Contra el mundo vino a mi mientras paseaba a Muba, tuve que volver corriendo, literalmente, a mi casa para agarrar mi cuaderno y escribir todo lo que tenía para decir, salió de una manera tan instantánea que pareciera que lo más profundo de mi alma necesitaba expresarse, y eso hizo. Lo que me está pasando es tan loco que ponerlo en palabras incluso me sirvió para descargar esa angustia que tengo por el ambiente tóxico que me rodea.
Y sobre eso se trata la canción, anclé de una manera extraña cómo estoy condenado a los prejuicios. No solo yo, sino que Ludo también y cómo siento que ella me puede salvar. Somos los dos yendo a la par, contra el mundo.
No dudé en ir al conservatorio, son las cinco de la tarde y en mi casa parecen las tres de la mañana, no hay nadie y el silencio reina el clima. Por ende, no me resultó difícil salir por la puerta principal y agarrar el auto para poder llegar a mi destino. Obviamente, antes le avisé a Maite es la única que se podría preocupar por mi paradero y ni siquiera es seguro.
—Hola.
Saludé cuando entré al estudio sin saber quién podría estar, la hora amerita una cantidad de gente que en realidad no hay. Solo está Ludo, con su cuaderno y auriculares. Parece tan concentrada en lo suyo al punto que ni siquiera me vio entrar y se asustó cuando le hablé.
—Pache, hola.
—¿Estás bien? —pregunté acercándome un poco preocupado, los ánimos con los que me respondió, no son propios de ella. Incluso ni siquiera me sonrió. Me acerqué para sentarme a su lado en el sillón, mientras suspiró y cerró su cuaderno.
—Mi hermano menor al parecer todavía no entiende lo que esto significa y... nada, se puso rebelde y mamá ya no da abasto —murmuró mirando hacia el piso, como si se sintiera avergonzada de contármelo. Hizo una mueca y me miró después de un suspiro—. Perdón si no te contesté estos días.
—No pasa nada, está todo bien.
—¿A qué viniste acá? —preguntó acomodándose para quedar en frente mío. Quiso imitar una de sus sonrisas pero no le salió, no transmite más que tristeza en los ojos.
—Lo mismo que vos, supongo.
—¿Pasó lo que pensabas?
Me gusta que sepa qué es lo que me está pasando, en la semana de ensayos habíamos hablado mucho sobre las posibilidades de enfrentarme a un nuevo mundo y sobre cómo se lo tomaría mi familia, claramente nunca me equivoqué porque tampoco estoy esperando mucho de ellos. Pero mis amigos sí me decepcionaron aunque no sé hasta qué punto. La costumbre de la falta de apoyo y sobre cómo si no haces lo que pretenden que hagas lleva a un prejuicio, es algo de todos los días para mi.
—Sí...
—Proba con las tres rosas —dijo segura. Sonreí, las tres rosas se volvió algo tan nuestro que hasta tomar la decisión más difícil se ve como algo lindo. Las ganas de sentirla son tantas que acercarme no es algo que debería pensar mucho. Mordí mis labios y lo hice.
—Sigo eligiendo esto —murmuré rozándola.
Sentir su sonrisa en mis labios me provoca tanto que no tardé ni dos segundos en atraparlos con los míos, la mordí apenas y los abrió para dar paso a un beso increíble. Como todos los que ya compartimos. Besa tan bien que me hace olvidar de todo, aunque no es algo difícil para ella porque solo le basta mirarme para poder hacerlo. Tiene un sabor que me enloquece y lo hizo más cuando me rodeó el cuello con sus brazos a la vez que se subió a mi regazo.
Tenerla encima debería ser considerado un triunfo de vida para cualquiera.
—Escribí algo...
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Entre versos y otros prejuicios | Primer Parte
Teen FictionCreo que primero debería presentarme para no ser maleducado así que, acá voy... ¡Hola! Soy Mateo Pacheco, pero nadie me dice así realmente... Los más allegados me dicen Pache y asumiendo que vas a leer mis pensamientos por un tiempo, podes llamarme...