Capítulo VIII: Nuevo Hogar

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Capítulo VIII

Nuevo Hogar

         Gabriel había salido intempestivamente y Equímides permanecía sentado, con los pies cruzados y los ojos cerrados. El hecho de que cada diez segundos el cadavérico sujeto exhalara con un irritante silbido, era lo único que le advertía a David, que el hombre seguía con vida; aún así, de cuando en cuando sentía la necesidad de abofetearlo para estar seguro.

         Después de la burda presentación que el “agresor” catalogó como un saludo (además el hombre aseguró ser un oráculo, con la habilidad de ver el pasado y ciertas partes del futuro) Equímides los había transportado a lo que parecía ser, un templo subterráneo.  Sólo se podía llegar a él, entrando por una abertura de varios metros de profundidad en uno de los cañones ocasionados por el colapso y que había dividido al antiguo continente europeo, prácticamente a la mitad.

         El recién conocido (para David, porque Gabriel y Equímides ya se habían cruzado tiempo atrás, en la guerra del colapso), les explicó que ese lugar tenía más años de lo que incluso él, podía vislumbrar (palabra que hizo que David se rascase la cabeza, confundido) y que había servido como refugio para diversas sectas que conocían el Lumen, hacía ya, varios siglos antes de que la guerra por la energía perpetua, siquiera comenzara.

         Una vez que se lograba llegar al templo, un enorme salón hacía de recibidor. Grandes columnas soportaban las toneladas de piedra que de otra manera, aplastarían toda la construcción. El piso estaba compuesto de enormes losas de concreto, las cuales tenían signos extraños que Equímides había descrito, como un viejo dialecto muerto. Al fondo de la enorme habitación, se podía admirar un fresco de varios metros cuadrados. En él, se representaba a cuatro guerreros en posición de batalla, esperando que una decena de criaturas similares a los llamados “Parac-tos”, los atacaran. La escena estaba dividida en dos ambientes, uno de luz y otro de oscuridad. Justo en medio y en la parte más alta del muro, dos grandes espíritus alados, eran testigos silentes de la naciente batalla. Los colores habían sido en algún momento, vivos y agresivos, hoy eran sólo tonos deslavados por el tiempo y los elementos.

          A cada costado del salón, había una puerta de enormes proporciones. Ambas tenían grabados símbolos parecidos a los del suelo, y estaban hechas de madera gruesa y resistente. La de la izquierda conducía a un largo pasillo que parecía más un túnel minero con antiguos jeroglíficos y réplicas en miniatura de las columnas del cuarto anterior. El pasillo comunicaba a una pequeña sala de estar, arreglada de forma irregular, con muebles que quizá en algún momento fueron elegantes, una chimenea de grandes proporciones y una mesa de centro un poco más contemporánea. En realidad ese lugar funcionaba más como estancia común, ya que en uno de los costados, unas escaleras dirigían a puertas colocadas en niveles superiores. Casi una docena de esos cuartos, hacían parecer un gigantesco panal a aquella habitación cuando se le miraba desde abajo. También, al fondo, se encontraba la entrada a lo que daba la impresión de ser una cocina con utensilios por demás arcaicos, que no parecían funcionar con Lumen. 

         En cuanto a la puerta ubicada al lado derecho del enorme salón recibidor, Equímides había explicado que sólo en su momento, la cruzarían.

         David tomó la habitación del primer nivel del panal (había decido llamarlo definitivamente así) Adentro pudo notar que no hacía mucho que el cuarto había sido readaptado para el uso humano. Había una cama decente que podía albergar fácilmente a dos personas, flanqueada por dos tocadores de madera, cubierta por  un edredón bastante cómodo, y coronada con una almohada alentadoramente suave. En el lado contrario, se encontró con un modesto clóset que dudaba, utilizaría en demasía, ya que todo lo que tenía lo llevaba puesto. 

Focus Lumen 1: Factor CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora