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BLANCO

El mayor reto

de un escritor

es una simple

hoja en blanco.



GRACE


Leo su carta mientras desayuno. Es lo primero que he encontrado nada más despertarme. Miles de pensamientos atraviesan mi mente después de releerla veinte veces más, pero, finalmente, concluyo que la única manera de desprenderme de ellos es escribiéndolos.


Querido Alan,

Hace tan solo un día que no estás aquí y me he dado cuenta de una cosa: cocino fatal. Echo de menos tus desayunos, esos que no te decía que estaban deliciosos porque no quería hacerte sentir cómodo conmigo, porque no quería cambiar.

Pero, al final, tras estos siete días fugaces me ha sido muy difícil no cambiar, porque todo a mi alrededor lo ha hecho. Sin haberlo pedido. Pero dudo que cambiar sea algo malo en esta ocasión, Alan, porque estoy llena de energía hoy y no sé en qué puedo emplearla.

No obstante, tu carta ya me ha alegrado el día porque me contenta recibir algo tuyo, algo que de verdad hayas elaborado por ti mismo. No un simple texto tecleado a través de una pantalla que nos hace pensar que somos libres de cualquier cosa; no enviando un corazón, pensando que eso es amor... A veces, creo que las nuevas tecnologías pueden destrozar el arte, la humanidad y los sentimientos. Pero nosotros no somos así, nunca seremos como ellos, ¿verdad? Supongo que escribir en papel te da tiempo a pensar mejor lo que quieres decir, siendo cauteloso con cada palabra escogida.

También he estado pensando en lo que me dijiste: «Ponerle nombre a todo delimita la intensidad de muchas emociones». Y ahora entiendo que tienes razón, porque la obsesión de querer tener una palabra para todo lo que percibimos mediante nuestros sentidos puede acabar destruyéndonos si abusamos de ello, dado a que no todo puede ser nombrado, no todo tiene un nombre. Hay cosas que simplemente se sienten y uno no puede hacer nada al respecto. Sentir y hablar no son paralelos.

No te olvides de mí, príncipe,

Grace.


Cierro el sobre y pido un dron de mensajería, que tarda unos veinte minutos en llegar después de haber pagado.

Más tarde, cuando veo que el aparato se aleja de mi ventana con rapidez, advierto otro artilugio que vuela hacia la isla, sin embargo, en esta ocasión no tengo ni idea de qué es. Reviso en mi ordenador si he pedido dos drones por error, pero me señala que mi pedido está pagado, confirmado y en dirección a su destinatario.

Espero unos segundos hasta que la pequeña máquina con alas se posa en mi ventana y deja ir con voz femenina:

—No te preocupes, solo estamos haciendo la revisión obligatoria de la Semana del Permiso con el fin de detectar si estás cumpliendo la ley. Voy a hacer un registro rápido a tu hogar y en breves instantes me iré. ¡Espero que tengas un buen día!

Acto seguido, accede pasando al lado de mi cabeza y empieza a recorrer el salón emitiendo pitidos y luces verdes. Cuando termina, se va a la sala contigua. Seguidamente, se dirige al piso de arriba y continúa revisando todo el castillo.

En prácticamente treinta minutos ya ha acabado de inspeccionar todas las salas, incluidas aquellas que están cerradas. Las logra abrir con un mecanismo incorporado de llaves para abrir cualquier cerradura.

Finalmente, vuelve al salón y formula:

—Hogar examinado. No hay ningún hombre en el hogar del usuario. Revisión correcta. ¡Gracias por dejarnos entrar y disculpa las molestias!

—Como si me hubieras dejado elección —susurro mientras sale por la ventana.

También percibo cómo se marcha tan rápido como ha llegado.

«Todo se aleja de mí», pienso.

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