19. Primer mandado

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Entrenamos hasta la noche.

Bueno, mejor dicho fui humillado por Bruno Denver hasta la noche. El chico solo decidió parar cuando unos golpes en la puerta nos interrumpieron.

Bruno abrió la puerta y dos hombres diferentes a los de ayer, vestidos con unos caros trajes estaban parados del otro lado. Ambos miraron a Bruno y luego a mi.

-No sabíamos que habría otro invitado- comentó uno de ellos- ¿En el sauna?

¿Porqué todo el mundo me metía en sus asuntos sexuales? Bruno negó y tomó a los dos hombres por la corbata como si fueran perros.

-Ya terminamos- dijo y se dirigió hacia mí- viste como apagué las cámaras. Vuelve a prenderlas y cierra el lugar antes de irte.

No fue hasta que oí los pasos de los tres muy lejos que me dejé caer en el suelo, agotado.

Me salía sangre de la boca y me había hecho un corte en la ceja. Después todo el resto de mi cuerpo estaba cubierto de golpes y moretones comenzando a ponerse muy feos. Bruno no tenía ningún tipo de piedad, me golpeaba y me golpeaba contra todos los rincones del gimnasio como si fuera una muñeca de trapo. Por primera vez sentí lo que era el dolor físico y, lo peor de todo, no evolucioné ni un poco en todo el día, si no que me volví incluso más débil.

Pasó una hora hasta que recobre el valor para levantarme. Hice lo indicado y caminé lentamente hasta mi pequeño departamento sintiendo cada músculo de mi cuerpo prendido fuego.

Coger era bueno pero junto a ello podía anotar acostarme en una cama luego de ser aporreado contra las paredes durante doce horas. Me dormí al instante y, al día siguiente volví a despertarme al sentir mi piel en contacto con el frío.

-¿Va a ser así todos los días?- pregunté sin abrir los ojos.

-Si tienes suerte, no- contestó Bruno. No podía moverme, el cuerpo me dolía el triple de lo que me dolía ayer y ahora era perfectamente consciente de todas las heridas en mi cuerpo.

-¿Hoy entrenamos?- pregunté intentando ocultar el desgano en mi voz.

-Más tarde- contestó Bruno- primero hay algo que necesito que veas.

Me duché, me vestí, desayuné y me lavé los dientes lo más rápido que mi adolorido cuerpo me permitió y ésta vez Bruno esperó pacientemente en el departamento. No dijo nada en ningún momento, pero tampoco sacó su celular ni se entretuvo con algo. Simplemente se quedó allí esperando y observando mis inútiles intentos de disimular lo patético que me sentía.

-¿Cómo está ese cuerpo?- preguntó.

-Bien- contesté- impecable.

-Mejor- contestó el hijo del mafioso.

-¿Te importa?- pregunté, sarcástico. Bruno rió burlonamente.

-Para nada. Pero te necesito medianamente completo para lo que vamos a hacer, si algo sale mal necesito que puedas arreglártela para escapar.

-No seré una carga- aseguré con toda la confianza que mi voz me permitió.

-Bien- dijo y se dirigió hacia la puerta- vamos.

Por supuesto que Bruno Denver conducía un Tesla negro. Ni siquiera sabía que vendieran estos en el país. Normalmente tampoco sabría lo que es un Tesla pero Fabián además de todo lo que era, también era un fanático de los autos y vivía hablando de ellos y de cómo quisiera tener dinero para comprarse uno.

Ni siquiera pude apreciar el viajar en un auto como ese. Me dolía tanto el cuerpo que incluso las lomas de burro me harían tensarme del dolor. Me la pasé mirando por la ventana para que Bruno no pudiera verme el rostro.

-Cúbrete los ojos con esto- me dijo entregándome una venda negra. Fruncí el ceño y miré el material en mis manos- la ubicación a la que vamos es secreta. No me hagas repetirlo.

Lo obedecí y por un momento no pasó nada. De pronto, silencio, el ruido del cuero del asiento, una brisa, una respiración cerca de mi rostro.

De pronto sentí como Bruno volvía a sentarse sobre su lugar y volvió a encender el auto.

-Necesitaba confirmar que no espiabas- comentó y arrancó.

No pude calcular el tiempo ni la cantidad de veces que el auto giró. Al principio intenté memorizarlo: izquierda, izquierda, derecha, izquierda, derecha pero luego me cansé de intentarlo y simplemente me relajé contra el asiento.

Cuando el auto se detuvo me lleve las manos a la venda pero Bruno me pegó un manotazo para apartarla.

-Todavía no- me dijo y escuché el ruido de la puerta abriéndose.

-Quiero que cuentes hasta cien a partir de que escuches la puerta cerrarse. Si no estoy de vuelta para entonces, sal del auto y métete en el garaje.

-¿Y qué hago entonces?- pregunté. Sentí una brisa a mi izquierda, Bruno probablemente ya estaba afuera.

-Trae de vuelta mi cadaver. Valgo mucho vivo pero mucho más muerto- dijo y cerró la puerta con fuerza.

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