capítulo diez

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—¡Llegué! 

Gritó Ludo después de hacerme pasar. Estuvimos toda la tarde en el shopping comprando ropa para los nuevos shows que se vienen y aprovechamos para buscar el color exacto que quiero en el pelo, cuando terminamos ella me ofreció ir a su casa y no iba a negarme ni en pedo. A pesar que conocer a su familia me intriga, ya que no sé qué es lo que piensan sobre mi o el estatus social que llevo encima, ojalá que no les importe.

—¡Estamos en la cocina! —el grito de una mujer se escuchó. 

La casa está pintada de color crema, lo primero que te topas cuando entras es la sala, donde hay un sillón enfrente de una televisión y dos puertas. Ludo me agarró de la mano y me llevó para la más alejada, pero antes de poder llegar, apareció un chico que no pasa los doce años por el pasillo de la izquierda.

—¿Sabes donde está el cargador de... Hola, soy Khalil —se presentó enseguida cuando me vio. Le sonreí le correspondí el saludó con la mano. A diferencia de ella, tiene el pelo color café al igual que sus ojos, también se pueden apreciar bastantes pecas en su cara dándole un aspecto angelical que combina con sus rulos.

—Pache.

—¿Sos el novio de mi hermana?

—¿Qué son esas preguntas pibito? —se rió ella empujándolo un poco— ¿Te fijaste si el cargador está abajo de la cama?

—No...

—Es donde siempre lo dejas, Khal —rodó sus ojos, el nene asintió antes de irse corriendo por donde apareció. Me miró y sonrió—. Preparate para ese tipo de preguntas, vení... ¡Hola gente!

Abrió la puerta y pude ver a los integrantes de su familia, o por lo menos a una parte. Están sentados en una mesa redonda mirándome expectantes. El ambiente es muy hogareño, las paredes tienen azulejos que blancos con rojo que combinan tanto como con el mantel de la mesa, los tapizados de la silla y las cortinas.

—Ay, hola... —dijo una mujer levantándose para recibirnos. Encima de ella hay un bebé que no dudó en pasárselo a una chica antes de acercarse.

—Ma, él es Pache, Pache ella es mi mamá Vera...

Ella me está sonriendo abiertamente, de una manera maternal que no estoy acostumbrado. Es igual a Ludo, con el pelo colorado y ojos marrones, tampoco es muy alta que digamos y se nota que tiene unos kilos demás que supongo que se trata por los cuatro embarazos que pasó, más allá de esto no parece ser una mujer grande, debe tener unos treinta y largos. En cambio, la chica que ahora tiene el bebé, es castaña con sus ojos mucho más oscuros que el resto de la familia, debe ser un poco más grande que nosotros pero tampoco tanto.

—Ella mi hermana Anahí —me presentó a la chica pasando por su lado y agarró el bebé para acercarlo a mi. Ni siquiera sé si llega al año, no tiene pelo y sus ojos son oscuros. Es hermoso, tiene muchos cachetes— Y este bebé hermoso es Antonio..., mi hermano.

—¡Y te olvidaste de alguien querida! —habló de mala gana el señor que está más alejado en la mesa. Tiene los brazos cruzados y no me está mirando muy bien que digamos, me intimida porque sus anteojos llevan tanto aumento que sus ojos parecen más grandes de lo que deberían. Agregando que su falta de pelo no ayuda tanto a disminuirlo.

—No terminé en realidad... —lo miró con una sonrisa tan típica de ella que al hombre se le hizo muy difícil seguir manteniendo la postura recta—.Él es mi abuelo, Rubén.

—¡Hola Pache! Un gusto... —me sonrió la madre abiertamente. Ahora sé de dónde sacó su sonrisa—, qué lindo es hija.

—Hola a todos, un placer. Gracias por recibirme...

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora