capítulo veintisiete

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enero

***

—Hace mucho no lo sacamos a pasear —murmuró Cielo en un puchero, mientras acaricia a Muba. La miré mal y suspiré, es la tercera vez que me lo repite.

—No jodas, hace cuarenta grados a la sombra.

—¡Que mal dueño sos!

—En realidad soy bueno porque está feliz abajo del aire acondicionado —le dije obvio. Ella me empujó un poco tratando de moverme, pero no lo hizo. 

Hoy es un día típico de verano en donde apenas se puede respirar, hace literalmente cuarenta grados de sensación térmica y ni siquiera está agradable para meterte a la pileta porque bueno..., parece una sopa. A Cielo se le rompió el aire acondicionado de su pieza y como soportar a su mamá en la sala no es opción, se instaló en mi casa. No sé que haría sin mi, mucho menos si no sería su vecino.

—¡Hola! ¿Qué hacen?

—¡Uh, cagamos! —le dije jodiendo, ganándome un golpe atrás de la cabeza, no dudé en agarrar el almohadón que está al lado mío para devolvérselo, pero lo esquivó con su mano y lo retuvo en el pecho mientras se sienta en el sofá de enfrente.

—¿Vamos a comprar helado? —preguntó entusiasmada. Algo que motivó a Cielo, estas mujeres me frustran.

—¡Los días así están hechos para no moverse! ¿Qué parte no entienden de eso?

—Sos un aburrido, Pacheco.

—Bien que si Ludo te lo pide irías... —murmuró mi hermana desafiante. Levanté una ceja mientras le hago fuck you.

—O si le dice de ir —apoyó Cielo— ¡Que pollerudo de mierda que sos!

—¡Ay callate! Tu novio es mil veces peor que yo.

—No me quejé en ningún momento de eso.

La razón por la que Ludo no está con nosotros es porque me dijo que no va a venir, alguna comida le cayó mal y está con vómitos desde la madrugada, por ende no solo no tiene ánimos de venir sino que tampoco puede aceptarme un almuerzos que no va a comer. No quiso tampoco que vaya a cuidarla porque me dijo que voy a aburrirme, claramente no lo voy a hacer y no me importa en todo caso, solo cuidarla.

—¿Y qué onda vos? —le preguntó Cielo a mi hermana, ella está tan concentrada en su celular que ni siquiera se percata de darnos un poco de atención. Levantó la vista y se encogió de hombros.

—Yo nada, viviendo la vida..., no pienso quedarme así de pelotuda como ustedes. Son mi ejemplo a seguir que nunca tengo que tener novio.

—¡Que resentida del amor que sos! —chilló mi amiga, al punto que Muba se levantó para mirarla dos segundos, antes de volver a acostarse, bufando. Lo había despertado. Estiré mi mano para acariciarlo un poco.

—Ay callate Cielo ¡Por favor! Que das asco —la miró haciendo una mueca, que se le borró cuando ella se levantó para empezar a pegarle con un almohadón— ¡Auch!

—¡Defendeme vos! —gritó Cielo llamándome. La miré como si estuviera loca, que lo está, para que no me moleste, solo hasta que mi hermana me provocó:

—¡Si este es más estúpido que vos! —caminé hasta ella para sacarle el almohadón que había acorralado de mi golpe y así empezar a acompañar a Cielo con sus golpes. Mi hermana está hecha una bola mientras grita que paremos, algo que nos incentiva a seguir. Los ladridos de Muba se hicieron presentes y el ambiente tranquilo de mi casa desapareció— ¡Ay dejen de pegarme porque me voy!

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora