7. Debiste decir que sí

869 122 9
                                    

Desperté en mi cama, como si nada hubiese pasado.

Me lleve la mano al cuello, allí donde me habían pinchado, todavía sentía un bulto allí donde la aguja había atravesado mi piel. Por supuesto que teñirme el cabello no iba a servir de nada, ni que fuera Hannah Montana.

Unos golpes en mi puerta me sobresaltaron.

-Pase- contesté intentando ocultar la inquietud en mi voz. Mi madre apareció en la puerta, luciendo preocupada, ¿Se había dado cuenta de algo?

Mi mamá camino hasta sentarse en la cama, junto a mis piernas. No tenía más de cuarenta pero lucía mucho mayor. Eso es lo que una vida llena de preocupaciones le hace a una persona. Vestía la misma ropa que le había visto usar durante años, ya que nunca renovaba su armario. Se acomodó un mechón marrón oscuro detrás de la oreja y estiró su mano hacia mí para pasarla por mi cabello.

-¿Qué te haz hecho?- me preguntó con pena. Suspiré, era por eso que tenía esa cara.

-No quería tener nada que ver con Fabián- contesté. Mi madre bufó.

-Lo único bueno que hizo Fabián en su vida fue darte ese hermoso cabello y esos hermosos ojos, no entiendo porqué haces algo así- insistió bajando la mirada. Fruncí el ceño, sabía que a mi mamá le gustaba mi cabello pero no creía que fuese a armar tanto problema por algo tan tonto, con todos los problemas que teníamos.

-Ma, ¿Qué pasa?- le pregunté. Ella se sobresaltó, como si hubiera gritado.

-Nada- contestó evitando mi mirada. Me quité las sábanas de las piernas y me acerqué más a ella.

-No me mientas- le pedí. Ella me miró, sus ojos rojos y llenos de lágrimas.

-Lo mismo de siempre- susurró con voz rota.

Podía sentir la furia arder dentro de mí, encenderse como una chispa, como un fósforo.

-¿Dónde?- pregunté y le inspeccioné el rostro pero no tenía nada a la vista.

Mi mamá se volteó, abatida y levantó su ropa para mostrarme su espalda. Jadeé.

-Estos golpes tienen semanas- dijo señalando un sector de su espalda- y estos son recientes...

-Así no los verías- susurró mi madre- por favor, Dani, no hagas nada, así solo empeorarás las cosas.

Pero no podía hacer nada, no había nada que pudiera hacer para detenerme. Me levanté y mi mamá me tomó del brazo pero solté su agarre con facilidad y cerré la puerta detrás de mi. Aproveché el momento y agarré la pesada biblioteca para arrastrarla frente a la puerta, así mi madre no saldría. No quería que viera lo que estaba por pasar.

-¡Fabián!- grité, mi voz ahogándose en la ira. Pude oír sus pasos torpes contra la madera de la habitación de al lado.

Abrí la puerta y allí estaba, intentando ponerse las botas lo más rápido que las drogas le permitían.

Antes de que pudiera si quiera moverse, lo inmovilice contra la pared tomándolo del cuello y lo levanté del suelo.

-No volverás a herir a mi madre- le dije- nunca más.

-Lo...juro...- jadeó Fabián luchando por respirar pero no aflojé el agarre.

Pude oír el sonido de la ventana de mi habitación abriéndose, mi madre estaba intentando entrar por afuera.

-¡Daniel detente!- apenas podía oír su voz desde el lado de afuera, en cambio, sujeté el cuello de mi padre incluso con más fuerza que antes. Los gritos de mi madre en la distancia eran como su Réquiem, era lo ultimo que usaba oír. Su rostro comenzó a ponerse cada vez más rojo y más rojo y...

Otro ruido me distrajo, un ruido familiar en este barrio: un disparo.

Pero algo había cambiado, luego de eso, silencio absoluto.

Mi madre ya no decía nada.

ThunderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora