16 "Editado"

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Alberto

Nada. No siento nada. Absolutamente nada.

Tengo a una chica guapa, menuda y risueña entre mis manos y no siento nada. Ni electricidad, ni calor, ni deseo que me indique que esto es un mero trámite para lo que realmente me apetece hacer cada vez que veo o hablo con Emma. Ni esa chispa que te enciende para seguir comiéndote a la otra persona a besos. 

Nada.

Somos un intercambio de saliva que ni siquiera te quita el aliento. No siento que me vaya a explotar el pecho de sensaciones, ni excitación, ni ganas de seguir haciéndolo. Y lo peor de todo es que el nombre de Emma ni su rostro desaparecen de mi cabeza ni aunque esté besando a otra persona. La madre que me pario... 

Me separo de ella con una sensación de culpa y un sabor amargo en la boca de mi estomago. Me froto la cara con frustración sabiendo perfectamente que he actuado como un gilipollas, que tengo un problema bien gordo y que toda mi vida sentimental se me esta yendo de las manos. 

—Joder. —digo mientras vuelvo a coger mi copa y me la termino de un solo trago. 

—Sigue en tu cabeza. —afirma más que pregunta Monica mientras se cruza de brazos sin estar ni un poco afectada por mi ataque y mi falta de cordura. 

—Demasiado. —digo sinceramente dejando con un golpe seco mi vaso vacío. El mismo golpe seco que acaba de recibir mi corazón.

—Y ahora es cuando me vas a dar la razón. —dice muy segura. La miro durante un segundo mientras ella espera que lo diga, pero no, no me da la gana dársela.

—Me largo. —y sin despedirme, me alejo de Mónica y voy hacia donde están Luis e Izan mientras mi cabeza no para de darle vueltas a lo mismo de siempre. ELLA.

Cojo mi chaqueta que la había dejado apoyada en un taburete cualquiera y me la coloco con rapidez. Necesito salir de aquí. 

—¿Te vas ya?. —me pregunta Luis.

—Sí. —digo seco sin mirarles a la cara mientras busco a Tomas que se habrá perdido ya con la otra muchacha. 

—¿Ha pasado algo?. —y ahora el que pregunta es Izan. 

—Nada. —digo de muy malas maneras y es que es verdad. Mi cuerpo no siente nada y a la vez siente de todo.  

—Que mala ostia te gastas amigo. —dice Luis soltando un bufido, y me sorprendo porque después de conocernos tanto tiempo es raro que a estas horas se enteren de que soy un poco agrio con las personas. 

—Lo que tu digas. Me marcho. —les aviso mirándoles.— Hablamos otro día. 

—¿Pero estás bien?. —insiste mi amigo. 

—Que sí joder. —y vuelvo a frotarme la cara con frustración. Siento una presión en el pecho, como si me faltara el aire al darme cuenta de muchas cosas y a la vez de otras que no quiero reconocer, y sus insistentes preguntas, la música alta, el alcohol que parece que consigue agrandar mis problemas, las luces parpadeantes, el calor que hace aquí dentro, no ayudan mucho a que mi cuerpo deje de temblar. 

Salgo casi corriendo del local en el que estábamos y agradezco el poco aire frío que corre y que golpea mi cara. Antes fumaba, y en estos momentos es cuando más lo echo de menos, pero tuve que dejarlo porque cada día me sentía más fatigado en mi trabajo y no ayudaba mucho que llenara de nicotina mis pulmones cada tres horas en los que me encendía uno. 

Voy caminando por la acera sabiendo que aún tengo diez minutos de trayecto hasta llegar al parking en donde he dejado aparcado mi coche. He bebido, pero ahora mismo soy capaz de dormir en él y no dejármelo tirado toda la noche ahí abandonado. 

Ven Conmigo (2º Trilogía Conmigo) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora