AMOR
¿Se acabarán las canciones de amor?
Años y siglos sangrando dolor.
Amor, déjame probar tu sabor.
¿Seguirán los corazones rasgados?
Cartas, rimas, mensajeros alados.
Amor, envuélveme en inertes brazos.
¿Persistirán lágrimas derramadas?
Rencor y nieve en cadenas atadas.
Amor, te perseguiré donde vayas.
GRACE
Le tiendo la mano para ayudarle a subir en el autoavión. Alan, casi sin vacilar, cuando le he propuesto que venga lo ha hecho. No tengo ni idea de por qué, pero lo importante es que ha accedido y está conmigo. Los motivos a veces no tienen importancia; otras veces simplemente no existen.
Benjamin, desde fuera del autoavión, me da mi mochila. Le alargo mi mano para estrechársela y suelto un «Gracias por todo» en voz alta para que me escuche sobre el motor del vehículo. También miro a Sam, que se encuentra junto a él y nos observa con tristeza, y veo llegar las figuras de Bea, Alec, Cami y Eric desde el bosque a toda prisa.
Se abrazan entre ellos y nos saludan alzando las manos. Yo no soy capaz de responder ante nada. Simplemente pulso el botón de cierre del autoavión y dejo que las lágrimas recorran mis mejillas. Seguidamente, introduzco la ubicación de mi isla y doy orden para que el vehículo despegue.
Al ser de noche, todo parece nada; la oscuridad engaña.
Alan suspira profundamente. No hemos hablado desde que el autoavión ha despegado de Oceanía, hace ya unas horas. Él ha estado durmiendo, sin embargo, yo he sido incapaz de pegar ojo.
Se despierta cuando salen los primeros rayos de sol.
—Grace... —formula aún con los ojos cerrados.
—¿Sí?
—Solo quiero decirte —empieza a abrir los ojos lentamente— que, a pesar de la estupidez que estás cometiendo, estaré contigo. Y con él o con ella —añade.
Alarga su mano hacia mí lentamente. Pasados unos instantes, advierto que su objetivo es mi barriga y dejo que pose su mano en ella. Acto seguido, acerca su rostro al mío y me besa.
—Si nos cogen nos matarán —susurra—, así que vamos a intentar sobrevivir, ¿vale? —Asiento—. Por nuestro hijo.
—Por él o por ella —coincido y le devuelvo el beso.
Alan posa su cabeza en la mía y nos abrazamos durante el resto del viaje.
Un par de horas más tarde, empiezo a vislumbrar un paisaje más urbano y frío a mis pies. Creo que ya nos hallamos cerca de la ciudad de Iris y, por tanto, estamos a punto de llegar a casa.
Minutos después, el autoavión aterriza en mi isla.
Todo está exactamente como lo dejé, todo permanece intacto. La única diferencia notable es la calidez de junio, sustituida por el frío del otoño nórdico. Según mis cálculos, todavía quedan unas semanas para que empiece a nevar, pero el cielo encapotado perdurará hasta entonces.
ESTÁS LEYENDO
Siete días
RomanceDISPONIBLE EN FÍSICO y eBOOK ¿Siete días son suficientes para que la persona más fría se enamore? Hace cinco siglos el mundo se dividió en dos partes: Homotania, lo que antiguamente era América, donde residen los hombres; y Femtania, antiguamente co...