capítulo once

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junio

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No me importa cuales son las cosas por las que tengo que pasar para poder volver cada fin de semana a subirme al escenario. Lo que siento arriba vale la pena, incluso me hace reflexionar sobre cómo estuve perdiendo tanto tiempo de mi vida en algo que no le llega ni a los talones a esto. Lo que más me gusta es como la gente puede sentir lo mismo que yo y me lo demuestra con cada aplauso, grito, baile o salto que genera en reacción a mi música. 

Incluso entendí que lo que hago es tan grande, porque hace ya dos semanas que nos llamaron para presentarnos en Groove, un boliche muy famoso y de los más privilegiados de Palermo. Por alguna razón que desconozco nuestros temas se fueron extendiendo a otros barrios hasta llegar a lugares que ni siquiera soy capaz de dimensionar. Cuando Eze nos dijo la noticia, no pude evitar emocionarme, obvio que no lloré, pero estuve a punto.

El apoyo no solo vino de una manera física, sino también virtual, ya que mis seguidores en Instagram se multiplicaron ¿Multiplicaron digo? ¡Pasé los cien mil seguidores! Y por mucho porque estoy a punto de llegar a los quinientos. Es una locura... Aunque hay una parte que no me gusta mucho y es la de las chicas acercándose constantemente para intentar algo conmigo, es cansador negarse tanto a diferentes personas todo el tiempo, además, no es como que no dejamos en evidencia que entre Ludovica y yo pasa algo. 

Igual, está demás decir que cuando ella está cerca mío, nadie se me acerca. La respetan y eso me deja bastante tranquilo.

Bajé el último escalón con una sonrisa que si la extiendo un poco más, sale de mi cara. Y ahí están mis amigos, hermana y Cielo, esperándome como algunas veces lo hacen. No puedo ver a Ludo pero seguro fue a la barra o está con sus amigas, no es que se lleve mal con los míos, pero ni siquiera yo los soporto mucho como para no entender porqué tampoco le gusta pasar tiempo con ellos. 

—¡Bien ahí amigo! —me dijo Luca palmeando mi espalda. Le sonreí a la vez que envolví el cuerpo de Cielo con mis brazos, ya se que abalanzó ni bien me vio. Besé su frente y me separé para seguir saludando a todos quienes no dejaron de felicitarme.

—Gracias por venir.

—¡La rompiste! Como siempre... —chilló Ludo cuando llegó. Bajó su lata de cerveza y se acercó para poder besarme, no dudé en corresponderle a pesar que sé que estamos ante la mirada atenta de todo mi círculo social. Pasó sus brazos por mi cintura y se puso en puntitas de pie para llegar mejor.

—Vas en decadencia vos, eh...

Me olvidé que seguimos al lado del escenario, por ende, le estábamos impidiendo el paso a alguien y ese alguien es nada más ni nada menos que Nicolás. Está mirándonos con una sonrisa burlona que me dan ganas de borrarsela de una piña que obviamente no le voy a dar, porque no lo merece.

—¡¿Qué te pasa flaco?!

—No haces otra cosa que aparecer para romperme los ovarios vos —suspiró frustrada mientras se dio vuelta para enfrentarlo, agarró mi mano en señal que no me meta, o eso entendí. La apreté con fuerza, pero no tanta porque no pretendo lastimarla, para calmar mi enojo.

—Solo te digo, que deberías ver quién en verdad triunfa y cómo se hace.

—¿Y se supone que vos sabes?

—Mirame diabla, vos dirás —le dijo acercándose más de la cuenta, llevé una mano a su cintura y la empujé más hacia mí para separarla de ese idiota. Que le diga así me dan ganas de vomitar. Con una sonrisa ladeada, me miró antes de agarrar el micrófono que le están alcanzando y subió las escaleras para pisar el escenario, por suerte muy lejos de nosotros.

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora