13. La llegada

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Un BMW completamente negro con ventanillas polarizadas estaba parado justo frente a mi puerta.

Miré a Bruno es completo shock, era la clase de auto que solo veía en las revistas de la peluquería de la madre de Vanesa, la clase de auto que aparecía en las películas.

Bruno silbó y un hombre salió del vehículo, tomó mi valija y la metió en el baúl, acto seguido el hijo del mafioso se metió en la parte trasera del auto y me llamó para que fuera con él.

Una vez que el auto arrancó nos sumimos en un incómodo silencio, después de todo, ¿Qué le dices al hijo del asesino de tu madre? Además veníamos de mundos completamente distintos, no se me ocurría que pudiéramos tener al menos una cosa en común si es que el más profundo odio a nuestros padres contaba.

Bruno Denver cerró la ventanilla que separaba los asientos delanteros de los traseros para más intimidad.

-Sé que eres un chico duro- comentó Bruno volteándose hacia mi- criado en las calles, peleando en clubes clandestinos y tomando hasta perder la consciencia. Pero la gente que conociste hasta ahora no es nada con la gente que encontrarás en el territorio de mi padre.

-Estoy seguro de que puedo con ellos- comenté mirando por la ventana.

-Enfrentaste a hombres viejos, gordos y fracasados con sus barrigas infladas por la bebida y sus mentes completamente quemadas por la droga. Gente sin entrenamiento, gente sin nada que perder. Los hombres de mi padre son máquinas asesinas, viven para matar y matan para vivir, cada fibra de su cuerpo está lista para acabar con tu vida en un segundo así que no los provoques.

-No me dan miedo.

De pronto Bruno se inclinó sobre mí y me sujeto por el cuello del buzo, intenté apartarlo pero sabía que era mejor seguirle la corriente, Denver se había mostrado comprensivo a mis provocaciones por el momento pero era el hijo del Rey de los Mafiosos y eso debí significar algo.

-¿Sabes usar un arma, Daniel?- me preguntó. Había usado algunas, mi padre le robó la suya a un supuesto amigo que tenía cuando yo era chico. Abrí la boca para contestar pero Bruno me interrumpió- No, no sabes. Dispararla no es lo mismo que saber usarla, ¿Sabes empuñar un cuchillo? Tampoco lo sabes. Podrás ser muy fuerte, probablemente más fuerte que cualquiera de los hombres de mi padre, pero eso no significa que ellos no puedan atravesarte el cuello con una navaja mientras duermes.

-Eso es de cobardes- espeté. Bruno me soltó y se rió burlonamente.

-Son mercenarios, ¿Crees que tienen algo de honor? Te dispararían por la espalda por cien pesos.

-Qué bueno tener hombres tal confiables- comenté con sarcasmo. Bruno negó con la cabeza.

-Te confundes, Ron Weasley- dijo y tenía ni idea de quién hablaba- mis hombres no dudarían en traicionarte pero a mi padre no se lo traiciona. Cualquier oferta que puedan hacerles, mi padre les pagaría el triple, cualquier hombre que les ofrezca trabajo es un pedazo de mierda al lado de él. Uno no le da la espalda a mi padre, es así.

-Excepto tu- contesté. Bruno esbozó una gigante sonrisa digna de propaganda de Colgate.

-Soy Bruno Denver Junior- dijo con sarcasmo- destinado a grandes cosas.

-Quiero que quede algo claro- dije- Yo seré quien mate a tu padre.

Bruno asintió, aunque no estaba seguro de que me estuviera diciendo la verdad.

-Cómo prefieras- dijo y se lamió los labios- ¿Llevas algo de valor? Porque no tardarán en robarte todo lo que tienes, lo sabes, ¿Verdad?

-¿No viste donde vivo?- pregunté. Bruno hizo una mueca.

-Buen punto- dijo.

Media hora más tarde el auto se detuvo. Bruno bajó del auto y respiré profundamente.

Estaba en la boca del lobo.

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