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ÁNGEL DESGARRADO

Con el alma atormentada

despliega sus pulcras alas,

alza el vuelo sin caer

y todo se prende en llamas.


Llueven plumas de algodón

teñidas y chamuscadas,

descendiendo lentamente

entre gritos y desganas.



ALAN


No sé qué decir. Simplemente me quedo en la puerta y veo cómo Grace se lleva las manos a la cabeza periódicamente. También suspira e hiperventila. Va de un lado de la habitación a otro sin cesar. Yo sigo parado en el marco de la entrada.

Entonces se detiene, me mira y replica:

—Alan, di algo. —No respondo—. ¡Di algo! —No soy capaz de hablar. Se acerca a mí—. ¡¡¡Alan, necesito que digas algo!!! —En la última palabra se le quiebra la voz y empieza a sollozar.

Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos a la vez que se da por vencida y se sienta en el borde de la cama. Pone sus codos en las rodillas y las manos en la cabeza.

Sin decir ni una palabra, me giro, salgo de casa y voy a la cúpula.

Es la hora de cenar. Bea y Eric me saludan, pero yo tengo un objetivo claro: Benjamin. Él está en la misma mesa de siempre y, cuando me ve avanzando hacia su dirección, se levanta porque ha visto mis expresiones faciales y sabe que algo está ocurriendo.

—¿Todo bien, colega? —cuestiona yendo al grano.

—Un médico —susurro al mismo tiempo que intento recuperar el aliento—. Necesito un médico.

—¿Para qué? —pregunta observándome de arriba abajo con el objetivo de ver si tengo algún daño—. ¿Qué tipo de médico necesitas?

—No soy yo. —Niego con la cabeza rápidamente—. Grace. —Pronuncio su nombre y trago saliva.

Me mira interrogativamente.

—Creo que está embarazada —suelto en voz alta por primera vez.

Mi semblante expresa amargura.

Benjamin alza las cejas. Parece que para él es una noticia corriente. El problema que tenemos Grace y yo es que nos hemos criado en un mundo donde siempre se nos ha prohibido algo que hemos cometido. Nunca ha sido un crimen cuando he pensado en la paternidad, pero vivido en primera persona es algo incomprensiblemente chocante.

Sigo a Benjamin entre hileras de mesas. Él continúa sin decir nada y ese hecho me inquieta. Ahora entiendo cómo se ha sentido Grace instantes atrás ante mi silencio y decido que voy a abrazarla nada más llegar a casa.

Finalmente, se detiene ante una mesa llena de adultos y da dos golpecitos en el hombro de una mujer rubia.

—Emma, ¿podrías ayudarnos un momento? —La mujer se levanta de la mesa—. Siento interrumpir la cena, buenas noches —se despide Benjamin del resto de comensales que acompañan Emma.

Nos apartamos de ellos.

—Necesitamos ver a Grace, una chica que acaba de enterarse de que está embarazada —le explica Benjamin a la vez que salimos de la cúpula de cristal y nos dirigimos a nuestra casa—. Llevan casi cuatro meses aquí y no saben gestionar la situación.

Siete díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora