capítulo veintidos

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Con una mueca, agarré el mate que Cielo me tendió para tomarlo sin volcarme, ya la reté tres veces por servirlos muy llenos, suficiente tengo con estar manejando a la vez. Por suerte, solo estamos yendo ella, Joaco y yo, los chicos están en el auto de Luca atrás de nosotros. Y Ludo salió hace un rato para la ruta por lo que no tengo señales de ella desde hace una hora que se lo comentó a mi mejor amiga.

No dormí tanto a la noche, por lo que los estoy obligando a mantenerse despiertos para que me entretengan, Joaco propuso hacer karaoke y su novia lo siguió al punto que tengo a dos locos gritando en mi auto, lo peor es que estoy algo así como encerrado con ellos. Pero obviamente lo prefiero antes de manejar solo, aburrido y en silencio, envidiándolos por estar durmiendo.

Ni bien llegamos, nos pusimos a preparar para ir a la fiesta, las calles ya están pobladas de gente disfrazada que lo único que te da ganas es de estarlo vos también. El monoambiente es muy chiquito al igual que el baño y como no queremos discusiones, dejamos que las chicas se encierren para cambiarse mientras nosotros lo hacemos del otro lado. Antes de irnos, hicimos todo un ritual de sesión de fotos a pedido de ellas, obvio que no oculté mi emoción por eso, quiere tener muchas opciones para subir con mi novia y mejores amigos.

El predio es enorme, tiene escenario, juegos mecánicos y todo lo que te puedas imaginar. Es imposible no perderte en semejante lugar por lo que prometimos con Joaquín no separarnos pase lo que pase. A pesar de lo que digan, con Ludo no tenemos una relación en la que necesitamos estar pegados todo el tiempo o sí, pero no cuando hay gente con la que compartir. Sabemos respetar a las personas que están con nosotros, muy a diferencia de mis mejores amigos que no dejan de comerse entre sí y no comentar nada.

—Después nos dicen densos a nosotros —gritó en mi oído del clima que están creando Cielo y Joaquín para ellos. Mordí mis labios negando mientras la acerco más a mi mientras no dejamos de bailar. Ella sonrió y me rodeó con sus brazos.

—Y... ¡Mira si no voy a ser densa con el novio que tengo!

—¿Y yo? —enarqué una ceja acercándome más mirando sus labios— Mira esa boquita... Imposible estar lejos.

En nuestra defensa, ellos empezaron con esto de ignorarnos. 

El beso que inició siendo completamente sutil e indefenso, pasó a mayores cuando ella llevó su mano a mi cuello para acercarme incluso más, incliné mi cabeza para tener más acceso. Mis agarré de su cintura bajó para posicionarse en su culo y apretarlo mientras que no deja de bailar, moviendo lo correcto. Se separó de repente para empezar a cantar, me agarró de las manos y las entrelazó, se giró pegando toda su espalda a mi pecho, hizo que la abrace a la vez que empezó a menear la canción de reggaeton que está sonando.

Su cuello se ve tentador y el acceso a el no se me fue difícil, lo besé afianzando mi abrazo, necesito sentirla lo más cerca que pueda. Con una sonrisa que reconozco muy bien, se puso en puntas de pie y susurró en mi oído:

—¿Por qué no vamos al auto?

Creo que la desesperación de mi erección me hicieron actuar más rápido de lo que pude pensar. Entrelacé nuestras manos y empecé a caminar para donde supongo que está el auto, porque como dije, el lugar es tan grande que hasta parece imposible acordarme. Pero gracias a alguien sobrenatural, lo encontramos. Saqué la llave de mi jean y lo destrabé, me apuré a subirme para que ella se suba encima. Cerré la puerta sin medir mi fuerza, haciéndola resonar más de la cuenta. 

Sentí como sonrió en mis labios, pero tengo tantas ganas de ella que ni siquiera me importa ahora. Y parece que está igual. A ciegas buscó el botón de mi jean y lo desabrocho, siguió con el cierre y después con mi boxer. Tiré el asiento para atrás para buscar comodidad, y no volver a hacer sonar la bocina y me adentré a su pollera. Corrí su tanga, completamente empapada y dejé que busque la satisfacción para los dos. 

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora