capítulo cinco

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Ya no hay vuelta atrás, Corina me vio y se está acercando a saludarme, quise rodar mis ojos pero tampoco para quedar como un sorete, no me hizo nada. Llegué temprano y no entré, para estar al pedo preferí quedarme en la puerta del colegio, escondido a un costado para que nadie me vea. Al perecer mi escondite no fue muy bueno. Me saludó y se sentó al lado mio.

Su pelo rubio esta atado dejando su cara al descubierto, tiene los ojos color marrones claros y un cuerpo de infierno, pero como dije mil veces, toda ella no me provoca nada. Habla y todo lo lindo que parece tener se va, su pensamiento es muy de mierda y tampoco para ser alguien muy intelectual, que tampoco es como si me importara mucho pero es alguien que no me cierra.

—¿Cómo estás?

—Bien Cori ¿Y vos? —le pregunté bloqueando mi celular para no quedar como un maleducado.

—Bien... —suspiró apoyándose en la pared. Me miró atenta. Su mirada es tan penetrante que me pone incomodo— ¡No me escribiste, malo!

—¿Y por qué debería hacerlo? Si querías hablarme podrías haberlo hecho...

—¡Ya sé! Pero mi femineidad no me deja hacerlo —la miré atónito. Acabo de escuchar la pelotudez más grande que me podrían haber dicho. Ella sigue restando puntos en eso de querer conquistarme. Creer que una mujer no podía encarar era un pensamiento de mierda, además de machista— ¿Y qué onda tu vida?

—Como siempre, escuela, conservatorio y los chicos.

—Hablando de ellos... ¿Le dijiste algo de nosotros?

—¿Hay un nosotros? —enarqué una ceja, ya no sé en qué idioma hablarle para que entienda. Voy a intentar con hacerle un dibujo la próxima.

—No hay un nada...

—¡Estamos juntos cuando hay alcohol de por medio nada más! Y ellos lo ven, así que no hace falta que les hable de vos.

—¿Eso podría cambiar, no? —se me insinuó acercándose más a mi. Sin disimular, me corrí poniéndome de frente para mirarla mejor. Mi sonrisa era absoluta de cansancio.

—No veo porqué debería cambiar.

—Me gustas y conmigo te pasa algo..., sino no me chaparías cada vez que tenemos oportunidad.

—No, pero estoy en otra —suspiré buscando las palabras correctas—. Ya lo hablamos Cori, sos muy linda pero ahí se terminó mi interés.

—¿Estás conociendo a alguien?

—¡Hola! ¿Qué onda? —la voz de Cielo interrumpió esa pregunta fulminante de Corina. No sé si puedo decir por suerte, porque tal vez decirle que sí estaba en otra le iba a hacer entender que entre nosotros no iba a pasar nada más allá que besos. A pesar que en realidad, no estoy con otra, o por lo menos no todavía.

—Hola hermosa ¿Cómo estás?

—Bien —me contestó besando mi mejilla en forma de saludo, se sentó en frente mío y miró a Corina—. Amiga te estaba llamando ¿Otra vez tenes el celular en silencio?

—Sí, sabes que me pone histérica tenerlo normal.

Que cielo haya llegado me da la oportunidad de poder irme. Me levanté y Corina no tardó en hablar.

—¿Te vas?

—Sí, voy a buscar a los chicos que seguro ya llegaron.

—Vine caminando con Joaco, está en el baño... —me contestó Cielo, haciéndome sorprender. No se llevan ni bien ni mal, ni siquiera lo hacen en realidad, pero al parecer se cruzaron en el camino como muchas veces lo hacíamos los tres y vieron la oportunidad de tener un momento a solas. Ojalá lo hayan aprovechado.

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora