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EFECTOS

Su encanto perduró

durante la magia

y su fascinación

solo me contagia.



GRACE


Lo primero que hago al despertarme es ir a la cocina y beber agua. Tengo la boca reseca y el clima cálido tampoco ayuda. Alan sigue durmiendo plácidamente en nuestra habitación, así que voy a la cocina para preparar el desayuno en silencio. Siempre lo hace él, por lo que decido darle un descanso hoy.

Elaboro batidos fríos de frutas y tostadas y, minutos después, oigo los pasos de Alan llegando a la cocina. Me giro y veo su pelo oscuro despeinado y sus ojos medio cerrados por el sueño a la vez que bosteza. Sin embargo, su sonrisa está permanentemente presente en su rostro.

Yo también le respondo con una leve sonrisa y le digo:

—Buenos días, príncipe.

—Buenos días, Rapunzel. —Se acerca a mí, me da un beso y observa la mesa—. Veo que te has mantenido ocupada.

—Sí, la verdad es que he sobrevivido: no he quemado nada. —Me encojo de hombros.

—¿Qué te apetece hacer hoy? —pregunta una vez ya nos hemos sentado en la mesa de la cocina para desayunar.

—Creo que deberíamos empezar a trabajar, ¿no crees? —expongo como si fuera una obviedad—. Quedarnos aquí tiene un precio.

—Tienes razón —coincide—. Cuando acabemos, vamos a la cúpula para hablar con Benjamin.

Y así lo hacemos. Terminamos de comer, nos vestimos, nos arreglamos y nos dirigimos a la cúpula de cristal. La gente aún desayuna y charla; los niños corretean y juegan; hombres y mujeres ayudan llevando cosas de un lado a otro.

En una mesa encontramos a Bea y Alec comiendo.

—¡Buenos días, Grace! —saluda la primera con entusiasmo cuando nos ve—. ¡Buenos días, Alan!

Ambos soltamos un tímido «Buenos días, Bea» casi al unísono.

—Sentaos, desayunad con nosotros —nos ofrece señalando los asientos vacíos.

—Acabamos de comer —señalo con una sonrisa—, pero gracias de todos modos.

—No es nada —contesta Alec—. ¿Buscáis a alguien? ¿Necesitáis ayuda?

—Sí —afirma Alan—, ¿habéis visto a Benjamin o a Sam por aquí?

—Claro, están en una de las mesas del centro de la cúpula. Por allí —Bea apunta con un brazo la dirección que está señalando.

—Muchas gracias —digo al mismo tiempo que hago ademán de irme.

—Esperad —nos interrumpe Bea antes de poder dar un paso—, ¿os gustaría ir a dar un paseo esta tarde con Cami, Eric y nosotros dos?

Alzo la vista para ver qué opina Alan. Él se encoge de hombros y me sonríe.

—Sí, claro —acepto.

—Genial —Bea casi grita de la emoción—, pasaremos a buscaros después de la hora de comer.

Nos despedimos y llegamos a las mesas centrales. Efectivamente, la figura de Benjamin se halla sentada en una mesa junto a Sam. Ven cómo nos acercamos.

Siete díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora