11. Salvado

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¿Que voy a hacer con el cuerpo?Fue lo primero que pensé.

No voy a mentir, luego de que mi madre muriera las cosas se habían tornado un tanto irreales para mí. Todavía no procesaba su muerte y había fantaseado millones de veces con la muerte del mío, verlo allí tirado en el suelo inerte era casi tan extraño como la idea de que mi mamá ya no estuviera vida.

Es por esto que me dirigí al baño, me lavé las manos y fui directamente a la casa de Vanesa como si fuera un zombie. Toqué la puerta y, para mi fortuna, ella estaba en la casa.

En cuanto me vió me abrazó. Me abrazó con fuerza, la suficientemente fuerza como para que yo sintiera que realmente me estaba conteniendo. Inhalé y exhalé lentamente y de pronto, el peso en mi estómago ya no era tan intenso.

-No hay nadie en casa- dijo- ven, pasa.

En cuanto cerré la puerta detrás mío, solté la bomba.

-Maté a Fabián- le dije y todo pareció hacerse realidad. Empecé a temblar y Vanesa tuvo que tomar mis manos para estabilizarlas- Lo maté, Vane, perdí el control.

Sabía que ella estaba intentando mantener la calma por mí pero sus manos la delataban, ahora ellas temblaban contra las mías.

-¿Qué vamos a hacer?- me preguntó. Vamos. Ella siempre era así, se cargaba mis problemas como si también eran suyos, pero no podía dejar que metiera este problema en su vida.

-Qué voy a hacer- la corregí- No quiero que te veas envuelta.

Vanesa me soltó las manos y comenzó a caminar por la habitación, pensativa. Podía notar que seguía alterada y seguramente estaba haciendo su máximo esfuerzo por no gritar.

-Hay un terreno baldío a unas cuadras- dijo- podemos esperar a que anochezca del todo y tirar el cuerpo ahí, tal vez lo encuentren los drogadictos que siempre se meten ahí pero no creo que hagan nada, con un poco de suerte lo prenden fuego para calentarse o algo.

-Si, puede ser- dije aunque seguía sin gustarme la idea de que se entrometiera.

-No creo que nadie busque a Fabián- continuó Vanesa mientras se paseaba por la habitación- pero de todas formas deberías desaparecer.

-¿A donde?- le pregunté y mi mente se acordó de Bruno y su trato.

-Al lugar que fue mi hermana, donde están esos Genetics.

-¿A dónde?- pregunté, confundido.

-Ya te lo dije, el lugar donde hay otras personas con poderes, la policia nunca podrá encontrar ese lugar.

-Vane, la súperfuerza no es un poder excepcional. Tu hermana es híper elástica y puede teletransportase. Yo solo puedo golpear y romper cosas, no me aceptarían aunque quisiera.

-Te mencioné a Gustavo y él me dijo que está dispuesto a aceptarte si lo necesitas, en aquel momento parecía imposible porque sabría que no podrías abandonar a tu madre pero ahora...- Vanesa no dijo nada. Hice una mueca de tristeza.

-De todas maneras no puedo irme- le dije- Sé quién la mató, no puedo decirte pero también puedo cobrar mi venganza.

-No soy estupida Daniel- dijo Vanesa, enojada- sé que fue la mafia, no voy a dejar que te entrometas con ellos, no quiero que acabes con tu vida.

-Si no lo hago mi vida está acabada de todas maneras- le dije- No voy a poder vivir en paz hasta que el asesino de mi madre esté muerto.

Vanesa suspiró y, contra toda la fibra de su ser, desistió.

-¿Qué hacemos ahora? Respecto a Fabián- dijo. Miré por la ventana.

-Supongo que seguiremos con tu plan del terreno baldío, no se me ocurre nada más- dije.

Volvimos a mi casa y al instante supe que algo raro pasaba. Faltaba una silla en la triste mesita del living/comedor/cocina y la luz de la habitación de Fabián estaba prendida.

-Atrás de mi- le dije a Vanesa mientras avanzábamos lentamente en dirección a la habitación.

Todo estaba completamente cambiado, la silla del comedor en el suelo, varias cosas tiradas y Fabián colgado del ventilador del techo. Ah y, por supuesto, Bruno sentado en la cama de mi padre mirando la escena con orgullo.

-De nada- dijo y nunca había estado tan fuera de lugar en el contraste de la pobre habitación con sus paredes llenas de humedad y descascaradas y las sábanas viejas y decoloradas con su traje carísimo y su rostro de revista para adolescentes.

-¿Has fingido un suicidio?- pregunté- La policía hará una autopsia.

Bruno rió.

-¿Crees que les importa? ¿Sabes la cantidad de muertos que sacan de estas casas por día? Pensarán que se suicidó por deudas o algo así, de todas formas yo los tengo comprados, esto no va a salir de aquí.

Vanesa jadeó a mi espalda, comprendiendo.

-¡Hijo de puta!- gritó y se abalanzó sobre él. Logré sujetarla de la cintura cuando estaba a medio camino y atraerla hacia mí- ¡Le arruinaste la vida!

Aferré a Vanesa contra mí en contra de mi voluntad, me hubiera gustado ver como le propinaba un buen golpe. Bruno la miró sin sorprenderse.

-Ésta debe ser Vanesa Martínez- dijo Bruno- tu noviecita.

-No es mi novio.

-No es mi novia- dijimos a la vez. Bruno nos observó entre divertido y fastidiado.

-¿Pensaste en mi propuesta?- me preguntó clavando sus oscuros ojos en mí. Mis ojos divagaron por la habitación, inquieto, esperaba tener más tiempo para pensarlo.

-Lo haré- le dije y pude sentir a Vanesa tensarse contra mi cuerpo.

-Bien- dijo y se dirigió hacia la puerta- vendré mañana por la noche, prepárate porque las cosas cambiarán mucho de ahora en adelante.

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