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Emma

3 años despues...

Mi piel se calienta con los primeros rayos de sol de la mañana. Ya le hemos dado la bienvenida al verano y mis brazos desnudos agradecen ese calor tan característico de las diez de la mañana de finales de junio. A estas horas no hace bochorno como a las dos de la tarde, y ayuda también el que corra una pequeña brisa consiguiendo que la falda del vestido que llevo me haga cosquillas en las piernas.

Después de desayunar con mi abuela, he decidido poner una lavadora y tender la ropa en el patio de atrás de la casa. Las clases ya han terminado y aún me siento eufórica por haber aprobado todas y así poder cursar mi último año. Engancho camisetas, pantalones, calcetines con las pinzas con una sonrisa en la boca por saber que todo el esfuerzo y todo el empeño que le he puesto al baile estos tres últimos años han dado sus frutos. Y aun que durante un tiempo, lo tuve muy difícil, he sabido resurgir de mis cenizas para poder conseguir mis propósitos como el Ave Fenix. Me río interiormente por haberme comparado con ese animal cuando le tengo pánico a cualquier ave, pero bueno, supongo que la ocasión lo merece.

Entro en la casa con el cesto de la ropa vacío, y voy a la cocina para guardarlo dentro de uno de los armarios. Decido hacerme un café para poder despejarme y tomármelo con mi abuela. En cuanto me siento al lado de ella, desvía la mirada de la televisión y me sonríe con cariño.

—¿No has desayunado? —me pregunta mirando mi taza.

—Sí, pero necesito un café para el largo día que tengo por delante. —y le doy un sorbo queriendo dejar a un lado el pinchazo que me ha dado en el pecho al ver que mi abuela no se acordaba que hemos desayunado juntas hace una hora. Cada vez tiene más perdidas de memoria a corto plazo porque su enfermedad va en aumento sin que nosotros podamos hacer nada para evitarlo.

—Necesitas unas vacaciones no tanto café. —me dice muy resuelta ella.

—Nos vamos a ir tu y yo a la playa. —le digo con una sonrisa cálida adornando mis labios.

—Calla, calla. Yo no, que estoy muy bien en mi casa. —y niega con la cabeza mientras se ríe.— Podrías irte con ese chico este verano.

—¿Con Bruno? Sí, claro. Y dejarte la casa para ti sola para que montes una fiesta o algo. —le digo en broma mientras bebo de mi taza otra vez.

—¿Quien es Bruno?. Me refiero a Alberto. —y oír su nombre casi consigue que me atragante con el café. Un nudo aparece en mi estomago, el mismo que siento cada vez que pienso en él y en todo lo que hicimos mal ese puño imaginario que me aprieta el pecho cada vez que lo recuerda mi abuela, y aunque haya pasado tanto tiempo, su nombre sigue consiguiendo que deje de respirar por un momento, pero como todas las otras veces, lo echo a un lado en mi mente y lo guardo bajo llave en un rincón muy muy oscuro.

—Abuela, ahora estoy con Bruno. —le explico lentamente para que se acuerde mientras siento un sabor amargo en la boca. Ella me mira como si no comprendiera nada y yo espero para que su mente haga click y lo recuerde. —Vino anoche a verte.

—Ay hija, ¿y yo que sé?. La juventud de ahora cambiáis más veces de novio que de ropa interior. —me dice mientras mueve su mano para quitarle importancia a su amnesia temporal.— En mis tiempos conocíamos a un hombre y nos casábamos con él sabiendo que era para toda la vida.

—Eran otros años. —y fuerzo una sonrisa para que esa ansiedad desaparezca de mi cuerpo.

Han pasado casi tres años desde que Alberto y yo lo dejamos, o bueno, más bien lo dejé yo. Mi cuerpo ya no podía soportar la distancia ni los celos que me atormentaban día sí y día también. Me volví una persona completamente diferente a lo que era yo. Perdí mucho peso porque los nervios, el dolor, la inseguridad no me dejaban comer. Perdía el apetito muy fácilmente cada vez que discutíamos, y lo hacíamos prácticamente todos los días. Por teléfono, por mensajes e incluso cada vez que venía, que cada semana que pasaba eran menos veces de las que me habría gustado.

Ven Conmigo (2º Trilogía Conmigo) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora