17. Momento determinante

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Vanesa siempre dijo que tengo el sueño muy ligero. Cuando dormíamos juntos y ella trataba de levantarse lentamente para ir al baño, siempre despertaba por más silenciosos que fueran sus movimientos. Es por eso que en cuanto mi piel sintió el frío desperté inmediatamente. Me restregué los ojos, confundido y tanteé el suelo en busca de las sábanas y el acolchado, quizás los había dejado caer. Evidentemente no estaban cerca así que abrí los ojos en contra de mi voluntad y me adapté a la luz de la habitación. Las sábanas estaban tiradas a los pies de mi cama y, al lado de ellas, un caro par de zapatillas Nike.

Mierda.

Alcé la vista con pereza. Sesenta kilos de fastidio me devolvieron la mirada.

-¿Cómo entraste?- pregunté gateando por la cama para volver a agarrar el juego de cama.

-Por la puerta- contestó apoyándose contra la pared. Me envolví con el acolchado y me senté, temblando, el departamento era increíblemente helado y me había ido a dormir en bóxers.

-Me refiero con qué- aclaré intentando no perder la paciencia tan temprano en la mañana- ¿Tenes una llave?

-Por supuesto que tengo una llave- contestó Bruno y me lanzó una caja- Es muy temprano incluso para las criadas así que tuve que venir yo. Tenes media hora para darte un baño y desayunar, te espero en la puerta principal.

Y tan rápidamente como entro se fue.

Miré la caja y casi me caigo de culo. Un IPhone X. Al instante comencé a fantasear sobre la cantidad de cosas que podría comprar con esa cantidad de dinero. Quizás podía comprarme un vuelo e irme de esta provincia de mierda luego de matar a Bruno Denver Padre. Por primera vez en mucho tiempo me recorrió una chispa de emoción. Éste aparato era mi salida. Decidí conservarlo en la caja y usar el mío, para mi fortuna, Bruno solo había estrellado la pantalla pero sacando eso el celular funcionaba perfectamente.

Seguí sus indicaciones y media hora más tarde Bruno apareció vestido con un equipo deportivo con muchas L y V cruzadas negro y unas zapatillas a juego. Definitivamente era de alguna de esas marcas caras. Alcé una ceja cuando lo vi. Bruno frunció el entrecejo ante mi reacción.

-¿Qué?- preguntó y me dió un empujón cuando pasó por mi lado. Apenas pudo moverme de mi sitio, me resultaba divertido ver lo bajo que era a mi lado, apenas me llegaba a la barbilla. Uno aprende a disfrutar las pequeñas victorias.

Lo seguí hasta un pequeño edificio ubicado a unos metros de la Mansión de los Denver. Por la música motivacional que salía de adentro, supuse que era un gimnasio.

-Solo mi padre, yo y una persona más usamos este gimnasio. Contigo somos cuatro. Los hombres de mi padre te verán como un privilegiado, como un mimado, así que debes evitar que sepan mucho sobre lo que hacemos.

¿Sabría alguien que Bruno Denver, el hijo del intimidante y mujeriego mafioso, era gay? Mirándolo resultaba casi obvio. Había algo femenino en su cuerpo, quizás el hecho de que era pequeño y bajo y a su vez había mucha masculinidad en su forma de actuar. Quizás era una de las cosas sobre él que me desconcertaba, nunca sabía qué reacción esperar.

En cuanto entramos solté un silbido. Parecía que acabábamos de entrar en el gimnasio de un hotel de lujo. Todo tipo de maquinarias nos rodeaban, perfectamente limpias y pulidas y al final del pasillo habían dos puertas, una de ellas llevaba al spa y la otra a las duchas.

Unos golpes contra un saco de boxeo llamaron mi atención. Una chica de nuestra edad se encontraba entrenando, debía ser aquella otra persona de la cual había hablando antes.

-¿Quién es?- pregunté aunque no sabía si era mi incumbencia. Bruno me contestó de todos modos.

-Esa es Olivia, pero todos le dicen Roja. La única chica entre los hombres de mi padre. Es tan letal como el veneno y tan hermosa como la joya más extraña.

Era extraño oír eso precisamente de Bruno cuando el día anterior lo había visto ser básicamente devorado por dos hombres.

Recorrí a la chica con la mirada. No era muy distinta de las chicas de mi barrio. Delgada, de piel algo morena y de cabello y ojos marrones. Se parecía mucho a Vanesa si mi mejor amiga no se hubiera cortado y decolorado el cabello.

-Parece ordinaria- comenté y Bruno soltó una risa seca.

-La belleza no siempre está en el físico, Daniel- comentó- El talento de Roja está en sus palabras. La primera vez que mi padre la conoció fue en un bar, ella tenía quince años y solía ser una prostituta. Tan solo hablándole casi convence a mi padre de esposarla y darle la mitad de su fortuna. No la subestimes y sobre todo, no le hables.

-¿Por qué?- pregunté. Bruno sonrió con satisfacción.

-Puede que sea difícil herirte, Thunder, pero ella podría darte un golpe capaz de dejarte una pequeña herida- comentó.

-¡Olivia!- gritó Bruno a modo de saludo. La chica dejó de golpear la bolsa y le regaló una sonrisa encantadora. Era mucho más bonita cuando sonreía.

-¿A quién traes?- preguntó ella quitándose los guantes y acercándose a nosotros. Bruno dudó un momento antes de contestar.

-A...un compañero- contestó el chico. Olivia alzó una ceja.

-¿De dónde?- preguntó.

-No te incumbe- contestó Bruno de mala manera. La muchacha alzó una ceja, escéptica y ambos se miraron en silencio por un momento, como si quisieran decirse algo pero no lo hicieran porque yo estaba presente. Me revolví, incómodo y finalmente la miré.

-¿Eres su novio?- preguntó ella. Miré a Bruno, dubitativo, él me había dicho que no le contestara. De todas maneras no llegue a decir nada, el muchacho la tomó del pecho y la empujó contra la pared.

-Calla- le ordenó pero Olivia, como toda respuesta, lo tomó de la muñeca y dobló el brazo del muchacho hacia atrás sobre su espalda. Bruno se retorció pero no había dolor en su rostro, solo ira.

Retrocedí, definitivamente incómodo, ¿Debía detenerlos? Bruno no se movió pero de pronto Olivia soltó un grito y lo soltó como si la piel del chico quemara. Ella no dijo nada, solo se apartó lo más que pudo de Bruno como si fuera radioactivo y depositó su atención en mí. Olivia me miró de arriba abajo y sonrió coquetamente.

-Iba al spa, ¿Vienes?- me preguntó tomándome de la mano. Balbuceé como un estupido, nunca había estado en un spa y definitivamente no entendía nada de lo que estaba pasando.

Bruno separó nuestras manos y comenzó a llevarla hacia la salida.

-Lamentablemente Daniel no está disponible hoy- contestó sin pena en su voz- hoy tiene una cita personal con el mismísimo infierno- dijo y cerró la puerta con llave. El hijo del mafioso se volteó hacia mi y sonrió con malicia- O sea, yo.

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