capítulo dieciocho

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agosto

***

Bajé mi mano, aprovechando el tacto de su piel contra mi palma, hasta centrarme en su culo, lo apreté para acercarla más a mi ya notable erección. Puedo escuchar como la televisión está sonando de fondo, pero la verdad es que no me importa y mucho menos cuando la siento gemir en mis labios. Hace más de dos semanas que estamos intentando terminar de ver Stranger Things, ya vamos por la segunda temporada pero es imposible cuando cada vez que la ponemos, terminamos así. O pero en realidad porque recién empezamos. La mano de Ludovica, que está afianzada a mi cuello para que no nos separemos, inició su recorrido por mi pecho hasta llegar a mi miembro y lo apretó suavemente.

—No hagas eso... —jadeé sin despegar mis labios de los suyos, estoy tan en mi salsa que ni siquiera tengo intención de abrir mis ojos.

—¿Por qué no?

—Porque si seguís así, voy a terminar cogiéndote mi amor —le dije mirándola. Ella también lo hizo, sus ojos están más oscuros de lo normal. Siento perder el control de mi cuerpo cuando muerde sus labios.

—¿Y qué esperas entonces?

Con una sonrisa ladeada, tiré de su cuerpo para que se acueste en la cama antes de volver a atacar sus labios. Me subí encima de ella y empecé a moverme con lentitud para que sienta todo lo que provoca en mí con tan solo un beso. La mordí descendiendo a su mentón y cuello, puedo notar como su pecho sube y baja de una manera agitada. Amo provocarla. 

Agarré el borde de su remera y la subí para que se la saque y así, poder encontrarme con lo que tanto me gusta. Sus pechos. Los besé por encima del corpiño antes de sacárselo, porque es obvio que estorba y así poder empezar a jugar con ellos, tanto con la boca como con mis manos. La estoy conociendo para saber qué es lo que la vuelve loca, por eso mismo, sin dejar mi atención, bajé una de mis manos para llegar a su centro y apretar con fuerza. Su gemido es música para mis oídos. 

Adentré mi mano a su pantalón y tanga para poder tocarla como se merece. Mis besos empezaron a descender hasta llegar a mi destino, bajé lo que me interpone de ella y mi boca se unió a el toqueteó. Mirarla es algo que me fascina y mucho más cuando parece estar a la merced de lo que le estoy haciendo. Sus ojos están cerrados mientras muerde sus labios para contenerse los gritos ya que su familia está a una pared de distancia. 

Su manos en mi pelo, enterrándome más a ella, me motiva a seguir haciéndolo con más precisión. Muchas veces escuché el martirio que es para mis amigos practicarle sexo oral a alguien y mi único pensamiento en estos momentos es que están completamente locos, no encuentro mayor placer que tenerla a Ludovica así para mi. Lista para recibirme, entregada a mí como si su vida dependiera de esto.

Cuando su cuerpo empezó a hacer espasmos, intensifiqué mis movimientos para que pueda liberarse. Incluso vi como se incorporó de la fuerza que el placer le está provocando. Con una sonrisa, me levanté para llegar a su encuentro y besar su labios de nuevo, ella me contestó apenas ya que se nota lo agotada que está, pero su descanso no duró mucho. Me empujó con su mano para que me acueste y bajarme el pantalón, pero antes que pueda llegar a algo, su celular sonó.

—Después atendes... —murmuré en sus labios. Ella asintió buscando mi erección para sacarlo acariciarla mientras se sube arriba. Cuando veo su intención, me doy vuelta para que quede abajo mío y así poder hacer lo que tanto estamos buscando. 

Pero su celular nos volvió a interrumpir.

—¡Uf! ¿Quién es? —le dije de mala gana cuando se levantó para sacarlo de abajo de la almohada, rodó sus ojos.

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora