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Al día siguiente después de clases, tras pensarlo mucho, se dirigió a la casa de su abuelo. La primera opción que se la vino a la cabeza cuando pensó en mudarse, fue a su antigua casa. Pero esa decisión levantaría sospechas, así que decidió que sería mejor preguntar al patriarca Aihara si podría acogerla en su casa, para así "prepararse mejor para el compromiso y tener más disponibilidad para las reuniones". Eran excusas realmente patéticas, pero tenía la esperanza de que sirvieran. Llegó a la casa, y una de las doncellas la comunicó que su abuelo estaba en una reunión. Así que fue a la sala de estar y se sentó a esperar. Unos recuerdos volvieron a su mente.

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Estaba sentada en un sofá, en un gran salón junto a dos hombres. Uno de ellos sentado en un sillón al lado derecho del sofá y otro de pie frente a ella. El que estaba levantado, acababa de contar la historia de cómo su abuelo, con gran esfuerzo, trabajo y sacrificios, fue capaz de fundar la academia Aihara.

- Es por eso que somos tan exigentes y estrictos contigo, Mei, porque te queremos y queremos lo mejor para ti.

- Lo sé.

- Es un gran honor pertenecer a la familia Aihara, pero también es una gran responsabilidad. Requiere grandes sacrificios, pero debemos ser firmes y no dejarnos llevar por cosas efímeras o pasiones pasajeras. La familia y el legado que dejemos, eso es lo que prevalecerá ante cualquier cosa. Muchos nunca comprenderán porque anteponemos ser Aihara a cualquier cosa, incluso a nuestra felicidad. ¿Pero... tú lo entiendes, verdad?

- Claro que sí, señor.

- Me alegra oír eso. - Dijo sonriendo. - Estoy orgulloso de tener una nieta tan inteligente.

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En aquella época no hubiera podido imaginar cuánto costaría mantener esa palabra. Suspiró pesadamente, apretando el anillo y se alarmó al notar que alguien tocaba su hombro. Después de una pequeña charla, le preguntó si podía quedarse allí por un tiempo. Y este respondió que sí, alegre de que la morena se involucrara tanto con el nuevo compromiso.

Más tarde en su, por ahora, casa encontró a su madrastra. Aprovecharía que su hermanastra no estaba allí para hablar con ella sobre la mudanza. Dejó las cosas en la habitación, se cambió de ropa y se dirigió al salón.

- Madre, ¿Tienes un momento para hablar?

- Claro Mei, ¿Qué ocurre?

- Hoy me reuní con el abuelo, para hablar sobre el compromiso. Hemos decidido que lo mejor es que... - Bajando la cabeza. - me vaya a vivir con él.

- Vaya... - Sonrió tristemente - Si es lo que quieres... adelante. Pero ya sabes que estaremos aquí para lo que necesites. ¿De acuerdo?

- Gracias. Sí, lo sé.

- Te vamos a echar de menos, Mei-chan.

- Yo... también os echaré de menos. - Dijo en voz baja con un tono triste.

- ... Jajajaja. - La joven la miró confusa, arqueando una ceja. - Perdona, es que... no me esperaba oir eso de tí, has cambiado mucho en este año, Mei.

- ... - Suspiró.

- Es que, al principio tenía algo de miedo de que no te llevaras demasiado bien con Yuzu o que no nos aceptaras como familia, ya sabes, por ser de un ambiente totalmente diferente al que estabas acostumbrada. Pero no solo te llevas más que bien con tu hermana y nos aceptaste como si nada, también preferiste vivir con nosotras a vivir con tu abuelo, te reconciliaste con tu padre, conseguiste que Yuzu estudiara, de vez en cuando levantas la cabeza de los libros y sales a pasear con tu hermana, e incluso te llevas bien con Matsuri, que creeme que no es algo fácil de ver. Me alegra que dejaras de ser aquella chica solitaria y ver en lo que te has convertido. Estoy orgullosa.

¿El sueño que le salvó la vida? [Citrus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora