13 "Editado"

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Alberto

Volver a entrar en lo que era mi despacho consigue traerme paz inmediatamente. Es como si volviera a estar en mi casa, en mi terreno, como si desde aquí pudiera controlar todo lo que está pasando en mi vida de nuevo y que creo que desde que he vuelto a ver a Emma se está tambaleando poco a poco. 

Dejo mi macuto junto con mi maletín encima de mi escritorio y me siento en mi silla giratoria para volver a sentir ese poder que solo me proporcionaba ella cuando estaba en este lado de la habitación. Estudio todo con detenimiento y encuentro diferencias desde el día que me marché. Durante más de tres años otra persona ha estado utilizando este lugar y lo ha hecho más suyo que mío, pero aún así, la sensación de paz y de que estoy empezando a hacer las cosas bien de nuevo, no desaparece de mi cuerpo.

Miro mi reloj de muñeca para ver que aún me queda media hora para dar mi primera clase de Ballet en este nuevo curso, y unos bichitos llamados nervios se instalan en mi estomago junto con la expectación al saber que quedan treinta minutos para volverla a ver y ver su rostro cuando sepa quien es su nuevo profesor. ¿Soy un cabrón porque me produzca diversión solo de imaginarme las posibles conversaciones que podamos tener después?.

La puerta de mi despacho se abre, y un Enrique que da la sensación de que se acaba de levantar aparece atravesándola.

—¡Bienvenido! —me dice con alegría mientras se acerca a mi mesa.

—Gracias. —le digo con una sonrisa porque yo también me alegro de estar de vuelta.

—Te iba a traer un cactus como regalo, pero con lo seco que eres seguro que se te muere. —dice divertido consiguiendo que a mí se me escape una carcajada.

—Menos mal, porque no soy mucho de flores. ¿Pero y una botella de vino?. —le digo para picarle.

—Eso es cuando te mudas a un vecindario nuevo. No cuela. —y nos reímos.— Me alegro de que hayas vuelto.

—Yo también.

—¿Y como llevas eso de que tu novia esté en Barcelona? —su pregunta me sorprende, pero enseguida le contesto.

—Ya no estamos juntos.

—¿No? —ahora el sorprendido es él.— Pues después de la graduación estuvo mirando una plaza de trabajo aquí, pero no había sitio.

—Pues entonces menos mal que no. —y suelto una pequeña risa falsa esperando que no le de más importancia.

No me apetece nada hablar de Verónica, ella ha vuelto a Barcelona y ojalá que ya no la tenga que ver más en mi vida. Después de decirme Emma todo lo que esa soltó por su boca tuve que llamarla para dejarle las cosas claras una vez más. Mi rabia se notaba conforme íbamos hablando, pero me daba igual. Quería que entendiera que no es nadie para meterse en mi vida privada y aún menos para humillar a Emma, la persona que más he querido.

—¿Hola Alberto? ¿¡Pero tu quien coño te has creído que eres para poner en mi boca cosas que no he dicho!? —le grité cuando ella descolgó su teléfono con un "Hola Alberto" amigable como si no hubiera pasado nada. Hacía diez minutos que se fue Emma y aun tenia los nervios a flor de piel.

—¿Perdona? —y mi rabia aumentó cuando se hizo la loca.

—No te hagas la tonta ahora, que sabes muy bien de lo que te estoy hablando.

—¿Ya ha ido tu amiguita a contarte mentiras? —me preguntó muy ufana.

—No quiero verte ni en pintura. ¿Me has oído?. Creía que habían quedado las cosas claras el otro día en la fiesta, pero parece que te faltan dos neuronas para entender que no quiero nada más contigo, que esa diversión que teníamos ya me aburría porque eres más estirada que un palo. —le respondí pasando olímpicamente de su última frase. ¿Me hablaba de mentiras? Podría poner la mano en el fuego antes por Emma que por ella.

Ven Conmigo (2º Trilogía Conmigo) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora