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CURIOSIDAD

Me gustaría saber qué piensas.

Cada vez que coinciden.

Cada vez que chocan.

Las miradas.

Para descubrir si pensamos lo mismo.

Si tú también lo sientes.

Si tú también quieres.




ALAN


Otro frío día empieza en el norte de Femtania. Estoy encerrado en la calidez de mi habitación después de haber tenido un sueño bastante raro: la chica sin nombre me ahogaba en la piscina con sus manos frías. Ese último detalle hace que me estremezca bajo los edredones en los que estoy envuelto.

Todos mis pensamientos rondan entorno a la chica rubia misteriosa que no quiere decirme su maldito nombre. He estado pensando en miles de nombres, pero ninguno me parece suficientemente adecuado a su aspecto o su manera de actuar. Nunca había conocido a una chica, pero, por lo general, sé que ninguna es así.

Las reflexiones sobre ella me hacen pasar al menos quince minutos más tumbado en la cama, hasta que decido que ya es hora de aprovechar el tiempo, dado a que hoy es el cuarto día de la Semana del Permiso y no estoy haciendo exactamente lo que me había propuesto o esperado, pero eso no quiere decir que no me guste.

Acabo encontrando la cocina del tercer piso después de varios intentos y desayuno. También aprovecho para preparar el de la chica por si aparece, pero al cabo de veinte minutos, cuando yo termino, no hay ni rastro de ella, así que decido dejar una nota en la que se lee:


Empieza el día con un buen desayuno, Rapunzel.

Alan


Salgo de la cocina con una gran sonrisa, dirigiéndome de nuevo a mi habitación. Una vez allí, cojo mi abrigo y me encamino a la salida del castillo.

Caminando por el sendero central de la isla después de pasar por debajo de las puertas de la verja que indican los territorios del castillo, aunque todo sea propiedad de Rapunzel, llego al lugar donde coloqué el bote estropeado hace unos días, dejando un rastro de huellas sobre la nieve, que sigue cayendo. El agua helada del mar se mantiene quieta y silenciosa, como si el tiempo se hubiera detenido.

Ante este paisaje es difícil resistirse a no quedarme mirando, pero debo hacerlo para poder echarle un vistazo al motor del bote. No sé mucho de tecnología, pero el aspecto que tiene me da a entender que no será muy fácil repararlo. No obstante, mis conocimientos serán suficientes para hacerlo en un par de días.

Con las manos en los bolsillos, me dispongo a abandonar el vehículo y a dar un paseo por la isla. Mañana le pediré a Rapunzel algunas herramientas -si las tiene- y empezaré a arreglarlo.

Al cabo de un par de horas, después de haber recorrido todo el perímetro de la isla, me doy cuenta de que no es excesivamente grande, pero tiene un gran atractivo, que me recuerda, en cierto modo, a su dueña.

Es oscura, misteriosa y fría, pero en el fondo es agradable y tiene mucho que contar, mucho que descubrir: esos son sus grandes parecidos. Sin embargo, a mí ese misterio, esa frialdad, esa oscuridad me resultan atractivos porque sé que, al final de sus ojos hay una luz que puede destruir la oscuridad con su potencia. La chica que aparenta ser no es la que realmente es, porque finge. Y quiero saber el motivo.

Siete díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora