-¡Gryffindor! -exclamó el sombrero seleccionador. Toda la mesa de Gryffindor aplaudió con entusiasmo, recibiendo al nuevo chico a su casa, y el último de la lista.
Albus Dumbledore, director de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, se puso en pie, sonriente, haciendo gestos para que los gritos de euforia cesarán. Entre los profesores, habían rostros familiares, conocidos por todos, como la profesora Minerva McGonagall, o el profesor Severus Snape, y rostros nuevos que el profesor Dumbledore procedería a presentar, pero las miradas de los estudiantes estaban fijas en una silla vacía entre McGonagall y Snape. Pero, sospechosamente, a Dumbledore no parecía molestarle el hecho de que estuviese vacía.
-Quiero darle la bienvenida a la Madame Subsecretaria y Profesora Dolores Jane Umbridge.-
Nadie aplaudió. Mucho menos cuando, la horrorosa mujer gorda, de baja estatura y vestida de pies a cabeza de color rosado, muy semejante a un puerco por casualidades de la vida, se puso en pie, interrumpiendo al Director, dando un discurso sobre cómo la educación debería reformarse y sería cambiada. Sus palabras estaban cargadas con ironía, una falsa melosidad, y una fingida sonrisa que no desaparecía de su rostro.
Cuando finalmente se sentó, Dumbledore alzó la voz de nuevo y sonrió.
-Por favor, démosle todos un fuerte aplauso a nuestra nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, una joven formidable, algunos la deben conocer por sus increíbles hazañas a pesar de su corta edad...-
No había terminado de hablar cuando se abrieron las puertas del Gran Comedor. Primero se oyó el repiqueteo de unos tacones, y se vio una figura femenina que avanzaba con un paso firme, hasta elegante y provocador. Sus botas de cuero negro de tacón al chocar con el suelo provocaban un impacto que soltaba chispas. Tenía unos pantalones de cuero negro que ajustaban sus perfectas piernas. Su camisa de manga larga de encaje, cubría su escultural torso, lleno de cicatrices y tatuajes, con un escote en forma de corazón. Llevaba un largo abrigo de terciopelo que llegaba hasta detrás de sus rodillas. Su cabello era castaño y caía por su espalda. Su piel era blanca, algo bronceada, de nariz fina, labios carnosos ahora pintados con lapiz labial negro, y sus ojos verdes eran de mirada desafiante y divertida, viendo a todos a su alrededor, sobretodo los rostros de Dumbledore, Minerva y Snape, sobretodo a Snape.
Todos cuchicheaban a su alrededor, pues su nombre era famoso al ser de una reconocida familia de más de siete generaciones de sangre pura.
-La señorita, Alicia Van Halen.-
La joven hizo una graciosa pero elegante reverencia frente a Dumbledore y luego frente a los alumnos, que la aplaudían y victoriaban. Ella subió los escalones y tomó entre sus manos las manos del anciano director.
-Director es un placer volver a verlo- susurró y Dumbledore sonrió con calidez, palmeando su cabeza.
-El placer es mío, Alicia.- dijo y con esto, la chica se acomodó un mechón de cabello y se sentó entre la profesora McGonagall y el profesor Snape. A la primera le dio un sonoro beso en la mejilla, cosa que hizo a la mujer reír, y al profesor tan solo lo vio de reojo, lo saludó con cortesía y un leve asentimiento que este respondió de la manera más fría posible.
-Alicia Van Halen... -susurró Draco Malfoy mientras comía de su plato, sentado en la mesa de Slytherin con los demás alumnos de quinto año. -Mi padre me ha hablado de ella. Trabaja en el ministerio.-
Harriet Dukes alzó una ceja. La chica era la novia de Draco, tenían juntos ya seis meses. De cabello negro largo y liso, el cual llevaba suelto sobre su túnica. Piel levemente morena, no tan alta de estatura y delgada, pues la chica en sus ratos libres cuando no era bruja, bailaba. Sus rasgos eran asiáticos, pues su familia materna era procedente de Japón, magos y brujas tan poderosos como su familia paterna, la cual si era local. Volteó a ver al rubio, aún observando a la nueva profesora de reojo. No le molestaba, pero había algo de ella que le llamaba la atención, quizás era la persona más joven en conseguir ese trabajo, se imaginó.
-¿En que trabaja?- le preguntó a Draco mientras éste se limpiaba la boca con una servilleta.
-Es Auror. Mi padre dice que a pesar de ser tan joven, trabaja muy bien. -hizo una pausa para beber de la copa frente a el.- Papá es amigo de los Van Halen, son unos de los sangre puras más poderosos que hay en Inglaterra, aunque no están involucrados en el Ministerio, solo ella. Pero...-
Harriet escuchaba atenta a lo que decía Draco, al igual que los demás sentados cerca de ellos.
-¿Pero qué?- inquirió la pelinegra.
-Ahora que la veo no se me parece tanto a los Van Halen, me refiero a sus padres. Mi padre dice que una vez la vio en el Ministerio y llevaba el pelo rubio casi plata y las puntas azules, dicen que le gusta cambiar su aspecto, quizás por eso no se parece a su familia.-
Harriet asintió. -No me sorprendería que fuese un nuevo tinte, entonces. A menos que sea metamorfomaga... Como tu prima.-
Draco se tensó en el puesto y le lanzó una mirada asesina a Harriet. -Ni la menciones.- le siseó.
Ella le devolvió la mirada asesina al chico y todos los de su alrededor parecieron callar por la tensión entre ambos. Draco bufó y se pasó la mano por el pelo, comenzando a calmarse.
-Lo siento, sabes que odio hablar de mi familia.- se excusó.
-Pero hablas de tu padre todo el rato.- dijo Goyle con una risa boba, riendo con Crabb.
Harriet hizo un suave movimiento con su varita bajo la mesa y la copa se derramó sobre la camisa y corbata Goyle.
-Cállate- le siseó y luego puso una mano en el hombro de Draco. -¿Vamos yendo antes de que a los mocosos les hagan el paseo turístico?
El rubio asintió, y ambos se pusieron de pie con la misma elegancia, acomodaron sus túnicas y salieron de ahí, tomados de la mano.