bruno. Asentí y me metí en el baño.

Quince minutos más tarde estaba afuera con una toalla atada a la cintura. Estaba caminando a la habitación de los padres de Vanesa para tomar alguna prenda de vestir de su padre cuando Roja me llamó.

-¿Qué pasa?- pregunté, cansado. Ella recorrió mi torso con los ojos y luego volvió a concentrarse en Bruno. Ya había quitado la bala y estaba cerrando la herida. Por lo visto, ella sí estaba preparada para tratar con éste tipo de heridas. Bruno descansaba tranquilamente, probablemente Roja le había administrado morfina y sus dedos se movían con agilidad mientras suturaba.

-Veo que Bruno y tú fueron intensos- se burló mirando los moretones de mi torso. Fruncí el ceño.

-Estuvimos entrenando- contesté.

-Claro, porque Bruno es capaz de propinarte esos golpes a ti- comentó con sarcasmo. Sabía que era imposible de creer que el enclenque que yacía sobre la cama pudiera herir a alguien así que cambie mi argumento.

-Éstos no me los hizo él, fueron los hombres de su padre- comenté. Ella asintió, pero podía ver que no me creía.

Roja vendó en hombro de Bruno y se lavó las manos.

-Ven- me dijo, pero ella fue la que se acercó a mi y me tomó la muñeca. Roja me llevó por la habitación y me hizo apoyarme contra la mesada de la cocina.

-Déjame curarte- me dijo recorriendo mis moretones con los dedos. Intenté no quejarme, así que me concentré en su rostro. Bruno tenía razón, su rostro no era particularmente llamativo pero había algo en ella...Sin darme cuenta mis manos estaban sobre su cintura y las suyas en mi cuello.

Me besó lentamente, casi saboreandome y la dejé. Merecía algo de placer después de todo lo que había pasado. La sujeté del trasero y la levanté, cambiando de lugares.

Roja se sentó sobre la mesada y entrelazó sus piernas contra mi cintura, atrayéndose hacia mí. Mi toalla cayó al suelo y ella se levantó el vestido con urgencia.

-Por favor- jadeo contra mi boca y decidí que no tenía ganas de hacerla esperar.

Lo hicimos con fiereza. Nada de caricias ni cuidado ni romance, puros golpes y golpes. Roja no era nada silenciosa y me gustaba. Rebotaba sobre mí con rapidez y se movía como una bailarina árabe.

Ambos acabamos bastante rápido, pero juntos y Roja se dejó caer hacia atrás, jadeando.

-Qué bueno que no tires para el otro lado- suspiró con alivio Roja encajándome un beso. Me besó el cuello por un rato y yo me recargué en ella, apoyando las manos contra la pared.

-Qué bueno que se diviertan tanto- dijo una voz débil. Me sobresalté y me volteé, aún con la boca de Roja en mi cuello. Bruno había despertado y se había sentado en la mesa, algo mareado y todavía muy pálido.

Roja se bajó de la mesada y se acomodó el vestido.

-Una semana de descanso, sin mover mucho tu brazo- comentó en dirección a Bruno- yo te cubriré si Pablo hace mal su trabajo, el Rey confía en mí- dijo y me guiño el ojo- hasta la próxima vez, musculitos- me dijo. Sonreí mientras agarraba sus cosas y se iba.

Levanté la toalla del suelo y me la puse de nuevo.

-¿Cómo estás?- pregunté intentando evitar que hiciera algún comentario sobre lo que acababa de suceder.

-Me gusta la morfina- comentó Bruno con la vista perdida en la puerta por la cual Roja acababa de salir - lastima que no me hace mucho efecto.

-¿Cómo funciona eso?- pregunté.

-Algo de mis poderes y...- el chico hizo una pausa y suspiró- muy largo para explicarlo y realmente no tengo ganas. El chico se levantó y se tambaleó hacia la heladera. Hice un ademán de levantarme a ayudarlo pero luego comprendí que corría riesgo de ser lanzado al otro lado de la habitación de nuevo si lo intentaba así que desistí.

Bruno abrió la heladera y soltó un suspiro de fastidio.

-Ah, esta casa es de pobres- comentó.

-Mi mejor amiga vive aquí- comenté. Bruno me miró.

-Ah- dijo y palpó sus pantalones para sacar su celular- ¿Pizza?- preguntó.

Rodé los ojos.

-Si- contesté y me fui a vestir. Para cuando volví Bruno volvía a estar sentado sobre la mesa. El hijo del mafioso miró a su alrededor.

-¿Qué hace la gente pobre para divertirse?- preguntó mirando la lúgubre y vacía habitación.

-Bebé para olvidarse que es pobre- comenté.

-A comprar bebida, entonces- dijo Bruno.

Me mordí el labio. Estos serían unos largos siete días.

ThunderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora