Prólogo "Editado"

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Emma

Tendría que decir que la culpa fue de los dos, que al final la distancia pudo con nosotros, pero no fue solo eso. Hubo muchas cosas más, y para no mentir, todo ocurrió porque no habíamos construido una base solida en nuestra relación. Todo fue muy rápido y precipitado. Nos acostamos juntos antes incluso de caernos bien, nos pedimos exclusividad sin ni siquiera conocernos, y nos enamoramos sin llegar a tener una cita normal. No tuvimos tiempo de crear un suelo duro y seguro en el que pisar cuando los dos estuviéramos perdidos, cuando nuestra relación se tambaleara, y si a eso le sumas nuestras inseguridades y las seis horas de distancia que teníamos el uno del otro, es normal que se pensara que lo nuestro no tenía futuro. 

La despedida fue brutal. No pude evitar llorar sin parar, dándome igual que la gente de alrededor me viera, que él me viera, y la cara de tristeza por parte de Alberto, tampoco es que ayudara mucho a que yo me tranquilizara. Lo despedí en la estación de tren de Atocha el domingo siguiente a que nos descubrieran. Se veía de lejos que Rosa, la directora de la academia, quería separarnos cuanto antes para que ninguno de los otros profesores o alumnos se dieran cuenta de nuestra situación. Y, aun que le agradezco en el alma que me haya permitido seguir con mi sueño y que a él no se le acabara la carrera, no puedo evitar sentir un poco de resquemor involuntario porque el traslado de Alberto a otra academia lo haya hecho tan pronto.

Alberto me prometió que el viernes volvería, que nos iríamos a cenar a su casa porque no la vendería, que sería como nuestra zona para evadirnos del mundo, nuestra burbuja, y solo estaríamos él y yo. Yo lo deseaba, todos los jueves por la noche me costaba dormir porque estaba eufórica por saber que al día siguiente lo volvería a ver. Y esa sensación aguantaba en mi cuerpo hasta el domingo que tenía que volver a despedirme y todo se volvía de un color oscuro. Y puedo decir que al principio lo llevaba bien, pero luego me iba costando mucho más que llegara la despedida. Al tiempo, en cuanto lo veía bajando del tren, ya me entraba la tristeza para recordarme que él no estará mucho más de cuarenta y ocho horas y que pronto se volverá a ir, y eso, a la larga, no me dejaba realmente disfrutar del tiempo que estábamos juntos porque me amargaba la despedida inminente que siempre tendríamos dos días después.

Durante la semana estudiaba, ensayaba, daba clases y hacía como que no me importaba que el nuevo profesor de la clase de música y de bailes latinos no fuera Alberto. Durante los primeros días, se escuchó de todo. Los alumnos hablaban del por qué se había ido nuestro profesor casi al final de un trimestre y sin haber hecho los exámenes finales. Muchos decían que le habían ofrecido un puesto mejor en otra escuela pagandole mucho más que en esta. Otras, que se había ido por su cuenta porque tenía una amante en la nueva academia. Yo hacía oídos sordos a todo lo que hablaban, sin dar mi opinión, dando a entender que yo no tenía ni idea de por qué nos había dejado tirados. Tenía miedo de que pudieran pillarme.  

—Las clases con este nuevo profesor son mucho más fáciles. —me dijo un día mi compañero David, cuando salíamos del aula de música. 

—Con el otro aprendíamos más. —le contesté queriendo defenderlo de alguna manera pero que no se me notara lo mucho que lo echaba de menos. 

—Bueno, a este no me dan ganas de hacerle un corte de mangas cuando se da la vuelta. Cosa que con el otro sí que me pasaba. —me dijo en broma y lo único que podía hacer en esos momentos era reírme falsamente. 

Alberto y yo hablábamos todos los días durante las primeras semanas. Por mensaje o por llamada. Nos contábamos lo que habíamos hecho durante todo el día, nos decíamos lo mucho que no queríamos y lo que nos echábamos de menos, y hablábamos de todo lo que haríamos el fin de semana cuando nos volviéramos a ver, pero siempre con el límite de que tenía que cuidar a mi abuela. Dormíamos muchas noches en casa de ella, y otras me las ingeniaba para que mi hermano creyera que un viernes me tenía que quedar en la escuela y que solo podría ir el sábado por la mañana a casa de la abuela porque tenía algo muy importante que hacer. Con esa pequeña mentira conseguíamos Alberto y yo, tener una noche para nosotros solos y poder disfrutar del calor de nuestros cuerpos.

Ven Conmigo (2º Trilogía Conmigo) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora