capítulo seis

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A penas llegamos al estudio me pasó entusiasmada un par de hojas, pude leer el título de la canción "Me perdí" y entendí que se trataba de una chica que había descubierto a su novio con otra mujer en su cama. Las primeras estrofas remarcan como él ya no era el mismo y como ella notaba distancia entre ambos, haciéndola confundir, a medida que avanza, la tristeza se convierte cada vez más en resentimiento hasta el punto de recriminarle que por su culpa, perdió muchas cosas, desde tiempo, hasta a ella misma. Y que aún así, él no la valoró.

—Está demás decir que la escribí cuando corté con Nicolás, pero no sé... No puedo encontrarle la vuelta —murmuró atándose el pelo. Asentí y volví mi vista a la canción, tiene un léxico que no envidia a ninguna canción más producida o profesional—¿Y qué pensas hacer? —preguntó mirando expectante. Sonreí.

—¿Tenes la base?

Asintió y se acercó a la computadora, no sé qué tocó porque no entiendo nada, pero en cuestión de segundos, empezó a sonar. Me gusta. Por alguna razón mi imaginación empezó a volar, le pedí un lápiz para poder hacer las anotaciones correspondientes a medida que la pista va corriendo, suponiendo también, la conexión exacta entre la letra y lo que suena. Ella no despegó en ningún momento su mirada, parece entusiasmada y atenta. Más que nada emocionada.

—Me gusta.

—¿Suena bien, no? —preguntó insegura. Asentí dándole toda la seguridad que necesita— ¡Me estresa, te juro!

—¿Estás segura que no me querés mostrar nada antes?

—No, es todo tuyo.

—¿Venís conmigo? —levanté una ceja cuando vi que no se levantó y me incitó a que camine adentro de la cabina.

—¿Es lo que querés? —asentí. Con una sonrisa después de un suspiro, se incorporó para acompañarme. La seguí— Está bien, no le tengas miedo al estudio.

—Para nada...

No es la primera vez que estoy en uno, siempre tenemos que grabar demos para mandar a los concursos por ende, tengo un poco de experiencia. Me dejó pasar primero y cerró la puerta tras ella, parece ser bastante pesada. Empezó a conectar un par de cosas y me tendió los auriculares, subió el micrófono a la altura de mi boca y me explicó la distancia que tengo que manejar para que se escuche bien. Con una sonrisa expectante, se fue para ajustar los detalles técnicos y volvió, se cruzó de brazos apoyándose en la puerta y me miró emocionada.

La canción empezó y más allá que tengo una idea sobre qué podría llegar a pegar en esta parte, me concentré únicamente en cantar como lo predije hace un rato. No sé si ella pretende que me incline al tipo de música que hace o no, pero tampoco es algo que voy a premeditar porque pidió que haga lo que yo quiera y eso es lo que voy a hacer. Es imposible no meter falsetes donde pienso que pueden ir bien, pero tampoco me conformo con eso y trato de mezclar diferentes ritmos, como lo hago con mi piano. Por suerte, la base me lo permite hacer.

La fuerza que estoy sintiendo al cantar me está haciendo agarrar calor, incluso sé que la garganta me va a raspar hoy a la noche. De un momento para el otro me percaté que ella ya no está conmigo y la pude ver del otro lado, tecleando en la computadora mientras tiene los auriculares puestos. Parece más que concentrada. Y acá, es cuando pienso sorprenderla. 

Traté de imitar su estilo lo que hizo que levante la vista para mirarme con sorpresa. Tiene la ceja arqueada y la boca semi abierta, de ella se puede ver como la comisura está bastante elevada como si sonriera. Ocultando todo ese rastro, volvió su vista a la computadora y cantando, como si hubiera agarrado el ritmo, siguió tecleando.

—¿Y? —le pregunté sacándome los auriculares. Mordió su sonrisa y se estiró para apretar un botón.

—Me dejaste embobada Pacheco —dijo como en un suspiro— ¡Tenemos que hacerlo de nuevo!

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora