¿Cómo había entrado? Pensé.
La respuesta apareció tan rápido como la pregunta: coimas. Todo el mundo sabía que la policia era corrupta y, ¿Por qué enfrentarse a la mafia?
Bruno Denver caminaba como si todo le perteneciera porque en parte así era. No había lugar al que no pudiera entrar y no había persona que no pudiera comprar. Es por eso que, en ese momento, me di cuenta de algo alarmante: no podría ganarle jamás. Incluso aunque lo matara, su padre se encargaría de eliminar a todas las personas que amo antes de acabar conmigo.
Quizás es por esto que no lo ataqué. Mi madre estaba muerta por mi culpa. Por mi orgullo, por mi soberbia, por mi complejo de héroe. No era nadie, tan solo había tenido la fortuna de nacer con más fuerza de lo normal.
¿Pero de qué sirve tener tanta fuerza si no puedo enfrentarme a quien más daño me ha hecho en mi vida? Allí está sentado sobre la mesa, con sus rodillas a pocos centímetros de mí mirándome con decepción.
-Te dije que habrían consecuencias- me dijo y no sonó amenazante, si no más Bien resignado. No contesté porque tenía un nudo en la garganta, como si hubiera tragado una piedra. Quería gritar, insultar, llorar, destrozarle la cara a golpes, sin embargo, le devolví la mirada esperando que no notara lo desolado que me sentía.
-A mi padre no le gusta que le digan que no. Es un hombre orgulloso, demasiado y no solo te perjudicaste a ti mismo si no que a mi también. Me hiciste perder el tiempo y no me dejaste otra alternativa. Intenté disuadir a mi padre, quizás asustarte un poco para hacerte cambiar de opinión pero él ya es grande y la paciencia no es uno de sus dones- comentó el chico.
Daniel lo miró con confusión.
-¿Por qué intentarías ayudarme?- le pregunté intentando controlar el temblor en mi voz. Él arrugó la nariz y se encogió de hombros.
-Nada importante, eres el primer chico de mi edad que está a la altura de permanecer en el imperio de mi padre, quizás tenía la esperanza de hacer un nuevo amigo.
Daniel sintió la bilis subiendo por su garganta.
-Jamás sería amigo de alguien como vos- lo amenacé incorporándome. Bruno se recargó sobre sus manos hacia atrás y me inspeccionó, sus ojos bellamente letales y eran imposibles de leer- Eres un asesino.
-El hijo de un asesino- dijo Bruno. Daniel asintió- te sorprenderá saber que nunca he matado a nadie.
-Le ordenaste a tus hombres hacerlo, que vendría a ser lo mismo- lo corregí.
-Aunque no lo creas yo no tengo ese poder aún. Solo mi padre puede decidir a quien matar y a quien no, yo solo puedo intentar influir en sus decisiones, como lo intenté con tu madre.
-¿Se supone que eso tiene que hacerme sentir mejor?- le dije con furia, sentía ganas de llorar pero no podía, era como si mis ojos hubieran perdido esa capacidad- Además no tengo porqué creerte.
-Haz lo que quieras, Daniel Cuzis- comentó Bruno y la forma en la que pronunció mi nombre sonó casi posesiva, como si se hubiera apropiado mi nombre y lo hubiera moldeado a su conveniencia- Yo soy muchas cosas pero no soy un mentiroso.
-¿Qué haces aquí?- pregunté, exhausto. Bruno pensó su respuesta un momento antes de contestar. Luego se incorporó y camino lentamente hacia mí. Podría haberlo golpeado, podría haberlo apartado, podría hasta haberlo matado si quisiera pero no lo hice, lo que había pasado me había cambiado. El viejo Daniel no se hubiera dejado intimidar pero él había muerto con mi madre. Ahora solo quedaba...no sé ni siquiera qué quedaba.
Bruno Denver se acercó hasta que mi espalda se chocó contra la pared y la punta de sus zapatos se chocó contra mis zapatillas. Estaba muy cerca, peligrosamente cerca, tanto que incluso me resultaba difícil respirar.
-Estoy aquí para mostrarte que hay dos lados en una misma moneda, de hecho, qué hay infinitos lados en una moneda y que estoy dispuesto a ayudarte.
Si él no hubiera estado tan cerca me hubiera reído.
-¿Ayudarme?- repetí con sarcasmo. Bruno asintió, indiferente a mí incredulidad.
-Tienes miles de razones para desconfiar de mí pero yo tengo muchas para probar tu confianza y que debemos ser un equipo.
-Un equipo- dije y la palabra sonaba tan absurda que casi no la reconocía como tal.
Bruno puso ambas palmas contra la pared a ambos lados de mi cabeza y sonrió con aires de superioridad.
-Es muy simple, Cuzis- dijo con soberbia- en mi mundo todo es un juego, un juego de vida o muerte y mi papá está perdiendo sus jugadores rápidamente pero para ganarle necesito tu ayuda.
No dije nada, el muchacho estaba tan cerca que hasta podía oler su caro perfume.
-Es muy simple- repitió- tu eres quien hará el jaque mate.
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Thunder
ActionDaniel Cuzis es el típico estereotipo del chico malo. Se emborracha hasta perder la conciencia, fuma como si quisiera morir a los treinta y carga una navaja en el bolsillo. Pero en todo cliché está el mismo dilema, ¿Por qué es un chico malo? Daniel...